~ Adiós, nunca es para siempre ~
by V

Descargos: Parte 1

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Parte 15

 

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El cerebro de Helena hizo corto circuito en el preciso instante en que sus ojos recorrieron el cuerpo de Bárbara, enfundado en un vestido tipo lencero de color verde jade que hacía resaltar sus ojos, la tela del vestido era delicada y se amoldaba al cuerpo de la pelirroja como una segunda piel, al costado tenía una abertura de 6 pulgadas en cada lado, dejando ver la cremosidad de sus muslos, el corazón de Helena parecía a punto de salírsele del pecho, cuando sus ojos se encontraron con el escote redondeado del vestido delineando perfectamente los tesoros escondidos, apenas contenidos por la tela del vestido. Helena siguió hacia arriba y se encontró con los ojos de Bárbara devorándola con la misma intensidad que ella. Su corazón se olvido de latir por un momento ante el amor y el puro deseo pintando en el hermoso rostro de Bárbara... suya... una sonrisa de medio lado se dibujo en sus labios, sus pícaros hoyuelos iluminando su rostro.

 

—Bárbara...—susurró el nombre apenas.

 

Bárbara tomo la delicada pero fuerte mano de la joven, sintiendo como una descarga eléctrica le recorría de pies a cabeza, y en el mismo momento en que sus ojos se encontraron con los de Helena esta se olvido de respirar.

 

—Huntress—murmuró solo para sí, Helena era hermosa y sexy por derecho propio, poseedora de una sensualidad gatuna y una sexualidad a flor de piel que hacían que propios y extraños voltearan a verla, cayendo bajo su encanto. Sin embargo, Huntress, era algo totalmente aparte, esa aura de sensual peligro, de deseos prohibidos y esos ojos que prometían un hedonístico placer podían consumirte con su ardiente intensidad, y esa era la mujer que tenía frente a ella, la verdadera Helena Kyle, con esos pantalones de piel negra que se amoldaban a sus curvas y ese chaleco de piel del mismo color que sus pantalones abierto a los lados ajustado solo por lazos de seda roja delineando sus senos de manera sensual. Su piel bronceada era una tentación para sus dedos que hormigueaban en deseos de tocarla, acariciarla.

 

—Estás hermosa—dijo por fin Helena con voz ronca—seré la envidia de todos ahí dentro—le dedicó una sonrisa entre arrogante y deleitada.

 

—Gracias Hel, tu luces radiante—se sonrojo ligeramente—deliciosamente peligrosa—agregó solo para los oídos de Helena, quien contuvo el aliento por un momento.

 

—Hmmm, ¿vamos? —le dio Helena la mano que Bárbara tomó sin dilación, entrelazando sus dedos con los de la joven.

 

Helena y Bárbara echaron a andar hacia la entrada del restaurante, Hel le abrió la puerta a la pelirroja y cuando esta entro pudo admirar la espalda de Bárbara y sus ojos casi se le salen, respiro profundo y sintió como todo su ser temblaba de deseo ante la visión que tenía frente así. El vestido de Bárbara dejaba al descubierto su espalda un par de tiras lo sostenían a los lados y un diseño de mariposa empezaba desde poco antes donde la espalda dejaba de llamarse hacía abajo.

 

— ¿Hel? —se volvió ligeramente Bárbara cuando vio que Helena estaba como clavada en el piso mirándola con una expresión soñadora.

 

—Oh, si. Lo siento—despertó de su inmovilidad y le sonrió traviesa— tuve la visión más hermosa hace un momento.

 

— ¿Si? —preguntó Bárbara con la ceja ligeramente alzada, tenía idea de que podía ser.

 

—Oh, si—le pasó la mano por la espalda, acariciándola suavemente, y sintió como Bárbara se estremecía ante el contacto.

 

—Oh—fue todo lo que pudo musitar la pelirroja.

 

El hostess del restaurante se apresuró a atenderles cuando las vio llegar, Helena dio su nombre y sin hacerlas esperar como otros comensales que esperaban una mesa las llevaron a la suya.

 

En el momento en que entraron en el salón del restaurante varias cabezas, sino es que todas se volvieron a verlas, algunas con discreción y otras de manera más directa, no necesitaban un letrero anunciado su status de pareja, era obvio, la energía que las rodeaba era tan poderosa; no solo eran una pareja muy atractiva, sino era patente que eran una pareja enamorada, solo tenían ojos para ellas mismas. Tanto mujeres como hombres miraron con envidia y no poco contenido deseo a las dos, en sus cabezas corría el mismo pensamiento “ya quisiera estar en su lugar”.

 

Fueron llevadas al segundo piso del restaurante, a la mejor mesa del lugar, con vista a la bahía de SF, y aunque el Hostess pretendió sacarle la silla a Bárbara, Helena se le adelanto, Bárbara le dio un quedo gracias y el hostess le retiró la silla a Helena.

 

—En un momento le traen el vino y los aperitivos, disfruten su cena y felicidades.

 

Bárbara agradeció con una cabezadita pero miró extrañada a Helena.

 

— ¿Felicidades?

 

—Mmm, Kate reservó el lugar, no se que pudo haberles dicho—comentó Helena con total inocencia.

 

—Ya veo—enarcó una ceja dudosa pero no alcanzó a decir más porque en ese momento llegó su mesero con una botella de Pinot Grigio, que le ofreció luego de abrirla a Helena quien luego degustarla dio su visto bueno, y el mesero sirvió las dos copas.

 

Cuando se retiraba otro mesero les colocó una bandeja de quesos y carnes frías, así como una variedad de mantequillas con diversas especias.

 

—Mmm, se ve delicioso Hel, ¿tú ordenaste de antemano? Por qué no nos han traído la carta.

 

—De hecho Kate se encargó de todo, solo me dejo dicho que disfrutáramos de la cena. Le pedí que nos consiguiera en uno de los restaurantes más románticos de la ciudad y ellas es un romántica incurable, así que debió incluir esto como una sorpresa—sonrió Hel alzándose ligeramente de hombros—te molesta que...

 

—Oh, no Hel, en lo absoluto es solo que me pareció curioso, es todo.

 

—Espero te guste—ofreció Helena algo tímida, como si de repente estuviera insegura si fue inteligente dejar que Kate orquestará toda la cena, quizá después de todo debió hacer algo más o... una mano se poso sobre la suya haciéndola levantar la vista.

 

—Todo es hermoso Hel, desde las flores, la sorpresa de la limusina, el que tú estuvieras aquí esperándome, el lugar. El que Kate haya arreglado todo, no significa que tu no hayas tenido nada que ver. Desde el primer momento en que pensaste hacerlo ya estas siendo parte de la idea —le apretó la mano—además estoy segura que Kate solo arreglo la cena y el transporte, lo que sea esta noche dependerá sólo de nosotras.

 

—Lo sé, es sólo que deseo que todo sea perfecto esta noche—una insegura Helena no era algo a lo que Bárbara estuviera acostumbrada, una parte de ella se encontró enternecida y otra desconcertada, ¿acaso tiene tanto poder sobre ella? ¿Acaso Helena no sabe que nada es realmente importante si no esta con ella? Podría estar comiendo pizza en el departamento que Bárbara sentiría que era sin lugar a dudas la cena más romántica del mundo, como si estuvieran en París.

 

—Hel, estoy contigo—le apretó su mano para llamar su atención, dado que Helena parecía estar muy interesada en el diseño de la vajilla—eso es lo único que importa.

 

La joven sonrió y dejó escapar el aire que no sabía estaba conteniendo, Helena se llevó la mano de Bárbara a los labios y le da un beso en la palma con los labios abierto enviando una descarga eléctrica a las terminales de nerviosas de la pelirroja y que gracias a los nanos puede sentir hasta la punta del dedo gordo.

 

—Es verdad Red, tu y yo juntas es lo único que importa.

 

Pronto estaban disfrutando la cena, Helena no paró de hablar, entreteniendo a Bárbara con sinnúmero de anécdotas no solo de sus viajes, sino también recuerdos de su niñez que debido a la tragedia en la que ambas se vieron envueltas indirectamente la misma noche y que les impidió durante años recordar todo eso sin sufrir un gran dolor. Bárbara supo en el momento en que Hel empezó a hacerle partícipe de esos recuerdos que la joven llena de rencor y odio que otrora conociera ya no existía en esta Helena, sino que frente a sí tenía a una mujer madura y... feliz. Esa aceptación no debiera sorprenderle, pero lo hacía porque sabía que la razón de esa felicidad, era ella. Y una parte de ella aún se asombraba de que fuera así tan sencillo. Yo soy su felicidad—miró a Helena con una total y absoluta adoración, la sonrisa que iluminaba su rostro fue reflejada en la que ostentaba Helena.

 

Terminaron de cenar y pronto estaban esperando su transporte, en cuanto la limusina se estaciono fuera del restaurante, el chofer se apresuro a abrirles, Helena ayudo a Bárbara a entrar e intercambio unas palabras con el chofer, quien asintió y cerró la puerta luego de que Helena entrará.

 

Durante el trayecto ambas mujeres se contentaron con sostenerse de las manos, ocasionalmente Helena señalaba los lugares por los que pasaban explicándole a Bárbara que era o un poco de la historia del lugar. El trayecto a la marina de San Francisco no fue de mas de media hora, cuando la limosina se detuvo, Helena espero a que Phillip les abriera, cuando así lo hizo Helena le dio la mano a Bárbara para ayudarla a salir.

 

—Espero te guste el lugar que escogí, no es tan concurrido—comentó Hel cuando ya iban caminando por el muelle solitario—me gusta venir aquí precisamente por eso.

 

—Es hermoso Hel, —comento Bárbara admirando las luces lejanas de la bahía y el sonido de las olas al romper contra la costa—vienes seguido aquí? —preguntó.

 

—No mucho, no. Cuando lo hago es porque quiero estar sola y pensar, pero esta noche quiero estar contigo, es uno de mis lugares favoritos—confesó Helena, con sonrisa tímida.

 

—Me alegra.

 

Caminaron en silencio por el paseo, cuando llegaron a una curva, Helena se recargó contra el barandal y haló a Bárbara hacia ella.

 

— ¿Te he dicho lo hermosa que te vez esta noche Bárbara? —dijo Helena admirando a la mujer que amaba, sus manos sobre sus caderas acariciando suavemente sus contorno.

 

—Mmm, no lo sé—sonrió Bárbara traviesa—mmm, no lo recuerdo—se inclinó y capturó los sensuales labios de Helena que se rindió encantada ante el asalto, la lengua de Bárbara acarició el labio inferior de Helena haciendo que esta gimiera ante el contacto, sus lenguas se encontraron y pronto estaban perdidas la una en la otra, en el mar de sensaciones que asaltaban sus sentidos, haciéndolas desear estar en otro lugar y no ahí, las manos de Bárbara se enredaron en el cabello de Helena apretándola más contra si, Helena a su vez acarició la espalda de Bárbara con abandono deseando sentir la calidez de la piel de la pelirroja contra sus manos.

 

—SI, eso, no sean egoístas niñas, compartan, que estamos solitos—una voz cruda las hizo tensarse y separarse ligeramente, Helena y Bárbara se miraron a los ojos por un segundo.

 

De repente uno de los tipos intento jalar a Bárbara pero Helena se puso enfrente apretando la mano del intruso.

 

—Suéltala—rugió amenazante.

 

—uh, uh, no seas celosa, también hay para ti—uno de los tipos se llevo la mano a la entrepierna en gesto obsceno.

 

En total eran cinco truhanes, estaban o drogados o borrachos, quizá las dos cosas, en cuestión de segundos las rodearon, Bárbara no había dicho nada, limitándose a estudiar la situación, hacía años que no se encontraba en tal posición, pero la adrenalina que recorrió su cuerpo, una sensación tan familiar que la hizo sentir como hacia 9 años no se sentía.

 

—Déjenos en paz—les ordeno Helena, no quería problemas, ni tampoco quería manchar esa noche con una pelea que ella sabía podía ganar sin problemas, y aunque sabía que Bárbara era muy capaz de cuidar de si misma, Hel aún no sabía que tan capaz era la pelirroja con sus piernas ahora que ya podía caminar.

 

En cuestión de segundos, Bárbara y Helena estaban espalda con espalda, cuando uno de ellos intento agarrar a Bárbara, Helena sin dudarlo le lanzó un puñetazo al hombre y este salió despatarrado hacia atrás, inmediatamente sus amigos, gritaron y empezaron a atacarlas, enfurecidos.

 

—Maldita puta, ya veraz cuando acabe contigo—grito uno de ellos y se abalanzó contra Bárbara, Helena estaba demasiado ocupada con los otros dos.

 

Era como una danza perfecta, Bárbara lo vio lanzarse sobre ella y con sus años de entrenamiento, se agachó y le propino una patada que lo hizo salir volando, pronto el otro estaba sobre ella blandiendo un cuchillo.

 

—Estúpida, ya veraz —y le lanzo una tajada, Bárbara lo tomo del brazo se giró y con el codo le pego en la cara antes de girarse de nuevo y patearlo en los riñones.

 

Los tipos debían estar drogados, porque se volvieron a levantar abalanzándose como perros rabiosos contra ellas, Helena simplemente dejo que su parte meta humana tomará el control como hacía dos años no lo permitía, con un saltó pateo a dos en la cara y estos cayeron como fulminados por un rayo y al caer del otro lado mando a otro a volar, cuando cayo agazapada, vio como Bárbara de dos rápidas combinaciones de patadas y puñetazos dejaba inconscientes a los otros dos.

 

Ambas respiraban entrecortadas, más que de cansancio por la adrenalina del momento. Se miraron a los ojos y se rieron.

 

—Te vez tan endemoniadamente sexy cuando estas pateando traseros Red—, Helena comento con voz ronca mirándola a los ojos con los suyos aún meta humanos— ¿Cásate conmigo? —dijo de repente.

 

— ¿Sólo porque me veo sexy en una pelea? —se rió Bárbara al tiempo que una sonrisa indulgente iluminaba su rostro.

 

—Bueno, no solo por eso—se apresuró Helena a aclarar derrochando encanto—aunque tengo que admitir que realmente eres endemoniadamente sexy -al cubo—agrego con una sonrisa carnal, checando el cuerpo de la pelirroja de arriba abajo con claro deseo pintado en su rostro.

 

Bárbara enarcó una ceja y antes de que pudiera decir algo Helena agrego—Te amo Bárbara, siempre lo he hecho y siempre lo haré, ¿lo harías? ¿Te casarías conmigo? —su voz tomo un tinte casi vulnerable.

 

La pelirroja miró a los ojos a Helena, con una mezcla de desconcierto e incredulidad— ¿lo dices en serio, no es así?

 

Helena asintió con una sonrisa traviesa, Bárbara sonrió a su vez y ladeando su cabeza asintió, ¿Es que había otra respuesta?—Si Hel, la respuesta es si.

 

La joven dejo escapar la respiración que no sabía estaba conteniendo y en segundos tenia a Bárbara entre sus brazos dando vueltas con ella—Si, si —y Bárbara reía, apretando su cara contra el cuello de Helena.

 

—No se que hubiera hecho con esto si me hubieras dicho que no—dijo segundos después Helena cuando la deposito en el suelo sin dejar por eso de abrazarla.

 

— ¿Con que? —la miró interrogante.

 

Helena en lugar de contestar sacó algo de su bolsillo y lo abrió, —con esto—declaró Hel— y un hermoso anillo con banda de platino y un diamante corte princesa con diminutos diamantes a cada lado —¿Puedo? —pidió Helena con cierta timidez, y algo sonrojada, los tipos yacían tirados como pinos de boliche atrás de ella pero eso no parecía importante al momento.

 

—OH—Bárbara nunca en su vida se había considerado una mujer de rosas y poemas de amor, ni cursilerías de ese tipo, de hecho el día que Wade le pidiera que se casara con el, fue en el típico restaurante con velas y todo eso, fue tal la sorpresa para Bárbara que cuando quiso reaccionar, Wade ya estaba colocando el anillo en su dedo y dando por sentado que había aceptado y cuando lo pensó dijo, por que no; obviamente no estaba pensando bien las cosas, necesito una dolorosa experiencia como lo fue la partida de Helena para saber que estaba a punto de cometer el peor error de su vida. Sin embargo, en ese momento, con cinco malhechores tras sus espaldas y luego de una pelea, Bárbara no podía menos que pensar que Helena era la mujer más romántica del mundo.

 

Helena le beso la mano antes de colocarle el anillo y apretar la mano contra su pecho—Se que no soy precisamente la mujer más romántica y quizá debí pedírtelo en el restaurante en ese calido y romántico ensamble pero yo...

 

Bárbara la calló a Helena con un beso

 

—Es perfecto Hel, perfecto.

 

Los sentidos de Helena captaron que uno de los tipos empezaba a moverse y miro a Bárbara—vamos.

 

 Helena ya no quería estar fuera, necesitaba estar a solas con Bárbara sin ojos sobre ellas. Lo único importante era ella, regresaron a la limosina y en cuanto Phillip las vio, les abrió la puerta, Bárbara entro primero y luego Helena se unió a Bárbara en el interior de la limosina e inmediatamente se acurrucó a su lado, pasándole un brazo por los hombros y acercándola a ella, dándole un beso en la coronilla.

 

—Hay veces, —comenzó—que no me puedo creer que estés aquí conmigo. Parece un sueño.

 

Bárbara tomó su mano y la apretó suavemente—No eres la única, es increíble lo que puede cambiar en solo un par de días, y pensar que sólo anteanoche tome la decisión de venir a buscarte deseando que no fuera demasiado tarde.

 

—Yo ya había tomado la decisión de ir a New Gotham ¿Sabes? Desde el momento en que me entere que no te casaste con Wade supe que tenía que regresar y como tú, pensaba confesarte mi verdad, y que fuera lo que fuera. No podía seguir viviendo lejos de ti pretendiendo que no sentía nada o que podía vivir sin ti amándote como lo hacía.

 

—Lo sigo pensando y no puedo creer que haya sido tan ciega, se que lo he dicho ya varias veces y me sigue maravillando lo estúpida que fui, con IQ tan alto como el mío no debería ser tan tonta como para no ver lo que tenía frente a mis ojos.

 

—Red—se rió Helena—como te ibas a dar cuenta cuando yo empeñe en demostrarte todo lo contrario. ¿Hubieras creído en mi amor con el desfile de conquistas que pasaron por mi vida?

 

—Bueno—suspiró Bárbara—no precisamente. Pero hay algo que si conozco de ti y siento que al menos me hubieras dado algo en que pensar y entonces quizá los celos me hubieran hecho actuar de otra manera. No se, reclamar lo que era mío —se volvió a mirarla con un brillo travieso en los ojos—si decías que me amabas y siendo que yo salía con Wade tarde o temprano me daría cuenta que era tu manera de exorcizarme de ti. Lo cual me llevaría a volverme loca de celos pensando que tu confesión y todo en cadena.

 

—Hubiera pagado por ver eso—enarcó las cejas divertida—te habrías convertido en mujer de las cavernas y con tu mazo me pegarías mientras con gruñidos me llevabas a tu cueva.

 

—Que graciosa, no—le dio un golpecito en el estomago—no creo que habría actuado así, ese es más tu estilo, lo mío es la sutileza Hel.

 

— ¿Mi estilo? —Abrió los ojos horrorizada— ¡por supuesto que no!

 

—Oh, vamos Hel, tú eres de primero parto cabezas y luego averiguo—le recordó su modus operandi como Huntress—acaso no me has pedido que me case contigo justo después de una pelea.

 

— ¡Pero eso es parte del trabajo! —se defendió indignada—no era como si pudiera llegar a detener a los malditos asaltantes con buenas maneras.

 

—Te concedo eso, pero igual Hel. Siempre preferiste patear traseros antes que otra cosa. Así que yo tengo razón, dime ¿acaso no querías patearle el trasero a Wade?

 

—No—declaró mortalmente seria.

 

— ¿NO? —incrédula.

 

—NO, quería matarlo—declaro vehemente—el no te merecía Bárbara, nunca hubiera podido hacerte feliz añadió con cierta amargura.

 

Bárbara cerró los ojos ante el dolor que pudo percibir en la declaración de la joven, tenia razón, Wade nunca hubiera podido hacerla feliz, el era una comodidad y nada más. Sin pensarlo dos veces se volvió hacia Helena y sin más le planto un beso, reclamando su lugar en el corazón de Helena y al mismo tiempo afirmando lo que siempre supo pero fue incapaz de ver. Que ella, Bárbara Gordon le pertenecía en cuerpo y alma a Helena Kyle.

 

Helena gimió cuando sintió los labios de Bárbara contra los suyos, y cuando la lengua de esta pidió la entrada se la concedió sin dilación, los besos de Bárbara siempre la hacían perder la cabeza, desde el primero que le diera, era una intoxicante sensación que la hacía olvidar su nombre. Bárbara podía aparentar ser una mujer cerebral y fría, pero maldito si alguien podía siquiera imaginar que detrás de esa fachada yacía una mujer apasionada que era capaz de dejarla temblando de deseo con solo un roce. Pronto las dos respiraban agitadas, las manos de Helena acariciaban la espalda descubierta de Bárbara, acariciando la satinada piel haciéndola estremecer de deseo. Bárbara a su vez, empezó a besar su cuello y mordisquear el punto de presión al tiempo que acariciaba su cabeza jalando suavemente sus cabellos.

 

—Oh, cielos—gimió Helena cuando sintió los dientes de Bárbara contra su cuello, se estaba volviendo loca de deseo.

 

—Hel—murmuró Bárbara contra su oído, lamiendo y mordisqueando el tierno lóbulo—te amo, sólo a ti. A nadie más. Nunca.

 

—Bár... ba ra, por favor, no aquí. No—alcanzó a jadear contra la oleada de calor que irradiaba hacia su centro haciendo casi imposible concentrarse.

 

—Lo sé—le dio un ultimo mordisco a su oreja, halándola suavemente antes de recargarse contra su hombro suspirando entrecortada—lo sé, pero cuando estoy junto a ti no puedo evitar desearte.

 

—Maldición, me vuelves loca—dijo con la voz agitada, sintiendo que su corazón se le iba a salir del pecho.

 

—Es mutuo Hel—acarició su muslo suavemente, Helena saltó ligeramente al sentir la mano contra su pierna, quemándola aun a través de la piel de su pantalón—tu también me vuelves loca—declaro con voz enronquecida por el deseo.

 

—Oh, demonios—cerró los ojos Helena. El regreso a su apartamento torno exasperadamente largo.

 

El resto del trayecto fue en silencio, en realidad no necesitaban palabras, felices de estar juntas y disfrutar esa cercanía de la que se privaron por dos años, pero esta vez era más intenso, sabían lo que era pasar horas y horas juntas sin decir palabra alguna, cada una perdida en su mundo pero juntas siempre.

 

Cuando por fin la limosina se detuvo frente a la galería, Phil el chofer les abrió la puerta y Helena le dio la mano a Bárbara de manera galante, Bárbara le sonrió. Luego de agradecerle a Phil, ambas echaron a andar hacia las escaleras. Al pie de las mismas Bárbara se detuvo por un momento y Helena la miró preocupada— ¿Paso algo Red?

 

—Creo que me he extralimitado hoy, siento las piernas temblorosas. No creo poder subir...—dijo algo apenada.

 

—Eso no es problema—interrumpió Helena al tiempo que levantaba a Bárbara entre sus brazos.

 

Bárbara inmediatamente se acurrucó contra el cuello de Helena, otra de las pistas que paso por alto. Nunca le permitió a nadie que la cargara, ni siquiera a su padre o Dick, ellos la hacían sentir inútil, en cambio Helena la hacía sentir protegida y amada. Eso debió ser obvio, como para ella era tan natural dejarse llevar en brazos por la joven.

 

— ¿No te parece romántico?—comentó Helena al subir por las escaleras—aunque creía que esto de llevarte en mis brazos debía ser después de la boda.

 

—Nunca hemos hecho nada de manera tradicional Hel—le recordó Bárbara contra su cuello depositando un beso en l hueco donde se encontraba su pulso

 

—uhu uh—concordó Helena, los labios de Bárbara en su cuello eran bastante distrayentes, afortunadamente solo tenía que subir dos pisos de lo contrario estaría en problemas.

 

Cuando estuvo frente a la puerta le indicó a Bárbara que sacará las llaves de su chaleco y pronto estuvieron dentro.

 

— ¿Quieres tomar algo? —miró hacia abajo sonriente, no tenía prisa si eso era posible, lo que en un momento parecía acuciante en ese instante, cuando su corazón sabía que todo estaba a su alcance con solo desearlo la hacía al mismo tiempo sentir que en realidad no había prisa.

 

Por toda respuesta Bárbara halo la cabeza de Helena y le dio un largo y sensual beso que dejo en claro sus deseos, cuando se separaron Helena tenía la mirada perdida.

 

—Habitación—alcanzó a carraspear.

 

Bárbara simplemente se recostó contra su pecho, suspirando feliz. Helena no se molesto siquiera en cerrar la puerta con seguro, limitándose a darle un puntapié para cerrarla. Con su preciosa carga se fue directo a la habitación sentía sus piernas como gelatina, de repente lo que estaba a punto de pasar l le pego en plena cara. Esa noche, Bárbara sería suya en todos los sentidos, suya para siempre.

 

Helena abrió la puerta que estaba entreabierta con un suave puntapié y con pasos seguro fue directa a la cama donde con extremo cuidado deposito a la pelirroja quien la atrajo hacia así para besarla enredando sus dedos en el cabello de la joven. Helena cayó hacia delante casi encima de Bárbara quien sin dejar de besarla empezó a desabotonar el chaleco de Helena.

 

—Esto tiene que irse—jadeó Bárbara entre besos forcejeando con el chaleco, Helena se rió y lucho por ponerse de pie pero Bárbara no quería soltarla, dejando escapar un gruñido de desaprobación.

 

—Red, tengo que quitarme las botas—rió contra sus labios

 

Con un suspiro frustrado Bárbara la dejo ir, poniéndose de pie a su vez para deshacerse del vestido, en ese momento ya era una molestia lo que otrora fue una prenda destinada a dejar sin aliento a Helena.

 

Pronto sus ropas yacían en un hato en el piso. Cuando Bárbara estuvo frente a Helena en toda su desnuda gloria Helena se quedo sin aliento admirando el cuerpo perfecto frente a ella, ni siquiera sin el uso de sus piernas Bárbara dejo de ejercitarse, los músculos de su abdomen perfectamente delineados, sus brazos, sus fuertes muslos. Su boca se quedo seca y trago saliva con dificultad, admiro cada trozo de piel de arriba hacia abajo, sus ojos se tornaron feroces de deseo.

 

—Dios, eres hermosa Red—jadeo con voz ronca. Bárbara se sonrojo ante el elogio, Helena se acercó a ella y la halo hacia así, sus cuerpos desnudos entrando en intimo contacto por primera vez haciéndolas jadear ante la sensación de piel contra piel.

 

Helena buscó los ojos de Bárbara y sin dejar de mirarla por un segundo la depósito suavemente contra la cama, Bárbara cayó de espaldas contra el colchón, mientras Helena se cernía sobre ella con sensual abandono.

 

—Por noches enteras—empezó a decir Helena en un apasionado susurro—soñé con este momento, con poder acariciarte, adorarte con mi boca, con acariciarte con mis manos y recorrer cada trozo de piel, quiero besarte toda—y cada frase que decía Helena la acompaño con acciones, colocando una pierna entre las de Bárbara Helena se inclinó sobre ella, besando el cuello acompañado de suaves mordiscos y lametazos probando, saboreando— imaginaba tu sabor—le paso la lengua por el cuello trazando un camino hacia el valle de sus senos—la textura—su mano recorrió el contorno de su costado subiendo hacia su senos capturando un pezón entre su pulgar y su índice haciéndole endurecer—podía imaginar incluso como tu cuerpo respondía ante mi—Helena alzó la cabeza y miró a los ojos verdes de Bárbara perdida en ellos al instante—Pero más que nada soñaba con ver el amor que yo siento por ti reflejado en tus ojos, ver como cada caricia te estremece y te hace desear perderte en ese mar de sensaciones conmigo.

 

Bárbara estaba más allá del punto racional, su mente solo podía sentir, cada palabra de Helena la hacían estremecer y temblar, todo su cuerpo sensibilizado a cada palabra y caricia. Helena besaba cada trozo de su piel con reverente abandono, sin prisas, con besos abiertos y lametazos, Helena se estaba deleitando en probar sin restricciones la piel que por tantos años soñara acariciar, probar, adorar.

 

Las manos de Bárbara tampoco se estaban quietas, se aferró a la espalda de Helena y acariciando con sus uñas el arco de esta haciendo que la joven gimiera de placer sin dejar por ello de besar y acariciar el cuerpo de bárbara, cuando Helena tomo entre su boca un pezón endurecido Bárbara casi salto de la cama y dejo escapar un gemido mezcla de dolor y placer, Helena succiono y mordisqueo el turgente pezón al tiempo que con su otra mano jugueteaba con su gemelo para después cambiar y darle la misma atención al otro, jaló, lamió y mordió cada uno repetidas veces hasta que Bárbara la jaló hacia ella y capturó su boca en un beso casi salvaje por su intensidad, su cuerpo en llamas y cada terminal nerviosa en tensa anticipación, Helena movió su pierna encontrándose con el liquido y ardiente deseo de Bárbara que pinto su muslo. Helena siseo de placer y abandono la boca de Bárbara quien gimió en protesta para de repente volver a gemir esta vez de puro deseo cuando Helena empezó el descenso, con los ojos semi abiertos Bárbara vio como Helena se paraba un momento y admiraba sus piernas antes de empezar a acariciarlas y besarlas de los pies hacia arriba.

 

—Soñaba—siguió Helena como si nunca hubiera dejado de hablar—con acariciar tus piernas, sabiendo que aunque no pudieras sentirme amándote si podrías sentir mi amor por ti, el deseo que solo tu puedes hacerme sentir—empezó el suave y lento ascenso hacía el centro de Bárbara sin dejar de besar y acariciar cada trozo de piel de la cremosa piel de la pelirroja, Helena estaba perdida, perdida entre las sensaciones y sabores, el aroma de Bárbara intoxicaba sus sentidos, su sensibilizado sentido del olfato podía percibir aromas que para alguien mas podían ser pasados por alto, pero para ella eran un afrodisíaco. El aroma del deseo de Bárbara combinado con el suyo la estaban volviendo loca—Mírame—le pidió a la pelirroja—mírame amarte Bárbara.

 

Helena fijo sus ojos en los de Bárbara al tiempo que descendía lentamente, sin desviar la vista de los ojos verdes de la pelirroja viendo como su pecho subía y bajaba agitado, como Bárbara respiraba con la boca abierta, como sus ojos estaban dilatados de deseo pero no por ello dejaban de ver a la joven—Mírame —repitió al tiempo que su boca descendió sobre el centro ardiente de Bárbara, deteniendo un segundo para aspirar el aroma que emanaba ese lugar tan intimo y cuando su boca por primera vez se poso sobre los pliegues henchidos de Bárbara un jadeo de placer se escapo de su boca, Bárbara se arqueo al sentir los labios y la boca de Helena en ese lugar tan intimo, Helena partió los aterciopelados pliegues con su lengua, dejando escapar murmullos de placer al probar por primera vez la ambrosia de Bárbara, hundió su lengua subiendo y bajando pero sin tocar el clítoris de Bárbara que se erguía sonrosado clamando por atención. Helena en cambio se tomó su tiempo para saborear y embriagarse con la esencia que manaba de la pelirroja, con una mano abrió los labios henchidos y con se lengua entrar y salir del centro de Bárbara, esta jadeaba y se retorcía de placer.

 

—Hel—jadeo—Por favor, ¡Helena!

 

Helena en cambió seguía perdida en ese mar de sensaciones que era el poder por fin amar a Bárbara, el darle placer como ella sabía nadie podría, como nadie sería capaz de hacerla sentir, Helena estaba decidida a hacerla olvidar a cualquiera que estuvo antes que ella. Por fin, Helena se apoderó de su clítoris, con veloces lametazos para de repente solo lamer con agonizante lentitud, para después succionar con delicadeza el henchido clítoris de Bárbara que jadeaba y se revolvía ante el placer que sentía, estaba a punto de explotar y justo cuando sentía que su cuerpo se tensaba preparándose para el orgasmo inminente Helena dejo de succionar y lamer su centro—Bárbara,—exigió Helena con los ojos feroces de deseo—Bárbara—repitió y cuando sus ojos se encontraron, Helena penetró a Bárbara con dos dedos y el cuerpo de la pelirroja se arqueo mientras Helena entraba y salía dentro de ella con rapidez para detenerse y empezar un ritmo suave y torturante, Helena dobló ligeramente sus dedos rozando ese punto que Helena intuía llevaría a Bárbara al cielo y justo cuando Helena se apoderaba de su clítoris de nueva cuenta mientras sus dedos seguían entrando y saliendo, Bárbara alzó su pierna haciendo contacto con el centro de Helena quien jadeo contra el centro de Bárbara, su cuerpo estaba en llamas, el solo hecho de saber que era ella y nadie más quien estaba haciendo a Bárbara jadear y gemir de placer, el saber que su cuerpo se estremecía por ella la hizo explotar al mismo tiempo que Bárbara quien gritó su nombre cuando una oleada de placer nublo sus sentidos, su cuerpo se tornó rígido, su espalda se arqueo al tiempo que Helena se sacudía contra ella aumentando el placer ante el contacto y seguía entrando y saliendo de Bárbara sin detenerse tratando de extraer del cuerpo de Bárbara hasta la última onza de placer—AHHHHHHHH, ¡¡¡¡HELENA!!!! —Bárbara se aferró a los hombros de Helena mientras esta seguía entrando y saliendo de ella y con el pulgar presionaba su clítoris, una y otra vez haciendo que Bárbara explotara una segunda vez incluso antes de que descendiera del primero— ¡Ahh!, Helena, para, para—suplico Bárbara sin aliento, jadeando por aire—no puedo más ... para.

 

Helena sonrió y dándole un suave beso a su centro lamiendo los  restos del néctar de Bárbara y llevándose sus dedos a su boca, soltando murmullos de placer, era un visión demasiado erótica para Bárbara que jaló a Helena y la beso, probándose en los labios de la joven, quien se acomodo entre las piernas de Bárbara y buscando la mano de Bárbara la guió hacia su propio ardiente sexo—Bárbara—jadeo Helena y la pelirroja entendió y sin perder tiempo penetró a Helena y comenzó a entrar y salir con rapidez, sabiendo que Helena no necesitaría mucho; Helena escondió se cara en el cuello de Bárbara y de repente ella estaba también gritando el nombre de Bárbara al tiempo que su boca se anclaba en el cuello de Bárbara jadeante. En algún momento la manos de Bárbara y ella se entrelazaron para apretarse una contra la otra hasta que el cuerpo de Helena se dejo caer agotado contra el de Bárbara, sus cuerpos sudorosos se quedaron así por un momento, detenidos en el tiempo, con la piel aun ardiendo y el deseo a flor de piel.

 

—Te amo—murmuró Bárbara contra la mandíbula de Helena tiempo después, dándole suaves besos.

 

Yo también te amo, —suspiró Helena moviéndose lentamente contra el cuerpo de Bárbara acomodándose de tal manera que sus sexos entraron en contacto, Bárbara jadeo cuando sintió el centro de Helena contra el suyo, busco la mirada de Helena y vio como brillaban traviesos y llenos de amor—tenemos toda la noche por delante—susurró al tiempo que empezaba a moverse contra Bárbara sosteniéndose con sus brazos, embistiendo el centro de Bárbara con movimientos suaves movimientos circulares, Bárbara cerró los ojos y empezó a imitar a Helena, pronto los únicos sonidos en la habitación eran gemidos y suspiros de placer, la noche era larga pero para las dos amantes podía ser solo un suspiro y en realidad era sólo el principio...

 

 

Parte 16

 

*****

 

Bárbara despertó con la sensación de que alguien la miraba. Podía sentir claramente la mirada fija en ella, podía sentir una mano recorrer su costado en su de por si extra sensibilizada piel, un estremecimiento recorrió su cuerpo. Lentamente abrió los ojos, unos traviesos ojos azules la veían fijamente. Su sonrisa era tierna y juguetona. Bárbara parpadeo por un segundo intentando enfocar y despejarse un poco el sueño.

 

—Buenos días Red—saludo Helena en un susurro y librando el espacio entre ellas y capturando los labios de Bárbara en un lánguido beso. Sin prisas. Se separo dejando escapar un suspiro satisfecho. Bárbara abrió los ojos lentamente y le sonrió a Helena.

 

—Buenos días sin duda Hel—intento acomodarse y cierta rigidez en músculos que no recordaba que tenía, aparte de cierta sensibilidad su zona baja que no recordaba haber sufrido en su vida, se sonrojó ante los recuerdos que invadieron su mente en oleadas, aumentando su temperatura y haciendo que sus terminales nerviosas se pusieran en alerta y una descarga de endorfinas fuera lanzada a su cerebro, sintiendo como su centro se anegaba.

 

Helena enarcó una ceja interrogante, sus ojos seguían brillando entre satisfechos y divertidos.

 

— ¿Hay algo que necesites Red? —preguntó en ronco susurro, al tiempo que sus ojos cambiaban, sus fosas nasales se expandieron ante el aroma que su sensible sentido del olfato podía captar sin dificultad y su súper desarrollado sentido del oído podía escuchar claramente como el corazón de Bárbara empezaba a latir velozmente y como su respiración se hacía entrecortada.

 

—Te necesito ahora, —jadeo Bárbara con cierta vergüenza e incredulidad— ¡Dios Hel, que haz hecho de mi! ¡Me siento una ninfómana!

 

—Je, je —Hel sonrió deleitada por la actitud de Bárbara, era tan tierno—podría decir que bueno, quizá tu cuerpo esta recuperando el tiempo perdido. Ya sabes eso que no se usa se atrofia—dijo medio en broma, lo que le gano un golpecito en el estómago— o tu cuerpo sabe algo que tu no sabes.

 

— ¿En serio? —La miro interrogante trazando distraída los labios de Helena con el pulgar, demasiado pérdida en lo que ese simple gesto le hacía sentir— ¿Qué?

 

—Que somos almas gemelas—dijo Helena, sonrojándose ligeramente, ella no era cursi, pero Bárbara la hacía desear recitarle sonetos de memoria.

 

—OH—fue lo único que pudo decir Bárbara antes de que la emoción la sobrecogiera y se abalanzara sobre Helena riendo y llorando de alegría.

 

Helena reía contra los labios de Bárbara, rodaron por la cama y la joven termino encima de la pelirroja, aprisionándola con sus piernas, y sus brazos a cada lado de Bárbara, sobre ella.

 

—Te amo Red—declaró con una sonrisa.

 

—Te amo Hel, —respondió Bárbara acariciando su rostro.

 

Helena se inclino lentamente sobre Bárbara, quedando a milímetros de la los labios de la pelirroja para frustración de esta—muéstrame Red, muéstrame cuanto me amas—susurró contra sus labios.

 

Y Bárbara no perdió tiempo en demostrarle a Hel cuanto la amaba.

 

La siguiente vez que Bárbara despertó, estaba sola en la cama, se volvió ligeramente buscando el reloj y vio con sorpresa que eran pasadas las 10.

Abrió los ojos como platos y justo cuando hacía el ademán de levantarse, la voz de Helena la detuvo.

 

—Ni se te ocurra Red, te he traído el desayuno a la cama—le advirtió la voz de Helena con voz seria.

 

OH—Bárbara alzo la vista y vio como Helena se acercaba con una bandeja en mano, y una sonrisa traviesa en los labios que desmentía el tono anterior. Vestía una bata de seda azul, el cabello todo alborotado como le encantaba a Bárbara.

 

Mientras dormías corrí a Le Rose para traerte algo, no es que no pudiera hacerlo yo, pero se lo mucho que te gustan los croissant recién hechos—ofreció Hel con una sonrisa tímida sentándose frente a ella, colocando la bandeja con cuidado entre las dos.

 

—OH, eres tan dulce Hel—sonrió Bárbara, acariciando su mejilla haciendo sonrojar violentamente a la joven.

 

—Uh, no. Yo no soy dulce—negó vehemente con la cabeza—gentil, si, eso. Soy gentil.

 

—Ja, Ja, —rió la pelirroja—Hel, no necesitas mantener tu fachada de niña mala frente a mi, se quien eres. Toda tu y así te amo.

 

Hel lado la cabeza y le dedicó la “sonrisa” que siempre lograba quitarle el aliento a Bárbara, esa mezcla de timidez y travesura tan característica de ella—yo también te amo Red.

 

—Dime ¿tenemos algo planeado para este día? —pregunto mientras se preparaba un croissant con una de las jaleas que Helena incluyera.

 

—Mmm—Helena justo acaba de llevarse a la boca uno de los croissant—Si tu quieres—dijo una vez que se paso el bocado.

 

— ¿Cómo así?

 

—Sip, podemos salir a seguir viendo la ciudad si lo prefieres, o podemos quedarnos en casa y empezar a empacar mis cosas. También si lo deseas y necesitas tiempo para revisar tus asuntos no hay problema. Tengo que bajar a hablar con Kate de todas maneras, avisarle que regresaré a NG contigo. O...—hizo una pausa

 

— ¿o? —enarcó Bárbara una ceja.

 

—O podemos recuperar el tiempo perdido—sonrió lasciva, recorriendo con su mirada el cuerpo desnudo de Bárbara, quien no se tomo la molestia en cubrirse.

 

La piel blanca de Bárbara se puso colorada y cuando intento jalar la sabana para taparse casi tira la bandeja, que Helena se apresuro a sostener.

 

— ¡Helena! —le llamó la atención, aunque la sonrisa que asomo a sus labios desmentía su tono.

 

—Te ves hermosa cuando te sonrojas Red, te sienta muy sexy—comentó Helena con una sonrisa, pero sabiendo que Bárbara no era una mujer que soliera permitirse esas libertades consigo misma, más que nada demasiado conciente de las cicatrices que marcaban su abdomen, Helena se puso de pie y fue a su closet, sacando una bata de seda verde, compañera de la que traía puesta y que causalmente comprara unos días antes de que Bárbara apareciera frente a su puerta en el barrio chino.

 

—Ten, ponte esta—se la paso.

 

Bárbara miró curiosa la bata antes de hacer siquiera el intento por tomarla. Levantó la vista y la fijo en Helena interrogante. Era obvio que era una bata de mujer.

 

Es nueva. La compre al mismo tiempo que esta—explico Helena, señalando la suya—de hecho las compre el mismo día que tú...—hizo un ademán con la mano—hablando de proyecciones. Es obvio que la compre pensando en ti. Es el color de tus ojos ¿sabes? —se sonrojo ligeramente.

 

—Oh—no supo que más decir y procedió a ponerse la bata que le sentó muy bien a su piel caliente—es hermosa Helena, gracias.

 

—Al contrario Bárbara, eres tu quien le hace justicia a la bata, de otra manera solo sería un pedazo de seda—dijo Helena acercándose para darle un beso.

 

Cuando por fin se separaron las dos respiraban entrecortadas—entonces Red, ¿que será? —preguntó Helena saboreando sus labios, que quedaron con un rastro de la jalea que Bárbara degustara momentos antes.

 

— ¿Qué te parece una ducha? —ladeo la cabeza—compartida.

 

—Me gusta tu forma de pensar. ¿Vamos? —le ofreció la mano.

 

—Mmm, te parece si primero terminamos de desayunar. No queremos que te quedes sin fuerzas, ¿cierto? —sugestiva.

 

—No, definitivamente no—rió sexy.

 

El resto de la mañana lo pasaron en la cama, Bárbara no podía tener suficiente de Helena, y la joven parecía pasarle lo mismo, con solo pequeñas siestas y un poco de agua. Eran casi las 6 cuando por fin emergieron de la habitación, recién duchadas, de nuevo y muertas de hambre.

 

—Hmm, ¿te molesta si checo el trabajo un momento, pregunto Bárbara luego de comer.

 

—No, para nada. De hecho voy a ver a Kate, seguro esta en la galería aún.

 

—Ok, la saludas de mi parte —Bárbara le dio un beso y Helena se levantó y fue en busca de Kate.

 

Mientras Helena iba a hablar con Kate sobre su partida, Bárbara se ocupo de checar como iban las cosas en New Gotham en su ausencia, sabía de sobra que Dinah ya era muy eficiente al frente de Delphi, y que Aiko y Dick podían muy bien con los patrullajes de la ciudad. Pero ella era Oracle después de todo, y siempre quería estar bien informada de todo, nunca estaba de más estar bien preparado para cualquier eventualidad. El crimen lamentablemente nunca descansaba.

 

Dada la hora, sabía que podía hablar con Dick por teléfono, y seguramente Dinah ya estaba en la torre en compañía de Aiko, a punto de salir. También debía hablar con Ashley para coordinar todo, en un par de días como mucho estaría de regreso con Helena y quería que fuera una sorpresa para Dinah y Alfred el que la vieran regresar no solo con Helena, sino como lo que eran, una pareja formal.

 

Cuando Helena regresó una hora y media después, Bárbara seguía revisando sus cosas en la lap, levantó la cara sorprendida cuando vio el paso del tiempo.

 

—Ya pronto serán las 8 Red, no es que sea una cena formal ni nada, pero estoy segura que querrás vestirte con algo más que jeans y mi camiseta ¿cierto? —se dejo caer a su lado.

 

—Hey, no te oír regresar—la saludo.

 

—Obviamente, estas muy concentrada, dime ¿Dinah ya logró desconfigurar a Delphi? —dijo en broma.

 

— ¡¿Qué?! —exclamó alarmada—No, no como crees, Dinah ya lo hace muy bien.

 

—Jaja, fue una broma Babs, se cuanto adoras a tu súper computadora.

 

—No es gracioso Hel, aún no olvido la vez que volaste un disco duro por jugar Halo con ella—le recordó con falso enfado.

 

—Oh, oh, golpes bajos no—alzó las manos en señal de rendición—yo que iba a saber que si juegas Halo en ella podía pasar semejante cosa. ¡Es un simple juego!

 

—Un juego con potencial de destrucción en una computadora diseñada para atacar a cualquier intruso, te conectaste a la red de jugadores y eso confundió a Delphi.

 

—Hmpf—se cruzó de brazos—gane de todas maneras.

 

—Ay Hel—se rió Bárbara y luego de un par de rápidos comandos apago la lap—bien, ¿que quieres hacer?

 

 Helena le sonrió pícara a la mujer pelirroja y antes de que tuviera tiempo de reaccionar, Helena cargó a Bárbara entre sus brazos y entre risas y besos, las dos cayeron en la cama con Helena debajo de Bárbara.

 

—Como que ya se te hizo un hábito eso de llevarme en brazos eh—le reclamó en broma la pelirroja, sus brazos a los costados de Helena quien coloco sus manos en la cadera de Bárbara.

 

— ¿Tienes alguna objeción? —preguntó con sonrisa lasciva, Bárbara se lamió los labios de repente sintiendo la garganta seca, Dios, lo que Helena le hacia sentir con solo una ligera caricia.

 

—No—susurró con voz enronquecida, sus ojos dilatados por el deseo—no, nunca—se inclinó sobre Helena capturando sus labios con pasión.

 

Pronto prendas de ropa fueron desechadas con urgencia, y gruñidos de satisfacción cuando por fin se encontraron piel con piel—Te amo Red—declaró Helena con los ojos de oro fundido.

 

—Te amo —jadeó Bárbara contra el cuello de Helena —te amo tanto Hel.

 

 

El día siguiente se fue en guardar las cosas que Helena se llevaría de regreso a New Gotham, en realidad eran pocas cosas y embalar los retratos de Bárbara, esos eran los únicos que se llevaría consigo, el resto que ya estaban terminados se quedarían con Kate para exhibir y la dueña de la galería se encargaría así mismo de enviar el resto de sus pertenencias.

 

Esa noche Helena subió al techo con Bárbara, quien la abrazo por detrás, notando cierta melancolía en la joven.

 

—Voy a extrañar la ciudad, creo que me encariñe con ella en este tiempo—dijo Helena en un susurro.

 

—Es entendible Hel—comentó Bárbara sintiendo una punzada de aprehensión ¿estaba haciendo lo correcto? Y Helena sintió como se tensaba la mujer mayor.

 

—No me mal entiendas Babs, no me arrepiento de dejarla, en lo más mínimo, solo que en este lugar me encontré a mi misma, lo único que puedo agradecer de mi autoexilio es que por fin encontré la paz que desde la muerte de mi madre no tenía.

 

Bárbara respiró profundo intentando asimilar las palabras de la joven, intentando conciliar lo que le decía con el dolor de saber que de alguna forma esa separación fuera lo que llevara a Helena a ese punto.

 

—Crees que el estar conmigo en New Gotham te impidió llegar a ese crecimiento.

 

—Creo que estaba demasiado inmersa en mi frustración por no tenerte Red—confesó—siempre luchando contra mi misma, tratando de ocultarte lo que sentía tras mi fachada que nunca me detuve a pensar con claridad. Leah me lo dijo que si en lugar de pasarme el tiempo intentando olvidarte te lo hubiera demostrado, mi propia perspectiva hubiera cambiado.

 

—Aún con lo dolorosos que fueron estos dos años sin ti Helena, creo que de alguna manera fueron necesarios para ambas. Hubiera deseado que no tuviera que ser así, pero ahora somos diferentes personas, aprendimos dolorosas lecciones y eso nos hizo más fuertes.

 

—Contigo Bárbara, saber que me amas me hace fuerte—declaró Helena con pasión.

 

—Y a mí, no digo que será fácil, mi vocación es muy demandante, y lo sabes—apunto con cierto temor.

 

—Bárbara, yo se lo que ser vigilante significa para ti—la tranquilizo Helena—, y estoy acostumbrada a esa vida, pero ahora nos tenemos la una a la otra, nos entendemos como nadie podrá ser capaz de hacerlo jamás.

 

—Juntas—Bárbara la apretó contra si.

 

Helena se volvió para mirar a Bárbara de frente, sus ojos se encontraron y durante varios segundos sus miradas intercambiaron promesas de un futuro que sabían peligroso y quizá incierto—juntas Red.

 

FIN


 

 

Epilogo

 

 

Cuando Bárbara entró en la torre, Dinah corrió a abrazarla.

 

—Bárbara, ¡a que hora llegaste!, ¿Por qué no nos dijiste que llegabas? , ¿Cómo te fue? ¿Te divertiste? ¿Que hiciste?

 

—Ja, ja, calma, Hola Dinah, Dick, —le sonrió a su viejo amigo.

 

—Hey Babs, me alegra que estés de vuelta, me estaba volviendo loco—bromeo— ¡hey! —dijo sobándose la cabeza cuando sintió un golpe “mental” de Dinah.

 

— ¿Y Aiko? —preguntó cuando notó la ausencia de su mas joven protegida.

 

—En casa de una amiga estudiando—informó Dinah

 

—Oh, y ¿Alfred?

 

—Buenas noches Srita. Bárbara—salió de la nada Alfred con una bandeja y un servicio de Te.

 

—Alfred, que gusto, me alegra que estén todos aquí. Tengo una sorpresa.

 

— ¿Sorpresa? —Los ojos de Dinah brillaron curiosos— ¿nos trajiste algo?

 

—De hecho, si—se volvió ligeramente y sus ojos se posaron en el balcón, justo en ese momento, se oyó un ligero ruido.

 

Dinah y Dick se volvieron bruscamente, temiendo un ataque, Alfred se limitó a sonreír con expresión de suficiencia, de repente una figura que hacia dos años no cruzaba la puerta del balcón entro por la misma, una figura enfundada en piel de color negro y gabardina caminaba hacia ellos.

 

Dinah dejo escapar un grito de alegría y salió corriendo casi tumbando a Helena con su entusiasta abrazo.

 

—¡¡¡¡Helena!!!!.

 

—Hey Kid, ¿me extrañaste? —rió Helena devolviendo el abrazo con igual entusiasmo.

 

Dick se volvió a Bárbara con una ceja enarcada, Bárbara sonrió con cierto rubor en sus mejillas y una expresión pícara.

—Washington eh ¿Babs?

 

—San Francisco de hecho—confesó Bárbara sin dejar de sonreír —la misión más importante de mi vida.

 

— ¡Lo sabía! —declaró triunfante Dick.

 

— ¿Cómo? —lo miró Bárbara interrogante.

 

—Hmmm, no había ninguna conferencia de Nanotecnología en DC, Babs.

 

—Debí imaginar que verificarías, eres un chismoso —le regaño en broma.

 

—Me alegro por ti Babs, en serio. Ya era hora de que tomarás el toro por los cuernos.

 

Helena llegó con ellos y le sonrió a Dick sin animadversión, algo que sorprendió a su hermano adoptivo, por lo regular Helena era bastante agresiva con el.

 

—Hola Dick, hace tiempo que no nos veíamos. ¿Cómo has estado? —lo saludo cálida.

 

—eh, hola Helena. Bienvenida a casa. —dijo algo desconcertado.

 

—Gracias, es bueno estar de vuelta.

 

En eso, Helena vio a Alfred y fue hacia el.

 

— ¡Alfred!, —abrazó al mayordomo que se sorprendió ante el gesto afectuoso de la joven—te he extrañado viejo amigo. Las cuidaste bien, Gracias —dijo en un susurro.

 

—Es mi deber Srita. Helena, y un honor—le sonrió educado, pero en sus ojos brillaba genuina alegría por ver a la joven de vuelta.

 

—Gracias.

 

Una vez más un grito de sorpresa de Dinah hizo saltar a todos.

 

— ¡¿Qué es esto?! —la rubia tomó la mano izquierda de Bárbara inspeccionándola. Ahí en el dedo índice de su mano brillaba un anillo de compromiso y una alianza de platino.

 

Bárbara dejo que la joven estudiara su mano antes de sonreír ante su mirada acusadora.

 

— ¡Te casaste con ella! —acuso incrédula apuntando con un dedo a Helena.

 

Helena se encogió de hombros con una sonrisa arrogante, pero sus ojos brillaban felices—Tenía que hacer una mujer honesta de ella D.

 

— ¿Disculpa? —dijo Bárbara indignada.

 

—De hecho diría que era lo menos que podía hacer Srita. Bárbara, después de tantos años viviendo en pecado —comento Alfred con voz seria.

 

Bárbara se le quedo mirando abriendo y cerrando la boca, ¿Acaso todo mundo sabía la verdad de sus sentimientos por Helena.

 

—Estoy de acuerdo Babs, ya se estaban tardando. ¡Felicidades! —intervino Dick.

 

Bárbara iba a decir algo cuando Helena se puso a su lado.

 

—En realidad, Bárbara me hizo la mujer más feliz del mundo al acceder—le sonrió encantadora.

 

—Esto hay que celebrarlo—anuncio Dick—Alfred, champaña.

 

Bárbara le dio la mano a Helena y juntas echaron a andar rumbo a la sala. Seguidas de Dinah y su andanada de preguntas

 

— ¿Por qué no me invitaron—se lamentaba.

 

 

 

****

 

Mucho más tarde, en la mansión Wayne —Ella ha regresado Sr. Bruce, casada... si, señor con la Srita. Bárbara. Nunca las vi más felices Sr...

 

Alfred colgó con una sonrisa satisfecha—si, Sr. Bruce —dijo al aire—creo que ya es tiempo de que regrese. Se que lo es.

 

FIN




V's Scrolls
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