~ Visita a Domicilio (The House Call) ~

por JLNicky

 


 

Descargos: No lo lean en el trabajo Y dénse cuenta de que algunas personas tienen la mente tan estrecha que son incapaces de ver la belleza y la magia del amor donde sea que exista, sea entre dos mujeres o no.

Los comentarios son bienvenidos: JLNickyMaster@aol.com


 

Me sentí totalmente estúpida cuando sucedió.   Quiero decir, en serio pensaba que estaría bien pero no fue así.  ¡El accidente ocurrió cuando usé una silla para pararme encima, en vez de una escalerilla!  ¿Que tan tonta puedo ser?  A veces ni pienso, me apuro y trato de hacer lo imposible.  Pues, me caí y me caí duro.  Me caí de la silla y luego otra vez en el hospital.  Caí por la Dra. más adorable que jamás había visto, cuando me preguntó si me dolía mientras presionaba sus manos cálidas sobre mi espalda.  Sí, me dolía, no tanto como había pensado que lo haría, considerando que no podía pensar en otra cosa más que sus manos sobre mi piel.  Era tan hermosa que empecé a balbucear en mi cabeza. Se me puso la piel de gallina con su toque y me estremecí por la sensación de sus manos deslizándose sobre mí. Creo que simplemente habría tenido una buena fantasía si no me hubiera mirado como lo hizo.  Pues déjenme contarles lo que sucedió y me dirán si estoy un poco mal de la cabeza.

Le pedí a mi hermana que me llevara al hospital después de la caída.  Estaba afuera en los establos, almohazando un caballo cuando caí sobre mi espalda bien fuerte, así que ¡sabía que tendría que hacerme revisar!  Mis piernas y espalda me mataban con el intenso dolor.  Me llevó al centro de urgencias más cercano y me ayudó a entrar cojeando. Esperé mientras ella llenaba las formas apropiadas, luego nos indicaron que entráramos a otro cuarto para esperar al Doctor.  La habitación donde esperé tenia seis camas, tres de ellas con pacientes.  Me senté en la orilla de la cama con cautela y mi hermana acercó una silla para esperar conmigo.  Desde que me divorcié de mi marido hace dos años, y luego anuncié que era lesbiana, mi hermana tenía la tendencia de tratarme a veces como a una loca indefensa.  Continuamente me decía que pensara antes de saltar de edificios altos, pero me alentaba a que le dijera todo lo que ocurría en mi vida amorosa.  Es una hermana grandiosa, pero muy neurótica cuando se trata de abstenerse con tacto.  Me dijo que la mujeres no tenían que ser tan masculinas en su forma de actuar y que yo no era (en su opinión) una mujer muy masculina, así es que por qué tenia que aprender de la manera difícil.

Mientras continuaba reprendiéndome con su parloteo, escudriñé el cuarto y miré cómo unas enfermeras y técnicos montaban una maquina de rayos x sobre un paciente en la tercera cama.  De repente ELLA entró al cuarto.  Una mujer alta, con un estetoscopio sobre sus hombros y pasos largos y tranquilos, esa era ELLA.  Su cabello castaño estaba recogido hacia arriba dejando expuesto su hermoso perfil.  Se detuvo a examinar el registro médico de un paciente y luego siguió hacia el técnico y enfermera para hablar con ellos.  No podía oír su voz con claridad, pero entonces se dio vuelta hacia un anciano que estaba en la cama y lo saludó claramente.  Su voz era rica, calmada y cálida.  Habló con el anciano sobre los rayos x, calmándolo al describir el procedimiento que le tendrían que hacer.  Yo pensé que su voz era muy sexy y tuve algunos problemas para poder concentrarme en el monólogo de mi hermana ahí cerca.  La Dra. palmeó el brazo del anciano y él le sonrió, farfullando algo en respuesta.  Mi hermana atrajo mi atencion y me volví, dejando de ver el trato al paciente, para responderle.  Al darle la espalda, una punzada de fuego blanco saltó por mis piernas en dolorosos estallidos de agonía.  Hice una mueca de dolor.

—¿Cómo estamos esta noche, mmm? —preguntó la Dra., saludándome en mi agonía.  Frunció el ceño mientras yo que me sobaba la parte baja de la espalda y lo único que pude notar fueron esos ojos verdes y suaves.  No podía evitar el dolor pero mi mente no debe haber estado muy preocupada por ello.  Se presentó como la Dra. de turno, Dra. Monroe.  Procedió a pedirme que me levantara la camisa para poder ver mi espalda.  Me las arreglé para mantenerme calmada durante la inspección de mis músculos, sólo siseando y  gruñendo algunas veces cuando ella me tocaba alguna parte sensible.  Podía oler su ligero perfume y eso estaba afectando mi coordinación.  De repente me di cuenta de que me estaba hablando pero no podía comprender lo que me decía.

—¿Piensa que se quebró algo, Dra.?  —preguntó mi hermana, salvándome de mi falta de gracia.  Capté la mirada preocupada de la médica, y sentí un peso moverse por mi cuerpo cuando ella movió la cabeza negativamente.

—Probablemente sea sólo un serio moretón en el coxis.  Estará dolorida por algunos días.

Mi hermana levantó bruscamente las manos en señal de alivio e inmediatamente empezó a regañarme  por ser tan “butch”.  Despotricó inconsciente a sus alrededores:  —¿No podías simplemente hablarle a uno de los mozos para que te ayudaran?  ¡Nooooo, tenías que actuar como una tortillera y casi quebrarte la espalda!  —casi le doy un puñetazo cuando dijo eso.  Miré hacia arriba, hacia la Dra., un poco avergonzada y ella me miraba con una ceja alzada, sonriendo sigilosamente.  Vi algo en sus ojos que me dijo que no era tan hetero como parecía y me sonrojé cuando mi mente dejó que mi imaginción alzara vuelo.  ¡Su mirada permaneció en calma pero sus ojos me dijieron que yo había tenido razón cuando casualmente me guiñó! Yo estaba nerviosa, por decir lo menos.  No sabía qué hacer y mi hermana seguía enterrándome más hondo con sus comentarios sarcásticos sobre las lesbianas teniendo diferentes hormonas y eso.

La Dra. Monroe miró a mi hermana por un momento, después volvió a mirarme con una sonrisa muy perecida a la del gato de Cheshire.  Me mantuve callada mientras me encogía por dentro frente cada comentario intimidatorio.

—¿Por que no sale al pasillo mientras la examino con más cuidado, Srta.…? —dijo la Dra. Monroe casualmente tomando el brazo de mi hermana y guiándola hacia la sala de espera.  Me estremecí por el frío en el cuarto y por la diferencia entre él y el calor en mis venas.  ¿Que demonios más quería examinar?

La Dra. Monroe volvió y miró la cortina apoyada contra la cabecera de la cama.  La cerró lentamente, dejándonos muy aisladas.  Regresó a mi lado, y permanceció de pie sonriendo hacia mí.  Me puse algo nerviosa y traté de disculparme por los comentarios y entusiasmo desmedido de mi hermana.  Empezó a mover la cabeza negativamente.

—No se tiene que disculpar, Srta. Walker.  Su hermana es encantadora y perfectamente capaz de decir lo que quiere.  ¡No me molesta para nada!

Asentí con la cabeza y esperé a que me dijera que era lo que quería.  Mi pulso se aceleró con el pensamiento de lo que había imaginado ver en sus ojos.  Me había parecido que se divertía, pero había algo más que eso, me había parecido como que me estaba echando un buen vistazo.  Se que deben preguntarse cómo una persona puede asumir que alguien es lesbiana, pero es algo más que las miradas.  A veces las acciones de una persona, o ciertas respuestas a ciertas situaciones, o hasta atracción que pueda sentir entre otra persona y yo me lo dicen.  La atracción, francamente, es casi siempre una señal positiva que la otra mujer es gay.  Digo, no podía ser solo el hecho de que ella era bonita, inteligente, una doctora. y ¿mencioné bonita? ¿Verdad?  Las lesbianas no siempre sienten atracción por todas las otras mujeres.  Algo de atracción, en mi libro, normalmente quería decir que algo podía pasar.  No iba a comprometerme a un estilo butch o femme, pero ella entendió inmediatamente mi dilema con mi hermana y creo que coqueteó conmigo mientras mi hermana divagaba diciendo sus comentarios.  Simplemente supe que era gay y conectamos inmediatamente.

—Debo examinarla más a fondo Srta. Walter.  ¿Se puede parar? 

Desperté de mi análisis y asentí con hesitación.  Me acerqué al borde de la cama y me paré mientras ella tomaba mi brazo para soportarme.  Mi trasero me estaba matando y cerré los ojos de dolor.  Los volví a abrir cuando me pidió que me quitara la camisa.  Mis ojos encontraron los de ella y casi entro en pánico. Sonreía con esa sonrisa cómplice de nuevo.  De repente sentí que, por alguna razón, estaba jugando conmigo.  La miré con una pregunta en los ojos pero ella simplemente se quedó parada allí, esperando que me quitara la camisa.

Lentamente levanté las manos y empecé a desabrocharme la camisa, sin mirarla. Me la quité más rápidamente.  El problema con eso, era que no me había puesto sostén.  Mis pezones apuntaban hacia afuera en protesta por la temperatura fría de la cabina de examinación.   La doctora. me dio una repasada silencia y aclaró su garganta mientras se movía detrás de mí para mirar mi espalda.  No estaba pensando muy claramente y exhalé rápidamente cuando volvió a tocar mi piel.  Sus manos lentamente se deslizaron desde la parte alta de mi espalda hacia abajo, hacia el coxis.  Pensé que me quemarían.  Mi mente brincó al dormitorio, como siempre hace cuando estoy excitada, y a poder sentirla tocándome por todos lados.

—Mañana le dolerá más que hoy —murmuró, mientras hábilmente terminaba de examinarme y daba un paso hacia atrás.  Tomó mi camisa de la cama y me la entrego sin comentarios.  Lentamente me la puse y traté de no mirar demasiado alrededor mientras intentaba evadir sus ojos verdes.  Ella se veía muy calmada pero noté un pequeño tic en su cuello donde su pulso latía rápidamente.  Me pregunte su significado y casi me pierdo sus comentarios.

—La tendré que ver en unos días, pero como trabaja cerca de mi casa podría pasar por el rancho, ¿le gustaría eso? -todavía me estaba abrochando la camisa cuando la miré con confusión y entusiasmo al mismo tiempo—. No le molestaría, ¿verdad?  —miró directamente a mis ojos.  Su profundidad verde centelleaba con un secreto.  Una elegante ceja se elevó al realizar la pregunta.  Repentinamente me sentí como si me estuviera desvistiendo con la mirada.  Sus ojos bajaron hacia los últimos botones abiertos, y permanecieron un tiempo allí para luego subir lentamente y mirarme a la cara.  Sentí una oleada de calor barrer sobre mí con su mirada, mientras caía en el calor que me mostraban.  Me incliné hacia atrás para tratar de escapar e inmediatamente me di cuenta de mi error.  Mi trasero y mi espalda se rebelaron.  Me sacudí de dolor, sólo para sentir que el dolor se intensificaba con el movimiento.  Traté de inmovilizarme y sentí que me caía.  De repente sus manos me alcanzaron y me sostuvieron.  Su súbita cercanía era ligeramente intoxicante.  Escuché una risita en mi oído—. ¿Qué pasa? Prefiere que la deje caer y quebrarse una pierna?  -preguntó roncamente su voz.  Subí la mirada y encontré la suya.  En ella brillaba la diversión junto con una más profunda insinuación de deseo.

Traté de decirme a mí misma que sólo estaba tratando de ayudar, pero reconocí la mirada.  Se acercó más. Mi respiración se detuvo.  El pulso en su cuello latía rápidamente.  Se inclinó lo suficiente como para respirar del mismo aire, luego se movió a un lado  para susurrar: —Tenga cuidado —en mi oído.  Con eso se retiró y me soltó, para que me parara sola.  Sentí un inmediato sentimiento de pérdida.

Tomó las puntas del estetoscopio con aire casual, pero noté que apretaba las manos.  Me miró con una sonrisa y otro guiño.

—Debería ser capaz de moverse normalmente en unos dos días, pero mañana será el peor. Sugiero dos o más, baños calientes con sales de baño y un antiinflamatorio suave.  Puede conseguir genéricos en la farmacia o puedo escribirle una receta si quiere.  Nada de levantar cosas pesadas y ¡use una escalerilla de hoy en adelante! 
-se río frente a mi gesto de negación.

Agarrando la orilla de la cortina para abrirla, me echó una mirada sobre el hombro.  Bajó la mirada hacia mis pechos y camisa y sonrió seductoramente.

 

-Tiene suerte de estar en tan buena forma. El daño fue mínimo -sus ojos se elevaron para encontrar los míos, y sentí que me ruborizaba. Noté que sus ojos se oscurecían levemente y sentí mis pezones endurecerse en respuesta.

Abrió la cortina y se transformó en la doctora modelo. Sentí la extraña sensación de estar en la dimensión desconocida. Era muy hermosa. ¿Cómo podría alguien no responder a ella? Quizá mi perversa imaginación estaba trabajando horas extra.

Casi me había convencido a mi misma de que ese era exactamente el motivo cuando la vi entrar a mi estacionamiento cuatro días más tarde. Todavía estaba en shock cuando tomó su maletín y vino a mi  porche. Yo estaba sentada allí fumando un cigarrillo, vestida en camiseta y jeans. Ella vestía una blusa rosada y jeans, con sus ricos mechones morenos cayendo sobre sus hombros. Sus ojos verdes eran todavía más brillantes que antes y me miró con la visión de una profesional. Sus ojos dejaron de ser profesionales a mitad de camino de su inspección cuando se detuvieron para examinar mi pecho, y los pezones que repentinamente se habían endurecido y se veían a través de la camiseta. ¿Cómo hace una para controlar a esos tontos?

-Hola Srta. Walker. ¿Cómo se siente? -preguntó, levantando lentamente los ojos. Sé que mi respiración se aceleró y encontré difícil responder sin dejarle ver que estaba tan excitada como una colegiala. Vio la excitación dentro de mis ojos y rió con un rico sonido que de alguna manera me ayudó a relajarme. Su cabello relucía a la luz del sol y rebotaba con su risa.

Intentando permanecer calmada, respondí: -Hola doctora. Como puede ver, ya estoy perfectamente bien. Sólo estaba tomando una pequeña pausa durante el calor del día.

Se detuvo para mirar brevemente alrededor. Indicando la casa con la cabeza, dijo con cierta brusquedad: -De todas maneras, todavía creo que debería echar un vistazo a sus heridas. ¿Podemos ir adentro? -Supongo que debo tener algo por ser una seguidora, porque ella estaba dando las órdenes; la dejé llevar el paso. La invité a la casa y la guié hasta la sala. Rápidamente fui a la cocina para buscar una soda para cada una. Simplemente sabía que de alguna manera hacía más calor en mi casa ahora que ella estaba allí. La soda al menos debería refrescarme. La vi mirar alrededor y mover la cabeza en señal de aprobación frente a mi estatus de soltera. La mantenía bastante limpia, como debia parecer una casa, especialmente en los últimos tres días cuando se había convertido en una obseción. Por las dudas que llegaran visitas, me decía a mí misma.

 Tomó un sorbo de su soda y dejó su maletín sobre la mesa del comedor. Miró hacia mí y volvió a examinarme. Yo, por supuesto, me tomé la misma libertad. De nuevo, la encontré atractiva, con una constitución muy agradable. Hoy tenía una apariencia más femenina, pero todavía estaba presente una veta de agresividad. Mis ojos la encontraron más o menos al mismo tiempo que los de ella encontraban los míos. Ambas sonreímos. En ese momento supe que la atracción era mutua.

-¿Por qué no echo un vistazo a tu espalda así puedo decidir por mí misma si está completamente curada? ¿Ok? -dijo dejando su bebida y estirando la mano para tomar la mia. La miré sorprendida y encontré la fachada de doctora cubriendo firmemente la sonrisa sedosa de hacía dos segundos. Se inclinó hacia delante y sacó una silla. Se sentó, y miró hacia atrás, hacia mí que estaba parada al lado del sofá. Sus ojos se oscurecieron mientras yo miraba. Nuevamente me pidió que me quitara la camisa. Sentí mis pezones tensarse con su pedido y los tonos sensuales con los que habló. Me ruboricé ligeramente. Una cosa era desvestirse en el ambiente de hospital, pero estaba en mi propia casa y ni siquiera la conocía. Me dirigió una media sonrisa desafiante.

Lentamente retiré mi camiseta de mis pantalones y la deslicé hacia arriba, sobre mi cabeza. Rehusé darme vuelta. Miré su expresión y me di cuenta de que eso era exactamente lo que ella quería que hiciera. Tomé la camiseta y la arrojé sobre la mesa, exactamente a su lado, todo el tiempo sintiendo cómo sus ojos vagabundeaban sobre mis senos descubiertos y pezones endurecidos. El latido de la vena en su cuello regresó en toda su potencia y comenzó a latir rápidamente.

Me pidió que me diera vuelta. Los sensuales tonos de su voz me hicieron temblar. Obedecí, disfrutando el guión de ella ordenando cada una de mis acciones. Yo no tenía que pensar demasiado, sólo dejar que me dijera lo que quería. De alguna forma, era liberador. Ella movía la cabeza ligeramente mientras yo hacía un lento círculo para terminar enfrentándola.

-Todavía no puedo darme cuenta si está curada -miró hacia arriba, hacia mi rostro con una leve falta de aliento en su voz-. Quítese los pantalones.

La miré, sintiendo los fluídos de mi cuerpo comenzar a fluír con la agitación lujuriosa que había sólo imaginado. Aferró mi camiseta y la apretó entre sus manos. Desabroché el botón superior de mis jeans mientras contemplaba su rostro. Tragó saliva visiblemente. Miraba mis manos intensamente, mientras yo continuba con los otros botones. Sentí el calor que quemaba entre mis piernas mientras bajaba mis jeans y terminaba de quitármelos. Ella me miraba mientras yo permanecía parada sólo con mis panties. Comencé a darme vuelta en un lento círculo sin que ella me lo pidiera. Aclaró su garganta unas pocas veces y sacudió nuevamente la cabeza cuando quedé enfrentándola completamente.

-Todavía no me doy cuenta. ¿Se quitaría las panties, por favor? -se las arregló para decir. Las deslicé hacia el piso y me las quité. Mi vello púbico estaba recortado, y mi humedad era apreciable. Ella lamió sus labios inconscientemente. Mantuve el aliento mientras me miraba a la distancia. Me hizo un gesto para que girara de nuevo. Suspiró con simulada frustración y sacudió la cabeza.

-No me doy cuenta. Tendré que examinarla más de cerca. Venga aquí por favor -me ordenó. Me acerqué a ella. Me alcanzó y me jaló entre sus piernas. Sentí la tela áspera de sus pantalones rozar contra la parte exterior de mis muslos. Miró hacia arriba y encontró mi mirada. Su mano derecha alcanzó mi barbilla y la recorrió con un dedo. Inhaló. Su mano se deslizó hacia abajo para acariciar mi cuello. El suave toque me encendió aún más. Trazó rápidamente mis clavículas, y después su mano se detuvo sobre mis senos, descansando. Nuestros ojos nunca se separaron.

La sentí temblar mientras elevaba su otra mano para acunar mi pecho en su palma. Probó su peso, ignorando el pezón turgente. Sus ojos cayeron para mirar lo que sus manos hacían. La mano en reposo barrió hacia abajo y se amoldó al otro pecho. Se inclinó hacia delante y movió su lengua rápidamente sobre el pezón. Una vez, después dos, sentí la sensación. Temblé en respuesta. Me acercó más a ella, pasando una mano por detrás mio, y engulló mi seno con su boca. Ambas gemimos. La vibración proveniente de su boca me hizo quedar sin aliento. La mano detrás de mí, corrió hacia abajo para tomar y amasar mi nalga. Sentí que el aire tocaba mi humedad. Ella cambió de mano y seno. Era exquisito sentir el vagabundeo de sus manos y su lengua ardiente. Me estaba haciendo derretir con sus caricias. Su boca dejó mi pecho y sus manos regresaron para cubrir y pellizcar suavemente ambos pezones. Arqué mi espalda frente al placentero dolor. Cerrando los ojos me deleité con las sensaciones. Mis piernas no estaban hechas para estar de pie en momentos como ese. Susurré que fuéramos al sofá con voz quejosa. Sus dientes súbitamente rasparon mis hinchados pezones mientras ella se paraba.

Yo quería más ¡y lo quería ahora! Ella me empujó hacia el sofá y yo ayudé a guiarla mientras me movía sin ver. Sus ojos encontraron los mios y estaban llenos con un profundo mar verde de excitación.

-Necesito examinar su cuerpo -sonrió mientras me presionaba hacia abajo, sobre el sofá. Yo estaba más que dispuesta. ¡Sólo anhelaba que se tomara su tiempo y me revisara muy cuidadosamente! No quería que se le escapara nada.

Se paró mirando hacia abajo, hacia mí, por un momento. Después se arrodilló e hizo correr sus manos a través de mi pecho y hacia abajo, por mi estómago hasta mi vello púbico. La humedad que allí brillaba cubrió sus dedos como seda.

-¿Se siente bien esto? -preguntó, mientras yo siseaba de necesidad. Sus dedos hicieron círculos alrededor del único lugar donde más necesitaba su toque. Me las arreglé para asentir con la cabeza y mordí mi lengua para no rogar. Ella comenzó a frotar con sus dedos en un movimiento rítmico mientras yo movía mis caderas al ritmo. Su otra mano empezó a desabotonar su propia blusa. La abrió lo suficiente para permitirme ver sus pechos. Sus pezones estaban tan duros. Deseaba enormemente saborearlos. Cerré mis ojos momentáneamente para tragarme el impulso. Ella era la que estaba dirigiendo el espectáculo, no quería cortar las deliciosas sensaciones que su mano estaba creando. Alguna que otra caricia había comenzado a presionar contra mi clítoris. Abrí los ojos para verla encima mío, sosteniendo su seno en su mano.

-¡Toma tu medicina! -me ordenó. Su voz sin aliento rogó primero. Me incliné hacia ella y aspiré su seno dentro de mi boca. Circunvalando su pezón con mi lengua, sentí su mano laboriosa frotar directamente sobre mi clítoris. Empecé a mover rápidamente mi lengua sobre su rígido pezón mientras ella sumergía un dedo en mi vagina húmeda. Gimió sobre mí, mientras yo gemía debajo. Podía sentir mis paredes absorbiéndola más hacia adentro. Añadió un dedo y comenzó a moverlos hacia adentro y afuera.

No pude contenerme más. Me estiré hacia ella y la atraje hacia mi. Mi lengua barrió sobre su piel, saboreando, lamiendo y chupando. Su mano me elevaba hacia un orgasmo profundo. No pude contenerme más. Sentí la ola de mi orgasmo llegar a la cima. Mi cuerpo se arqueó mientras me aferraba apretadamente a ella. Tañó mi cuerpo hasta la cúspide y la ola se estrelló contra mí con fuerza explosiva. Moví bruscamente mis caderas, para frotarme contra su mano. Era maravilloso.

Cuando abrí mis ojos compartía el sofá con ella. Estaba en la otra punta, reclinándose en lo que quedaba disponible de espacio. Su mano estaba acariciándose lentamente. Sonreía hacia mí. Supe que necesitaba tratamiento médico. Mi lento gateo hacia su punta del sofá contenía apenas una pizca de pantera mientras acechaba a mi presa. Abriendo más sus muslos, me zambullí a probar su botín. Sus jugos sabían como ambrosía. La superficie de mi lengua recorrió su longitud causando un agudo boqueo proveniente de arriba. Mi pelo era su cuerda de rescate.

-Chupa mi clítoris -ordenó. Yo obedecí.

Dios, era deliciosa. Presioné mi lengua dentro de ella. Sus caderas se movieron hacia arriba. El calor de su pasión me estaba empapando. Sus muslos se apretaron cuando alcanzó su propio clímax. Cabalgó mi lengua mientras gritaba. Yo sostenía sus caderas por debajo. Aflojando sus piernas lentamente, comenzó a relajarse.

Más tarde la acompañé a su auto. Ella comentó que yo no estaba tan en forma como debería. A regañadientes, con una sonrisa astuta, me prometió regresar para revisarme en unos pocos días. Espero que no me cobre estas visitas a domicilio porque pretendo hacer que sean para siempre.
 

Fin

 

Traducida por Saphic Nebulae  saphic_nebulae@sympatico.ca

 

 

 

 



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