El siguiente fanfic ha
sido traducido por el equipo de Xenacentro a partir de su original
en inglés. El autor ha dado su permiso para la traducción y difusión de dicho
fic en internet.
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con su lectura. Si quieres darnos tu opinión, sugerir algún fic para
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Descargo: Los personajes de Xena: Princesa Guerrera y
todos los demás asociados con la serie de televisión del mismo nombre son
propiedad exclusiva de la MCA/Universal Pictures. Éste es un trabajo de ficción
de una admiradora sin ninguna intención de infringir los derechos de autor.
Subtexto: Adivino que, con mi estilo
hasta ahora, dejaremos de llamarlo subtexto y le llamaremos maintext (texto
principal). Sí, ellas están enamoradas la una de la otra.
Sexo: Oh sí, sólo un poco… <GBG>
Violencia: Ninguna
Lenguaje: Ninguno
UNA PEQUEÑA Y PRÍSTINA CUEVA
(A Neat Little Cave)
Por T. Novan
Xena se sentó estirada bajo
la sombra de un manzano, descansado su
espalda sobre el grueso tronco, sus piernas cruzadas perezosamente en los
tobillos, mientras pelaba la piel de una manzana con su cuchillo de bota. Cortó
la fruta en finas rebanadas, llevándosela a los labios y masticándola con
satisfacción mientras suspiraba.
Era un lindo día,
tibio, pero no demasiado caliente, con una muy apacible brisa que soplaba por la arboleda. Desde su asiento, sobre la
cima de la colina. Podía ver el valle al que la bardo llamaba casa.
Poteidaia, consideró la
guerrera, debía de ser el lugar más endiabladamente aburrido del mundo. La
bardo había dicho una vez que para divertirse miraban la lana crecer sobre las
ovejas. Ahora contemplando la pequeña
villa la guerrera se preguntó si acaso eso sería cierto.
Esa fue la razón
principal por la cual suplicó no acompañarla en su visita a casa, eso y el que
no quería enfrentarse a los padres de Gabrielle de nuevo, además de que la idea
de ver la lana crecer le hacia pensar que llegaría un momento en que quizá
desearía arrojarse encima de su espada para acabar con el suplicio.
Le dijo a la bardo
que no la iba acompañar, si no que también se iba a su casa a ver a su madre y
se reunirían en cuatro días. No muy de acuerdo, Gabrielle aceptó y con un suave
beso en la mejilla de la guerrera, se dirigió hacia su casa. Xena simplemente
subió a la colina desde donde podría ver todo el valle, buscó un lugar bajo el
manzano y se quedó allí para estar cerca de la villa por si acaso.
Ahora, sin
embargo, había llegado el momento de que la bardo regresara y Xena sabía que
debería volver al camino principal para salir a su encuentro. Lanzó el corazón
de la manzana hacia atrás, limpió la daga y lo guardó en su bota antes de
levantarse.
—¿Dónde esta la
mía? —dijo una voz familiar detrás de ella.
Cuando Xena se
levantó y giró, se encontró con la bardo sosteniendo su cayado con una mano y
con la otra el corazón de la manzana que acababa de tirar. Xena sonrió y señaló
hacia arriba del árbol con su dedo índice, mientras arqueó su frente hacia la
bardo.
—¡Vaya!, muchas
gracias. Recorrí el camino con mucha
dificultad hasta esta colina para encontrarte y tú no me arrancaste una manzana
a mí —le dijo Gabrielle en broma
mientras ella tiraba lejos el centro de la manzana y limpiaba sus manos.
Sin decir una sola
palabra, pero sí dando un fuerte grito, Xena saltó desde el suelo hasta el
árbol, aterrizando en una rama en el centro de la copa. Acomodó sus pies con sumo cuidado y agarró
dos ramas largas, sacudiéndolas con furia y dejando caer varias manzanas sobre
la cabeza de la bardo.
Gabrielle se
cubrió la cabeza con los brazos, huyendo de debajo del árbol. —¡Eres una niña
traviesa! —gritó ella recogiendo una manzana y lanzándosela a la guerrera que
aún estaba sobre el árbol. Xena atrapó sin problema el proyectil redondo con
una mano y lo llevó a su boca, dándole una gran mordida antes de lanzarse de
espalda y caer en el suelo, sonriéndole a la bardo.
—¿Me extrañaste?
—rió en silencio mientras seguía masticando la manzana.
—Lo hice hasta
hace unos momentos —Frotó la parte superior de su cabeza donde le había
golpeado una manzana—. Eres
realmente terrible ¿lo sabes?
—¡SIP! —La guerrera tarareó adelantándose y estrechando a la
rubia por la cintura —Eso me han dicho.
—Ella sostuvo la manzana ofreciéndosela a su compañera, Gabrielle le dió
un mordisco mientras Xena depositaba un suave beso en la cabeza de la bardo
donde le había golpeado la manzana—.
¿Cómo te fue por tu casa?
—Aburrido como
siempre —contestó la bardo mientras tragaba—, pero estuvo bien ver a mi madre y
a Lila otra vez.
—¿Y tu padre? —La
bardo sólo miro hacia arriba e hizo rodar sus ojos— Olvida la pregunta —la guerrera sonrió abiertamente al mismo
tiempo que le dio otra mordida a la manzana.
—Bueno, mi querida
guerrera —Gabrielle trazó el contorno de la pechera de Xena mientras alzaba su
vista nuevamente con mirada traviesa—. ¿Cómo está tu madre?
—Umm, bien…
—mintió la guerrera.
—Ah, ah. Te apuesto a que podrías ser más sincera con
esa respuesta si en realidad la hubieras ido a ver. —La bardo presionó un dedo sobre el pecho de la mujer alta para
dar énfasis a su argumento.
Xena sonrió hacia su
pareja encogiéndose de hombros —Decidí finalmente que no tenía ganas.
—¿Entonces te pasaste
cuatro días sobre esa loma vigilando el pueblo?
—Sí, algo así.
—Algo así ciertamente.
Eso es lo que hiciste y tú y yo lo sabemos.
—Puso sus manos sobre los hombros de su pareja, dándole un pequeño beso
en el cuello.
—Nah, en realidad pasé
algún tiempo explorando también. —Xena la respondió al inclinar su cuello hacia
los labios de la bardo.
—¿Encontraste algo
interesante? —inquirió Gabrielle
mientras su boca se quedaba firmemente pegada al punto de pulso.
—Bueno, en
realidad sí.
La bardo se retiró un
poco con una mirada de asombro en su rostro.
—¿Por aquí? Debes de estar
bromeando.
—No, hay una cuevita muy
linda no lejos de aquí.
—¡¡Oh, otra
cueva, yuk!!! Que me agarren entre veinte o me iré corriendo a ella. Tú sabes como
“adoro” las cuevas.
Xena se rió de la
respuesta de su pareja. Era cierto que
habían pasado mucho de su tiempo en cuevas en todo el mundo conocido y la
mayoría eran todas iguales, lugares oscuros y húmedos.
—Sí, Gabrielle, lo sé,
pero ésta es en realidad muy linda.
—Y supongo que me la
quieres mostrar.
—Bueno, si no la quieres
ver, no te voy a forzar. —Sonrió al terminar la manzana y tirar el corazón.
—¿Por qué no me dices
qué es lo que hace a esta cueva tan especial? Y de allí decidiré si vamos.
—No. —La guerrera, sonriendo al soltar a la
bardo, empezó a alejarse.
—¿Qué quieres decir con
que no? —preguntó la bardo mientras
veía a su pareja alejarse de ella.
—Lo que dije, no. Tendrás que tener confianza en mí sobre eso,
me dejas enseñártela o te olvidas de ello y nos vamos —Xena silbó a Argo.
La yegua alzó la cabeza
y subió las orejas mientras masticaba su propia manzana. Otro silbido y trotó hacia su dueña,
esperando pacientemente a las dos mujeres con quienes viajaba.
—Vale, vale. —la bardo
cedió moviéndose hacia Xena—. Enséñame tu linda cuevita.
Xena montó a Argo y
extendió la mano hacia la bardo. —Anda monta conmigo.
Gabrielle tomó la mano
de la guerrera y fue jalada tras ella.
Aseguró el cayado y envolvió sus brazos alrededor de la cintura vestida
en cuero. —Sí que te extrañé —susurró
al depositar un beso sobre el hombro bronceado.
—También yo te extrañé,
mi bardo. —Xena le dio un rodillazo
suave a Argo. Empezaron a bajar la loma
alejándose de Poteidaia hacia la linda cuevita de Xena.
El paseo no era largo,
por lo cual la bardo se sintió eternamente agradecida. No es que le molestara
mucho. Ir reclinada contra Xena definitivamente era un gran beneficio al
montar, pero no era una de sus acciones favoritas. La guerrera desmontó de la silla y luego ayudó a Gabrielle a
bajar a tierra firme.
—No me sorprende que
nadie sepa de este lugar, está bien escondido —dijo Xena al tomar la mano de la
bardo, guiándola hacia un afloramiento de piedras.
—Entonces no me
sorprende que tú lo hayas encontrado —la bardo se rió al dejarse guiar—, si
quieres encontrar algo, simplemente trata de esconderlo de la princesa
guerrera.
Xena ignoró su
comentario y continúo hacia las rocas.
—Está un poco apretado pero si yo pude sé que tu podrás —advirtió al
deslizarse de lado entre dos rocas jalando a la bardo con ella
La bardo se empezaba a
sentir con un poco de pánico al deslizarse entre las rocas. —No estabas bromeando —dijo mientras sus palmas resbalaban por el
angosto desfiladero—. ¿Falta mucho?
—Casi llegamos.
De repente Gabrielle
sintió la presión a su alrededor desaparecer y quedó parada en medio de, y
odiaba admitirlo, la cuevita más linda que jamás había visto. Por atrás había un estanque de agua, que por
el ruido del agua escurriendo era de un manantial natural, pero lo que le
asombró más fue la pared de cristales.
Una de las paredes de la cueva era de cristal sólido.
Esto permitía que la luz natural del sol se filtrara causando el efecto arco
iris más espectacular que jamás había visto. La habitación entera parecía
brillar bajo la calidez propia de un lugar donde termina un arco iris.
—Xena, esto es verdaderamente hermoso. —Giraba alrededor en pequeños círculos
mientras lo tocaba—. Oh creo que esto
irá de hecho en un pergamino.
—Te lo dije —la guerrera sonrió mientras se dirigía al
manantial. Se arrodilló y sumergió su mano en él—. Hmm, muuyyyy buena. —Se volvió hacia la bardo y sonrió—. Está.. ah...aparentemente alimentado por un
manantial cálido
—Oh, que conveniente
—Gabrielle se río para sí misma al notar el campamento que había sido montado
allí. Una gruesa cama de pieles estaba preparada contra la pared de cristal y
otras provisiones acomodadas con precisión alrededor de la cueva—. ¿Planeando pasar algún tiempo aquí? —la bardo sonrió irónicamente mientras
caminaba hacia la pileta, arrodillándose y probando el agua por sí misma.
—Bueno, de hecho —la guerrera se inclinó, poniendo un
suave beso sobre los labios de la bardo—, sí. Pensé que tal vez un par de días
aquí podrían ser buenos.
—Oh, lo hiciste, ¿no? —insinuó la bardo mientras pasaba
la lengua sobre los labios saboreando el beso—. ¿Y qué te hace pensar que
quiero pasar un par de días en esta cueva contigo?
—Sólo lo presentí. Han sido cuatro días Gabrielle.
—Levantó una de sus oscuras cejas mientras sonreía ampliamente.
—Ooooh, ¿todo por cuatro días guerrera? ¿Cuál es el
problema? No tienes ningún control sobre ti misma —salpicó un poco de agua en
la orilla del suelo de roca cerca de su pareja.
—No empieces bardo
—le advirtió Xena con una sonrisa.
—¿Empezar qué? —preguntó inocentemente mientras salpica
un poco más de agua fuera de la pileta.
—Estás en serios problemas. La guerrera arremetió,
aferrando a la bardo de la cintura y enviándolas a ambas dentro del agua.
Para sorpresa de Gabrielle el
agua estaba extremadamente tibia y no muy profunda. Su pie golpeó el fondo. Se
paró para encontrar que el agua sólo llegaba a su antebrazo. Echó su cabello
hacia atrás y miró como Xena emergía junto a ella.
—No puedo creer que hicieras eso —chilló mientras la
guerrera la atraía a sus brazos.
—Te lo advertí.
—Xena bajo la cabeza sorprendiendo a la bardo con un beso que fue ideado
para dejarla sin respiración y deseando más.
Gabrielle se echó hacia atrás y sonrío. —Sí, sí que lo
hiciste.
—Humm,
¿Gabrielle?
—¿Sí?
—Ayúdame a quitarme la armadura. Estoy sintiéndome
realmente pesada aquí. —Comenzó a quitarse sus brazaletes y las bandas de los
brazos mientras la bardo hacía lo propio con las hebillas y el peto. Con un
poco de esfuerzo quitaron toda la
armadura y finalmente los protectores de las piernas y las botas, las cuales
fueron arrojadas al borde de la pileta con un pequeño empujón. La guerrera se
puso de espaldas a Gabrielle ofreciéndole los lazos de sus cueros—. ¿Te importaría?
—Para nada. —La bardo deslizó sus dedos bajo las tiras de
cuero, suavemente deshaciendo los lazos, después comenzó a quitar las bandas de
los bronceados hombros, cubriéndolos
con suaves besos mientras dejaba caer los cueros por el cuerpo de la guerrera.
—Hmm, eso está muy bien —Xena suspiró con satisfacción
inclinándose sobre la bardo.
El traje de batalla pronto
encontró su camino al borde de la pileta con un gran esfuerzo por parte de la
bardo. —Tú sabes que esas cosas realmente pesan cuando están mojadas.
Xena giró y miró directo a los
ojos de su pareja. —¿No?¿En serio? No digas
—sonrío con suficiencia mientras desataba el top que actualmente cubría
a su bardo—. Deberías intentar usarlas
cuando están así.
—No gracias, paso. —Gabrielle sintió el top deslizarse
desde sus hombros mientras Xena presionaba sus cuerpos juntos y comenzaba a
trabajar con el cinturón de su falda. Con un sonido sordo las ropas de la bardo
pronto acompañaron a las de la guerrera en el borde. —Ah, ¿Xena?
—¿Hmm? —Xena estaba demasiado ocupada explorando un
cuello bien formado con su boca como para prestarle mucha atención a las
palabras de la bardo.
—Mis botas…
Xena alzó la vista, gruñendo.
—Ya regreso —dijo antes de desaparecer bajo el agua.
Gabrielle podía sentir el suave
cosquilleo de la mano de Xena, asegurándose en el fondo, sosteniéndose de una
firme pantorrilla, mientras con la otra mano desataba los cordones de la bota
de cuero. La bardo sintió como extraía la bota
del pie, luego la guerrera emergió
a la superficie.
—¿Está mejor? —preguntó la guerrera mientras su boca
nuevamente fue al encuentro del cuello que tanto le gustaba.
—Muchas gracias.
¿Xena?
Xena devolvió la mirada a la
bardo con un gesto de burla. —¿Queeeeé?
—¿Dónde están mis botas?
—En el fondo. Las recuperaré
luego.
—¿En el fondo? Xena, ¿por qué dejaste mis botas en el
fondo?
—Qué importa, Gabrielle, si ya
están mojadas.
—Es verdad —reconoció la bardo, mientras rodeaba con
sus brazos la fuerte espalda y ladeaba su cabeza un poco hacia el lado,
permitiéndole a la guerrera más espacio para explorar, para alegría de su
corazón—. Humm, delicioso —suspiró
mientras una lengua caliente recorría de arriba abajo su cuello. Sus propias
manos comenzaron a moverse sobre el
potente y firme cuerpo de su amante, mientras Xena continuaba su
acometida sobre el cuello y los hombros.
Gabrielle sintió como la pasión crecía en su cuerpo—. Sí… cuatro días….eso es demasiado —murmuró mientras Xena comenzaba a descender
lentamente dentro del agua, besando cada milímetro de piel que encontraba—. Más abajo. —gemía la
bardo.
Xena no pudo reprimir una fuerte
carcajada, rompiendo la intensidad del momento. La bardo la izó amarrándola por
el cabello, mirándola enojada. —Me
ahogaré —dijo Xena con sarcasmo.
—¡Oooh! ¡Tú! —Gabrielle dio un manotazo al agua,
enviándola derechita a la cara de su amante.
La guerrera se rió y rodeó con
sus brazos a la bardo, levantándola del agua para sentarla en el borde de la
pileta, con sus pies colgando en el agua.
—Ahora… —Xena separó las piernas de la bardo,
deslizándose entre ellas para colocar un suave beso sobre un firme muslo— …sin embargo, estoy segura… —la
besó un poco más arriba—. Ahora
estaré bien —colocó sus manos en el trasero de la bardo y la atrajo suavemente
hacia ella.
Gabrielle deslizó sus dedos
entre los oscuros cabellos de Xena, acariciando su cabeza a la vez que la
guerrera comenzaba una lenta y tortuosa exploración entre sus piernas. —Xena, por favor.
—¿Por favor, qué? —La guerrera
bromeó mientras succionaba suavemente la parte interior del muslo.
—Voy a ahogarte, si no llegas al
punto.
—Humm, mi pequeña bardo está
algo caliente, ¿eh?
—Como un unicornio —empujó la
oscura cabeza, acercándola a su centro—.
¿Dime, no te has dado cuenta todavía?
Vamos, dime.
Xena sonrió mientras hacía una
profunda inspiración como si fuera la última. Eso era suficiente. La guerrera
se rindió y comenzó a darle a la bardo lo que deseaba. Su boca se dirigió al
centro de la bardo. Sus labios apenas habían rozado los finos vellos pero
produjeron otro gemido de la bardo. Lentamente extendió su lengua deslizándola
en las profundidades de su joven amante, con firmes y decididas intenciones.
La bardo apretó sus manos sobre
el negro cabello mientras su espalda se arqueaba y su cabeza caía hacia atrás.
—Dioses, ¡siiiiiiiiii!
La guerrera envolvió sus brazos
alrededor de los muslos de la bardo, mientras se empujaba más adentro de su
joven amante. Sus propios gemidos de
satisfacción estallaban regularmente, mientras devoraba todo lo que Gabrielle
podía darle. Podía sentir cómo su deseo
iba creciendo, mientras el sonido de los gemidos de la bardo junto a la
sensación de las manos en su cabello, le hacían estar mas decidida a
lograr la satisfacción de la bardo
Gabrielle cerró los ojos
moviendo sus caderas más lentamente para prolongar el momento. Mordió sus
labios durante un largo gemido. —Oh Xena…
por los dioses… oooh…yo… —todo
pensamiento coherente se perdió cuando las palabras de la bardo se estrellaron
contra un brillante relámpago de luz.
Se sujetó fuertemente mientras se inclinaba hacia delante, sobre la
cabeza de Xena cuando sintió una
segunda ola de placer. Una ola que deseaba disfrutar el mayor tiempo posible—.
Oooh sí, sí, tú… —boqueaba al pasar la
segunda ola, cayendo hacia atrás, descansando sobre las palmas de sus
manos—. Tú eres buenísima, ohh, sí —miró hacia abajo, a la guerrera, que
aparecía sonriendo burlonamente. La
bardo levantó una mano temblorosa, pasando sus dedos por las oscuras y húmedos
flequillos—. ¿Realmente sabes lo que me gusta, verdad?
Xena colocó sus manos al otro
lado de las piernas de la bardo, y se impulsó fuera del agua. Sostenía su peso
sobre sus brazos, mientras se inclinaba a besar a la rubia.
—Lo intento.
—Pues lo has logrado, chica,
vaya que si lo has logrado.
Lentamente, la bardo se fue dejando
caer de espaldas mientras la guerrera terminaba de salir del agua, cubriendo su
cuerpo. La besó profundamente, Gabrielle disfrutaba cada delicioso momento,
podía saborear su propia esencia en los labios y la lengua de Xena. Acariciaba
la espalda de Xena mientras gemían cada una en los labios de la otra.
La inquisitiva lengua de la
guerrera se volvía más insistente a medida que el fuego en su propio cuerpo
comenzaba a arder fuera de control.
¾Gabrielle, por favor, te
necesito ¾susurró en el oído de la bardo cuando el beso terminó¾. Necesito sentirte
tocándome, amándome…
Xena no suplicaba a menudo y
cuando lo hacía, lo reservaba para momentos como ese.
¾Vamos a la cama, mi
guerrera, y te amaré como nunca antes lo has sido.
Antes de darse cuenta, Gabrielle
se encontró en los brazos de Xena y atravesando bastante rápidamente el piso de
la cueva. La bardo sonrió mientras deslizaba un dedo por las clavículas de su
amante. Sintió la piel contra su trasero desnudo cuando fue depositada sobre el
lecho. Xena se mantuvo suspendida sobre ella sosteniéndose con sus brazos.
¾Dime qué quieres, mi
amor. ¿Cómo puedo complacer hoy a mi guerrera? ¾sonrió mientras envolvía
el cuello de la guerrera con sus brazos y la atraía hacia sí¾. Dímelo Xena…
¾Ohh… Gabrielle… ¾Pequeñas y fuertes manos
vagabundeaban por su cuerpo, frotando, masajeando y acariciando¾. Dioses Gabrielle...
Sus bocas se encontraron en otro
beso cálido y húmedo. Sus lenguas se movían graciosa y rápidamente una contra
otra, aunando dos cuerpos en un alma.
¾Te amo, Gabrielle… ¾susurró mientras sus
cuerpos se entremezclaban.
La bardo miraba el rostro de
Xena en ese momento de pasión. El efecto de arcoiris de la cueva caía como una
cascada sobre sus facciones. La luz bailada en sus ojos reflejando el azul,
haciendo parecer que cambiaban de color.
¾Tan hermosa… ¾murmuró Gabrielle mientras
las puntas de sus dedos recorrían los fuertes pómulos, bajando hacia la firme
mandíbula¾. Muy hermosa.
La atrajo hacia otro beso
mientras sus manos comenzaban otro lento flirteo bajando por el cuerpo
musculoso de su amante.
¾Te deseo Xena ¾dijo con la voz
enronquecida haciendo girar a la guerrera y colocando su cuerpo encima de su
forma resbaladiza.
Sabía que la humedad que sentía
recubriendo ese cuerpo fuerte era una combinación del agua de la piscina y la
humedad natural que Xena exudaba cada vez que hacían el amor. La rubia amaba
mirar las perlas de humedad que aparecían en la frente de su amante. No
entendía por qué ocurría, todo lo que sabía era que le encantaba. Siempre se
aseguraría de tomarse el tiempo para depositar pequeños y suaves besos detrás
de la oreja de Xena. La guerrera gimió ante el beso y la bardo amó el sabor
salado que atrapó en sus labios y lengua.
¾Te amo guerrera…
¾Ohhh… por favor… ¾la súplica se desprendió
de labios secos por respirar fuerte por la boca mientras su cabeza caía hacia
atrás y sus ojos se cerraban¾. Por favor…
Gabrielle no podía negar a su
amante el placer que quería por más tiempo. Deslizó su mano hacia abajo, sobre
un estómago firme y tenso hacia el oscuro parche de suave vello. Fuertes
piernas, débiles por la anticipación, se separaron lentamente para permitir el
suave toque de la bardo. Lentamente deslizó sus dedos en la calidez que sabía
que la esperaba. Xena se arqueó ante el toque y un fuerte quejido escapó de lo
profundo de su pecho.
La mano de Xena se apoyó en la
espalda de la bardo, masajeando los sólidos músculos y frotando gentilmente
hacia arriba y abajo mientras su otra mano aferraba la cama. La bardo se
inclinó sobre ella, dejando que su boca jugueteara pasando de un húmedo y
excitado pezón al otro.
¾Gab… ri…
elle…
La bardo continuó manipulando a
su amante, causando que el cuerpo de la guerrera se moviera debajo de ella.
¾Mmm… sí princesa… amo
cuando haces eso. Amo cuando te controlo.
¾Sííí… oh sí… tuya… toda…
tuya… ¾Xena sentía que el toque maestro de su joven amante la empujaba hacia el
precipicio. Cuando la bardo entró en sus profundidades todo terminó
rápidamente.
¾¡Dioses! ¾aferró el lecho y cerro
su mano contra la espalda de la bardo mientras su cuerpo se sacudía y luego
estallaba con la intensidad de su clímax. Mantuvo a la bardo encima de ella
hasta que dejó de estremecerse. Envolvió a Gabrielle con sus brazos y la mantuvo
cerca mientras recuperaba el aliento.
La bardo yacía quieta, con la
cabeza apoyada sobre el pecho de la guerrera, escuchando el rápido y fuerte
latido de su corazón.
¾Mmm… es agradable ¾besó a su amante
suavemente en el pecho.
–Sí ¾sonrió la guerrera
mientras recorría con sus manos el cuerpo de la joven¾. Sí lo fue.
Gabrielle levantó la vista y
sonrió ampliamente.
¾No, no estoy hablando de
eso. Estoy hablando del sonido de tu corazón latiendo.
¾¿Te gusta, sí? ¾la guerrera besó una
frente igualmente mojada.
¾Oh sí ¾volvió a ubicar su oído
en la posición en que estaba¾ Me hace
sentir amada y protegida.
¾Me alegra escucharlo,
porque sabes que lo eres, ¿verdad?
¾Oh sí, no tengo ninguna
duda.
¾Bien ¾la guerrera se movió
lentamente, girando al lado de la bardo y después acomodándose cerca de ella,
manteniéndola contra su cuerpo.
Ambas cayeron en un profundo y
pacífico sueño, beatíficamente felices y sanas y salvas en la pequeña y
prístina cueva.
Fin