~ Adiós, nunca es para siempre ~
by V

Descargos: Parte 1

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Parte 12

 

*****

 

Al día siguiente por la mañana despertó con cierta ansiedad que atribuyó a la revelación de la noche anterior, decidida a no permitir que la misma la agobiara, se levantó y luego de un ligero entrenamiento y una ducha se fue a su cita matutina con Leah, lo habían hecho casi un ritual cuando las dos estaban en la ciudad al mismo tiempo.

 

Leah la convenció de ir de compras, así que luego de desayunar se fueron al barrio chino a deambular y hacer compras, comieron en su restaurante chino favorito y luego de una mañana fructífera gastando dinero, Helena regresó a casa con un par de batas de seda nuevos, no sabía por que pero había comprado una pensando en Bárbara, del color verde de sus ojos.

 

Por la tarde, paso a ver a Kate y luego de un par de horas con ella ayudándole en la galería, subió a su departamento, se sentía con exceso de energía, pero al mismo tiempo no quería estar encerrada en su casa, así que luego de cambiarse se fue a correr, quizá unas cuantas millas le ayudarían a relajarse y despejar sus mente. Ajusto el volumen de su Ipod y se echó a correr calle abajo rumbo a un parque cercano.

 

Bárbara se estaba estacionando cuando vio a una figura que reconocería entre mil corriendo a lo lejos. Se quedo sin aliento ¡Por Dios, está más hermosa de lo que recordaba! Exclamó su mente, Dinah se quedó corta en su descripción de la actual Helena. Sintió mariposas en el estómago y una calidez recorrer su cuerpo ante la perfecta visión. Sin embargo, inmediatamente el temor y la duda de cual sería la recepción de la joven detuvieron su primer instinto de salir corriendo a abrazarla. Cerró los ojos y se recargó en el volante, perdiéndose el momento en que Helena se detuvo como si hubiera sentido su presencia, volteando para ver a todos lados, esta se detuvo, cuando no vio a nadie siguió su carrera hacia su departamento.

 

Tomando unos minutos para tranquilizarse y darse valor, Bárbara salió del auto, luego de asegurarse que estaba puesta la alarma, respiró profundamente y echó a andar hacia el edificio donde sabía estaba el departamento de Helena. Con piernas temblorosas Bárbara subió las escaleras, tratando de tranquilizar sus crispados nervios. Aspiro profundo varias veces y toco la puerta.

 

Helena luego de entrar a su departamento se quitó la empapada camiseta quedándose en sujetador deportivo, estaba quitándose el pants, cuando escuchó el timbre de la puerta. Preguntándose quien sería, sin molestarse en echarse una camiseta encima, jaló la toalla que estaba colgada en la silla de su habitación colocándosela en el cuello.

 

—Ahora voy. —exclamó cuando oyó el timbre de nuevo. Se asomó por la mirilla y se quedó sin aliento, ¿Bárbara? Jadeo. Abrió de golpe la puerta, asustando a Bárbara quien alzó la vista del piso.

 

— ¡¿Bárbara?! —pronunció mirándola incrédula— pero... pero... —balbuceó sin dar crédito a lo que veía, Bárbara en su puerta y de pie.

 

—Hola Hel—sonrió Bárbara nerviosa—, puedo pasar.

 

—Ah, —Helena salió del trance en el que estaba, aún sin poder creer que la pelirroja estaba frente a sí—. Sí, si pasa. —se hizo a un lado. ¡Bárbara estaba caminando!

 

— ¿Cómo has estado Hel? —inquirió Bárbara, sin dejar de sonreír, la vista de Helena semi desnuda estaban haciendo difícil controlar los latidos de su corazón. ¡Dios, como pude ser tan ciega! Con solo mirarla sentía que su corazón se le iba a salir del pecho.

 

—AH, bien, bien—excelente ahora que estas aquí—se dijo—Yo, esto es una sorpresa, yo, Dios, Red, te he extrañado tanto. —exclamó Helena y sin pensarlo más se abalanzó sobre ella, abrazándola fuertemente, no quería dejarla ir. Había tenido razón, solo bastaría ver a Bárbara una vez para saber que no querría dejarla ir, nunca, que no podría vivir sin verla, sin oír su voz. Oh, Dios, te necesito.

 

Bárbara se quedo petrificada por un momento, antes de relajarse y abrazar con fuerza a Helena. —Yo también te he extrañado mucho Hel, no sabes cuanto. —dijo contra su cuello. Aspirando su aroma. Celestial—pensó.

 

— ¿Vienes tu sola? —preguntó Helena luego de soltarla, y guiarla a la sala, donde tomaron asiento una frente a otra.

 

—Si. —asintió Bárbara, sin dejar de sonreír.

 

—Oh, ¿Del aeropuerto?, Debiste decirme que venías, hubiera ido por ti—le reclamó sorprendida.

 

—Fue una decisión de último momento. Y no, pase al hotel primero.

 

— ¿Hotel? —Repitió Helena, mirando desconcertada a Bárbara— ¿Por qué un hotel?

 

Bárbara se sonrojo—Eh, no sabía si me recibirías Hel, lo siento—se apresuró a decir la pelirroja al ver la expresión dolida de Helena. —Además no sabía si estarías en casa o no, por lo que Dinah me dijo...

 

—Por Dios, Red, tú siempre serás bien recibida en mi casa. —la miró a los ojos interrumpiéndola.

 

—Gracias Hel, pero yo...—las palabras le faltaban, como explicarle que estaba aterrorizada antes de poder hablar coherentemente.

 

—No se diga más—, levantó la mano, mirándola con esa sonrisa de lado que le quitaba el aliento—, dame unos minutos para bañarme e iremos por tus cosas, ¿te quedarás verdad? —la miro insegura, quizá estaba asumiendo más de lo que debía.

 

—Claro que si Hel—le sonrió cálida.

 

—Excelente, tengo espacio de sobra, ahora regreso. —Se puso de pie de un salto y ya se iba cuando regreso— ¿Dónde están mis modales? —Se regaño— ¿quieres algo de tomar, lo que sea Babs? —ofreció solicita.

 

—Agua estaría bien Hel—aceptó Bárbara.

 

—Si, agua. —dio una cabezadita y salió corriendo a la cocina.

 

Bárbara estaba enternecida por el entusiasmo casi infantil de Helena al verla, había esperado... bueno en realidad no sabía que esperar, pero la alegría de la joven al verla era genuina.

 

Helena regreso con una botella de Perrier en la mano y una servilleta. —Aquí tienes, no me tardó, siéntete libre de pasear por el departamento Babs —le dedicó una sonrisa tímida y en opinión de Bárbara encantadora.

 

—Gracias Hel. Tomate tu tiempo, no hay prisa. —sonrió.

 

—No tardó—y salió corriendo en dirección de la habitación. No sin antes dedicarle una última mirada como si temiera que al dar la vuelta en el pasillo Bárbara desaparecería, está no dejo de seguirla con la mirada hasta que se perdió detrás de la puerta de lo que asumía era su habitación, una sonrisa indulgente se asomó a sus labios, pese a todo lo que estaba por decir, a todas esas interrogantes que existían entre ellas como una manada de elefantes blancos en el medio de la sala, no podía evitar sentir esa familiaridad y seguridad que la presencia de Helena evocaba.

 

Cuando escuchó el agua de la regadera Bárbara respiró profundo y se puso de pie. Todo su ser vibraba de manera extraña, era como si estuviera de repente cargada de una energía especial, desde el momento en que tuvo a Helena frente a sí. No sabía que pasaría después de que aclararan las cosas que tenían que aclarar entre ellas, pero de momento, en ese preciso instante la sola presencia de la joven la hacían sentir viva, más viva de lo que había estado en los dos últimos años. No tenía que ser un genio para saber con certeza absoluta que era a Helena lo que necesitaba para vivir.

 

Miró a su alrededor con más calma, vio la computadora que tenía encantada a Dinah, sonriendo divertida, no se podía comparar con Delphi, por supuesto, pero en una PC casera y para uso personal, no estaba nada mal de hecho. Vio las fotos y se acercó a ellas, estudiándolas con interés. Pudo reconocer varios lugares de Latinoamérica, zonas arqueológicas y varios monumentos históricos, en la mayoría de ellas salía sola en la foto, aunque en otras estaba a veces con alguien, mujeres en su mayoría. Se preguntó con un dejo de celos si acaso serían conquistas de Helena o sólo conocidos durante el viaje. Cuando llegó a una foto con una hermosa cabaña detrás, Bárbara se preguntó quien sería la mujer rubia, con ella, parecían muy a gusto juntas, Helena tenía el brazo sobre los hombros de la rubia y esta tenía su brazo pasado por la cintura de Helena, se veían sonrientes y felices.

 

—Es Leah —escuchó la voz de Helena detrás de ella y saltó, no la escuchó llegar y al parecer se veía muy concentrada en la foto como para que la joven identificara a la mujer a su lado. Bárbara recordó que Dinah le comentará de esa tal Leah , acaso no había sido esa mujer con la que recientemente Helena había pasado dos meses en Colorado.

 

—Una buena amiga supongo—dijo con tono neutral, y se volvió hacia Helena con una sonrisa algo tensa,

 

—Si, muy buena amiga. —Helena sonrió a su vez. —Lista, ¿ya cenaste?

 

—No, después del aeropuerto, me fui directo al hotel y luego vine para acá.

 

—Ok, conozco un restaurante donde podremos cenar, vamos. —Helena la miró con una sonrisa incierta, después de la sorpresa inicial, en la ducha no pudo dejar de preguntarse la verdadera razón por la que Bárbara estuviera en su casa en ese momento.

 

—Vine en un auto rentado—informó Bárbara cuando bajaban las escaleras.

 

—Oh, OK. Tomaremos el tuyo entonces, mañana lo devolveremos si te parece. —la miró brevemente.

 

—Claro, —Bárbara notó que Helena le preguntaba sin hacerlo directamente si acaso pensaba pasar unos días en San Francisco.

 

— ¿Sabe Dinah que estas aquí? —preguntó cuando llegaron a la calle, y empezaron a andar rumbo al auto rentado de Bárbara.

 

—Eh, no. Ella cree que estoy en Washington con Ashley —respondió Bárbara algo sonrojada por su admisión.

 

—Oh, ¿Quién es ella?—inquirió Helena con curiosidad, no conocía a ninguna amiga de Bárbara con ese nombre.

 

—Es mi compañera de trabajo en el laboratorio.

 

—Claro. ¿Por qué no le dijiste a Dinah que venias? —curiosa.

 

Bárbara se detuvo frente al auto y le entregó las llaves a Helena—tu conoces mejor la ciudad. Helena asintió y accionó el control de la alarma, abriendo el auto automáticamente.

 

Ya dentro del auto, y luego de que Helena arrancará, Bárbara miro hacia el frente, incapaz de mirar a la joven.

 

—Fue una decisión de último momento, y bueno...—dios porque es tan difícil explicar las cosas, como decirle que no podía más, que necesitaba verla, saber. Sin embargo, solo dijo—No estaba segura, quería hablar contigo.

 

—Oh. —fue su respuesta.

 

Durante un momento, Helena no dijo nada, perdida en sus pensamientos y en la razón por la que Bárbara podía estar con ella en ese momento, después de algunos minutos, comento— ¿Qué hotel?, no me has dicho.

 

—El Hotel Diva. Que esta cerca de aquí.

 

—Si, se cual es. Dime Red, ¿como es que estas caminado?, No estas usando el transmisor neurológico ¿verdad? —la miró seria. Helena sabía el dolor intenso que ese aparato le causaba, por no mencionar lo peligroso que era, podía dañar su espina y sistema nervioso sin remedio.

 

—No, —negó— es una larga historia. Te la contaré en la cena si te parece. Pero puedo asegurarte que no estoy bajo analgésicos ni nada por el estilo. Se llama nanotecnología.

 

—Oh.

 

—Nadie sabe que camino Hel, más que Aiko y Dinah, ah y Alfred, pero claro, no puedo ocultarle nada a Alfred. —se rió. El mayordomo otrora de Bruce Wayne estaba a las órdenes de Bárbara y por supuesto de Helena, dado que era la hija de Bruce.

 

—Oh. —al parecer es lo único que podía articular Helena de momento, la presencia de Bárbara tan cerca de ella, era una peligrosa distracción, después de dos años sin verla realmente estaba causando estragos con sus emociones.

 

Pronto estuvieron en el hotel, Bárbara fue directamente con ella a su habitación, la pelirroja de hecho no había sacado nada, depositando su bolsa de viaje en la cama. Sólo la recogieron y fueron directamente a Recepción para hacer el check out. La recepcionista que las atendió se mostró solicita y preocupada por la pronta salida de la mujer mayor, dado que apenas había ingresado un par de horas antes.

 

—Cuando supe que estaba en la ciudad—intervino Helena ante las preguntas de la recepcionista—le dije que de ningún modo se quedaría en un hotel cuando podía hacerlo en mi casa—le sonrió encantadora.

 

—Oh, —le devolvió la sonrisa la recepcionista—Bueno, eso es todo Srita. Gordon, gracias por haber elegido el Hotel Diva para su vista a San Francisco, aunque no haya podido quedarse con nosotros.

 

—Gracias. —Bárbara recogió su tarjeta de crédito y cuando iba a recoger su maleta, vio que Helena ya la llevaba consigo.

 

—Bien, vamos a cenar, me muero de hambre. —dijo en tono jovial.

 

—Ja, ja, ja—rió deleitada Bárbara, —¿Cuándo no tienes hambre Hel?.

 

—Jajajaja. —le dedicó una sonrisa de medio lado, entre triste y melancólica. —Te sorprenderías Babs.

 

Bárbara se detuvo un momento, estuvo a punto de preguntarle cuando, pero algo la hizo no hacerlo, como si supiera en ese mismo instante a que se refería Helena.

 

—De hecho Hel —dijo en un susurro.

 

El restaurante “Baldacci” era pequeño pero acogedor, tenía ese ambiente italiano casero que tanto gustaba a Helena, y por el trato que le dio el anfitrión al verla, al parecer era asidua visitante al mismo.

 

—Signorina Helena, que gusto verla por aquí de nuevo.

 

—Bona Será Giuseppe, come stai?

 

—Bene, bene bellísima, veo que vienes con alguien, bellísima. Giuseppe Baldacci, Signorina.

 

—Bárbara—sonrió la pelirroja, —el gusto es mío, Giuseppe.

 

—La misma mesa de siempre ¿verdad?

 

—Si es posible Giuseppe.

 

—Claro, claro.

 

Giuseppe las guió a una mesa al fondo del restaurante que tenía vista al interior de un pequeño jardín con una fuente.

 

Luego de asegurarles que un mesero iría pronto a tomarles la orden, Giuseppe se retiró deseándoles una excelente cena.

 

—Es hermoso Hel, vienes seguido por lo visto.

 

—Si, luego de mis primeros días en la ciudad y de instalarme recorría las calles caminando, encontré este lugar y entre, quede fascinada con el trato y la comida. Nonna Baldacci hace una Lasaña exquisita.

 

—Habrá que probarla entonces—dijo con ligereza. Bárbara había notado el cambio en Helena justo cuando entraron al restaurante, acaso venía con sus conquistas seguido. Sabía del apetito de Helena, era una coqueta natural, y exudaba una sensualidad y encanto a borbotones, no había mujer u hombre que se resistiera a sus encantos.

 

—Te la recomiendo.

 

En ese momento, el mesero que se identifico como Phillipo, llegó a tomar su orden.

 

—Puedo ordenar por ti Bárbara—preguntó Helena.

 

—Seguro Hel, confió en ti. —al momento de decirlo, Bárbara se arrepintió, la sombra de dolor en los ojos de Helena fue clara antes de que esta la ocultara con una sonrisa que no alcanzó sus ojos.

 

—Lo de siempre Pipo, y una botella del vino de la casa.

 

—Bene, en un momento.

 

Mientras el mesero regresaba con el vino, Helena estudiaba descaradamente a Bárbara, quien a su vez, le devolvió la mirada, los ojos de la joven, no dejaban leer nada, antes, cuando eran como un libro abierto para Bárbara ahora, eran dos hermosos orbes que no dejaban ver nada más que una interrogante. En cambio Helena notaba que había unas líneas de preocupación en los ojos de Bárbara que antes no había, y sus ojos, esos hermosos ojos verdes en los que soñó con perderse tantas veces, ahora la miraban con tristeza y cierto miedo. ¿Qué es lo que temes Red? Se pregunto Helena. En ese momento regresó Pipo con el vino, luego de probarlo, este lo dejo, prometiendo tener la cena pronto.

 

—Y dime Red, ¿Qué hay detrás de tu milagrosa recuperación? —preguntó Helena luego de un trago a su copa.

 

—Bien, como te decía es una larga historia—Bárbara sopeso que podía decirle sin revelar de lleno la verdadera razón detrás de su trabajo incansable por recuperar la movilidad y sensibilidad de sus extremidades inferiores, sin declararle abiertamente que el vació existía sin ella en su vida, la había hecho trabajar y experimentar hasta lograr el resultado que hoy tenia—No sé si Dinah te lo mencionó, pero trabajo en Wayne Laboratorios e Investigaciones, desde hace año y medio —una cabezadita de Helena le indicó que lo sabía—bien, estoy en una rama de la investigación que estudia la Nanotecnología como posible vía para la regeneración de tejidos dañados y conectores para el sistema nervioso.

 

—La nanotecnología—explicó—es un campo de las ciencias aplicadas dedicado al control y manipulación de la materia a una escala menor que un micrómetro, es decir, a nivel de átomos y moléculas (nanomateriales). Lo más habitual es que tal manipulación se produzca en un rango de entre uno y cien nanómetros. Para darte una idea de lo pequeño que puede ser un nanobot, más o menos un nanobot de 50 nm tiene el tamaño de 5 capas de moléculas o átomos (depende de qué esté hecho el nanobot).

 

—Es decir microscópico—apuntó Helena, que si bien no entendía mucho de jerga científica, no era tan ignorante como para no entender lo básico, no había vivido la mitad de su vida con Bárbara como para no saberlo.

 

—Si, La nanotecnología promete soluciones nuevas y más eficientes desde aplicaciones médicas nuevas o más eficientes, a soluciones de problemas ambientales y muchos otros; sin embargo, el concepto de nanotecnología aún no es muy conocido en la sociedad. Esta en estado completamente experimental Helena, los progresos actuales pueden calificarse más bien de nanociencia, cuerpo de conocimiento que sienta las bases para el futuro desarrollo de una tecnología basada en la manipulación detallada de las estructuras moleculares.

—Lo cual debo suponer, nos lleva al punto neurálgico de tu recuperación, no es así.

 

—Efectivamente, si bien la investigación nanotecnológica no es nueva en Wayne Investigaciones, lo que hemos estado trabajando Ashley y yo es completamente un campo nuevo basado en previos descubrimientos. Dado que el tamaño molecular de los nanobots hemos estado trabajando su uso como conectores y regeneradores del sistema nervioso, en mi caso, una parte minúscula de mi espina esta dañada, los nervios fueron destrozados por la bala, sin embargo mi espina esta intacta, es como si fuera un puente roto, perdí sensibilidad y la posibilidad de que mi cerebro controlara las funciones de mis extremidades inferiores.

 

—Estos nanobots, ¿hacen la función de puente?

 

—Precisamente Hel, como una cadena, los nanobots inyectados directamente en mi espina, están diseñados y programados para hacerla de conectores y regeneradores de mi sistema nervioso dañado, contienen un paquete de mi ADN, así como instrucciones precisas de su función.

 

Helena escuchó a Bárbara con atención, evaluando sus palabras. Frunció el ceño al escuchar la palabra inyectados directamente en su espina, ¿A que se refería con eso?

 

— ¿No es peligroso introducirlos en tu cuerpo? —dijo en tono serio.

 

—No Helena, en primer lugar son biodegradables, y mi cuerpo los absorbe y desecha una vez que cumplen su ciclo de vida, en segundo, están diseñados única y exclusivamente como conductores y regeneradores de esos nervios de mi espina dañados, únicamente.  Trabajamos por meses perfeccionando dicho paquete, hasta encontrar la composición necesaria para que cumplieran su función.

 

— ¿En que? —se imaginaba, pero quería escucharlo de Bárbara.

 

—En ratas y conejos Helena. —dijo con cierta frustración, imaginaba ya la reacción de la joven.

 

—Y el hecho de que solo 4 personas sepan que caminas se debe a que todo lo que estas haciendo es completamente experimental y no deberías bajo ningún concepto estarlo probando directamente en humanos ¿no es así? —Helena estaba sintiendo pánico y enojo, si Bárbara estaba poniendo en peligro su vida, no tendría empacho alguno en contactar a el jefe de Wayne Laboratorios y poner fin a esa investigación, no en vano era la hija de Bruce con poder en el consejo directivo, nunca ejercía ese poder, pero maldito si no lo haría para proteger a Bárbara.

 

—Hel, —dijo la pelirroja en tono conciliador—lo hemos probado exitosamente en animales, te repito es biodegradable y no representa peligro alguno para mi salud, si no funcionara, simplemente se iban a degradar y desechar sin consecuencia alguna.

 

—Pero el que tenga que ser inyectado directamente a tu espina, ¿no representa ya un peligro en si mismo?

 

—Lo sería si mi espina estuviera sana Hel, pero como sabes esa parte en especifico estaba dañada, así que no. Al principio del experimento, tenían que ser inyectados los nanobots cada semana para permitir crear la capa que regeneraría y crearía el puente entre mis nervios dañados y los sanos, ahora, solo tengo que inyectarlos cada mes para que continúen con la función de conectores.

 

—Lo que me lleva a la siguiente pregunta, lo mantienen en secreto el éxito de tu propia experimentación por que...

 

—Porque sería ingenuo darlo a conocer ahora Hel, es un proceso muy costoso, se requieren estudios precisos de ADN, así como la recreación molecular y computarizada de cada problema específico. Sería imposible usarlo a nivel general. Estamos en pañales, en lo que a nonotecnología se refiere, pasarán años antes de hacerlo posible para el público en general. Sería cruel darles esperanzas a otros como yo.

 

Helena asintió, no del todo convencida pero debía admitir que Bárbara estaba caminando y al parecer no había secuelas, aun, se recordó de dicha experimentación, la haría explicarle las cosas con más detalle en un futuro, de momento eso le bastaba.

 

Bárbara estudió el rostro de la joven, era obvio que no estaba del todo convencida de las explicaciones que le diera, al parecer sus dudas recaían más en lo peligroso que podía ser para ella y no tanto en la tecnología empleada. Sin embargo no podía hacer nada por aliviar esas dudas más allá de lo que ya había expuesto.

 

—Entiendo—dijo por fin Helena.

 

Antes de poder decir algo más, la cena llegó y Bárbara se dio cuenta que estaba muerta de hambre, al principió creía que no podría probar bocado dado lo nerviosa que se sentía, pero con la actitud relajada de Helena, había logrado transmitirle algo de eso. Aunque creía conocer a la joven lo suficiente como para saber que detrás de esa fachada había algo más. Sentía que Helena estaba tomándose su tiempo antes de hacer las preguntas que deseaba hacer.

 

Contrario a su costumbre de conversar mientras cenaban, esta vez se concentraron en comer con el ocasional comentario sobre lo buena que estaba la comida, Bárbara se abstuvo de preguntarle que tan seguido venia, no quería saber si venía con sus citas a este lugar. El sólo hecho de ver la foto de Helena con Leah  la había hecho sentir celos, una emoción con la cual no estaba familiarizada y se daba cuenta que en lo que concernía a Helena, al parecer sería una emoción constante reconoció con tristeza.

 

Luego de cenar, regresaron al departamento de Helena, Bárbara sabía que la hora de la verdad había llegado...

 

 

Bárbara sabía que podía aducir cansancio y la joven no se opondría a que se retiraran a descansar, sin embargo a penas eran las 9 de la noche en SF, ella tenía la hora de la costa este igual no era demasiado tarde como para irse a la cama tan pronto, a pesar de que ella viajó 7 horas en avión y durmió poco la noche anterior no se sentía cansada, quizá se debía al hecho de la adrenalina y nervios que la consumían.

 

— ¿Quieres algo de tomar Bárbara? —preguntó Helena una vez que estuvieron instaladas en la sala.

 

—Un whiskey si tienes Hel,. —aceptó Bárbara, me caerá bien pensó necesitaba algo fuerte para darse valor.

 

—En un momento —Helena fue a su minibar.

 

Bárbara la vio ir hacia el bar, luego bajo la vista hacia sus manos, las tenía entrelazadas en su regazo, respiró profundo un par de veces antes de levantar la vista justo cuando Helena le entregaba el vaso con su trago.

 

Helena traía un vaso de un líquido claro, que Bárbara asumió sería Grey Goose, el vodka favorito de la joven.

 

Durante unos tensos minutos ninguna de las dos dijo nada, ambas parecían concentradas en su bebida, aunque en realidad estaban pensando en que decir. El ambiente estaba cargado de electricidad y la tensión podía cortarse con un cuchillo de tan densa.

 

—Helena yo...

 

— ¿Por que...?

 

Las dos hablaron al mismo tiempo. Bárbara rió nerviosa y Helena apretó los labios.

—Dime Hel.

 

—No, empieza tú.

Bárbara asintió y le dio un trago a su copa antes de depositarla cuidadosamente en la mesa de centro.

 

—Te mentí hace un rato—empezó Bárbara a decir con voz temblorosa, vio como Helena alzaba la cabeza ante sus palabras y la miraba directamente a los ojos interrogante—cuando me preguntaste porque vine.

 

— ¿A qué te refieres? —preguntó Helena tensa.

 

—Cuando me preguntaste la razón por la que estaba aquí. La verdad es Helena—titubeo—escuche a Dinah hablar contigo por teléfono. —se apresuró a aclarar cuando vio que Helena se ponía de pie de un salto—No, no escuche su conversación, iba a entrar a su recamara cuando escuche que...

 

— ¡QUE! —exigió Helena quien se mezo los cabellos nerviosa.

 

—Dinah te pedía, no te decía que yo debía saber la verdad Hel —Bárbara la miró suplicante, sus ojos contenían una tristeza que Helena no le había visto nunca, ni siquiera cuando se enteró que estaba paralítica. Esta vez sus ojos reflejaban una desolación infinita que Helena no alcanzaba a comprender. — ¿Por qué te fuiste Hel?, ¿Por qué me abandonaste? ¿Tienes idea de lo desolada que me he sentido sin ti? Maldición Helena, si me hubieras dicho que odiabas esa vida, Oh, Dios, Hel—se recriminó Bárbara—como pude ser tan ciega como para sujetarte a una vida que odiabas. ¡Me siento tan culpable! Saber lo que hacías ahora, todo lo que haz logrado. Me odio a mi misma por ser la causa de tu desdicha. Me siento...—la voz de Bárbara se ahogó y un sollozo amargo escapó de sus labios.

 

Helena se quedó petrificada al escuchar las palabras de condenación de Bárbara hacia si misma, por un momento no supo que decir. ¡Bárbara se culpaba!, ¿Creía que ella odiaba la vida que llevaban juntas como vigilantes? Oh, no, no, eso esta mal. ¡No! De un salto casi se puso frente a Bárbara, hincándose frente a ella, le tomó las manos, pidiéndole sin palabras que la mirara.

 

—Bárbara, no, por favor. No pienses eso. No es verdad. Yo...—como diablos le explicas a la mujer que amas, a la mujer que no deseas lastimar ni con el pétalo de una rosa la verdad, cuando sabes que la verdad la lastimará más allá de toda duda. —No, Red, no. Yo no odiaba esa vida, es... necesitaba...—titubeo— no podía seguir así.

 

—Así como Hel, —exigió Bárbara—Helena, te fuiste sin decir palabra, sin explicaciones, me dejaste sola, y muerta de preocupación, haciéndome mil preguntas, creyendo que algo podía haberte pasado. Helena, yo no sabía que pensar, que sentir. Maldición, ¡no se que pensar! Se que es mi culpa el que te hayas ido, lo sé y se que si llegarás a perdonarme sería más de lo que merezco por colocarte en una situación insostenible, pero ¿Por qué no hablaste conmigo?, ¿Por qué no decirme lo que sentías? Hel, sabes que no hay nada que me digas que no comprenda o acepte. —La miró con los ojos arrasados de lágrimas— ¿Por qué me abandonaste Hel? —preguntó agónica

 

Era un lamento que contenía todo el dolor, la angustia, la desesperación y el vació que la ausencia de Helena había causado al corazón de Bárbara, ese dolor profundo y lacerante que la tenía aún en carne viva.

 

—Yo no podía...—se detuvo buscando las palabras correctas, pero en ese momento no había lugar para formalidades ni frases perfectas, solo la verdad y Helena sabía que no podía permitirse otra cosa aunque eso le costará la amistad de Bárbara para siempre, era imposible que ella pudiera seguir adelante con la pena que le causaría saber que su amor lastimaría a la mujer mayor, su mentora, su mejor amiga. Suspiró—es cierto, no podía seguir a tu lado, eso me estaba matando —confesó por fin con voz ahogada.

 

Se puso de pie y le dio la espalda a Bárbara, quien alzo la vista al momento de escuchar las palabras de Helena, su rostro era el perfecto retrato de horror, ¿Qué... que estaba diciendo Helena? No alcanzaba a comprender, su mente de repente se detuvo, las palabras matando, ¿Cómo?

 

— ¿Matando? Hel, que hice para lastimarte así—jadeo incrédula, por más que lo intentaba no encontraba razón para esa afirmación, sí, peleaban a cada rato, pero era casi normal, acaso...

 

— Yo... —las palabras de Leah resonaron en su cabeza, como podía Bárbara saber, entender si ella nunca le permitió hacerlo. —No sabes, Bárbara, nunca has sabido, nunca has sido capaz de ver lo que significas para mí. —dijo con tristeza.

 

—Hel, por favor, necesito entender, estos dos años sin ti... ¡como puedes decir que no se! —exclamó y se puso de pie camino hasta la joven y la hizo voltear, enfrentándola. — ¡Tu eres quien no tiene idea! Tu, que desde el momento en que leí esas escuetas líneas sentí que mi corazón se partía de dolor. Cómo puedes Helena ¡Como!

 

Helena sintió que el enojo se apoderaba de ella, Bárbara reclamándole, como podía hablar ella de dolor, no sabía lo que era amarla casi desde niña y...

 

— ¿Quieres saber?, Bien sabrás, y por Dios, ¡se que en el momento en que lo hagas saldrás corriendo de aquí maldiciendo mi nombre! —gritó sus ojos brillaban feroces. La tomó de la mano y la jaló llevándola su estudio. Bárbara casi corrió tras ella debido a los pasos largos que Helena daba.

 

Helena abrió la puerta de su estudio con un sordo golpe, se detuvo en el medio soltando a Bárbara como si quemará quien la miraba sin comprender, de repente la pelirroja miró a su alrededor quedándose sin aliento, dos paredes cubiertas de pinturas la rodeaban, retratos de ella. ¿Pero... como? ¡Por qué! Su mente grito sin entender.

 

—Esto es lo único que tengo de ti—empezó a decir Helena con voz atormentada—. Esto y mis recuerdos. Si, huí de ti, si me estaba muriendo por estar a tu lado y saber que tú no veías en mí más que una niña malcriada e irresponsable que no es capaz de cuidar de si misma—agregó derrotada— ¿Dolor? Bárbara ¡tu no sabes lo que eso! —espetó llena de rabia.

»Dolor es saber que lo que más deseas en esta vida esta prohibido, dolor es ver a esa persona ser feliz y saber que su felicidad es tu desdicha. Dolor Bárbara, es lo que yo conozco desde que te conocí. Al principio—se rió cruda—cómo maldita sea iba a saberlo, por dios, tenia 12 años, era una estúpida niña ¿no es así? Mi vida era perfecta, una madre que me amaba y me daba todo lo que deseaba y más. Sólo quería su amor, y lo tenía, pero un día te conocí y el sol dejo de salir y ocultarse porque mi madre lo pedía. Adoraba el suelo que pisabas, si, no sabía, esos años bajo tu cuidado, esperando cada clase de gimnasia que odiaba, pero significaba verte y cuando mi madre te pidió que fueras mi niñera, por Dios, no podía esperar a que ella tuviera que salir porque eso significaba que tu estarías conmigo y de repente mi mundo se destruyo, en mil pedazos a mis pies y no sólo perdí a mi madre esa noche, perdí mi inocencia y todo lo que alguna vez soñé que podía ser, y casi te pierdo a ti; sin ti mi vida simplemente no tendría sentido, se que no lo recuerdas, pero cada noche, cada una de ellas cuando estabas inconsciente en el hospital estuve ahí, suplicándote, llorando, rogándote que no me abandonaras tu también—Se paseo por la habitación como animal enjaulado ante de detenerse y continuar en el mismo tono atormentado.

»Nadie sabía que estaba ahí, todos querían consolarme, atraparme, alejarme de ti, era muy joven para entender, decían, traumatizada por el asesinato de su madre, la sorpresa de saber quien era mi padre, pero lo único que yo quería, que necesitaba era a ti Bárbara. A ti—Helena se alejó lo más posible, casi mimetizándose con la ventana, con su mirada fija en la ciudad perdida en sus recuerdos, lejos de Bárbara que la veía desde el centro de la habitación sin articular palabra, parecía en shock, escuchando cada una de las palabras de la joven teñidas de un profundo dolor y desolación.

»Tú yaciendo en esa cama de hospital, y yo sin poder hacer nada, sufriendo contigo, pero era una niña ¿cierto? ¡No sabía! ¡Cómo no iba a saber de dolor! De rabia, de ira, de instinto asesino. No solo mi madre estaba muerta, la mujer que adoraba estaba sufriendo ante mis ojos y yo no podía hacer ¡NADA! —gritó

» ¿Acaso no sabes? Cada noche, cada arranque de ira, cada cosa que hice, cada riña, cada escapada, todo era por ti. Sabía que estabas destrozada, el perder tus piernas te sumió en una profunda depresión y aún así aceptaste ser mi guardián aunque todos te pedían, no EXIGIAN—enfatizó— que no lo hicieras, que no eras capaz. Pero yo sabía, sabía lo mucho que significaba para ti que mi madre te hubiera nombrado mi guardián, tu sentido del deber era demasiado fuerte como para ignorarlo.

Apretó las manos contra sus costados, como si de esa manera pudiera controlar un poco el dolor y la ira que le recorrían como lava ardiente.

»Si tenía que hacer todo eso para mantener tu mente ocupada en cualquier cosa menos en autocompasión lo haría. No pienses que no me estaba matando la culpabilidad por haber sido incapaz de proteger a mi madre, Oh, sí. —La culpabilidad que aún sentía teñía sus palabras— estaba destrozada y llena de ira, pero mi única preocupación eras tú. Ella estaba muerta, no podía hacer nada, pero tú vivías, y eras lo único que yo tenía. Sólo a ti.

»Pero el maldito de Dick llegó, ondeando su buen humor y entera disposición para hacerte feliz y ayudarte a salir adelante, a aprender a vivir con tu discapacidad y entonces yo deje de existir para ti —casi jadeo cuado una oleada de dolor ante esos recuerdos la invadió.— Oh, sí cumplías con darme techo y comida, pero deje de existir. Y me volví más rebelde y llena de furia, si era la única forma de tener tu atención que así fuera, tienen razón, soy una niña caprichosa con instintos megalomaniácos, soy una desquiciada por querer tu atención. Por pedirte que me vieras.

Helena recargó sus manos en la ventana como si esta pudiera darle fuerzas para seguir adelante, su respiración agitada, con el corazón latiéndole frenético.

»Una noche te vi llorando, estabas escondida en el balcón, entonces no sabías que a mi me gustaba esconderme tras la gárgola y llorar, cuando te escuche mi primer instinto fue saltar y abrazarte, no podía soportar la idea de verte llorar—su voz se dulcifico por un momento—. Y entonces escuché que susurrabas mi nombre y que no sabías que hacer conmigo, que estaba fuera de control y temías que estar a tu lado solo fuera perjudicial para mí. Dios, me sentí tan mal, tan estúpida, tan idiota por no darme cuenta que mi actitud solo te estaba lastimando y poniendo en duda tu capacidad como guardián—se recriminó—. Y entonces, supe que no eran riñas, ataques de ira y hostilidad lo que necesitabas de mi. Pero no podía evitarlo, Dick estaba ahí, a tu lado, cuando yo no podía. Trate por todos los medios de ser lo que necesitabas de mí. Te lo juró.

Helena seguía dándole la espalda a Bárbara, incapaz de mirarla, de ver en sus ojos repulsión o el horror que ella sabía debía estar ahí en los ojos de la mujer que era para ella como el aire para vivir.

»Dick se fue y yo... nunca fui tan feliz cuando eras solo para mí—se rió ligeramente, casi con burla hacia si misma—. No creas que soy tan egocéntrica como para querer tu atención indivisa, es solo que quería tanto que me vieras a mí, que supieras, que entendieras lo que eras para mí—declaró con contenida pasión—. Puse todo mi empeño y dedicación en aprender a ser vigilante, en hacer que estuvieras orgullosa de mí, nada mejor que luchar contra el crimen para sacar la ira contenida que me corroía por la muerte de mi madre, por querer vengar lo que el Joker te había hecho.

Se detuvo un momento para intentar tranquilizarse, para aclarar sus pensamientos, necesitaba aire. Pensar...

»Dicen que el tiempo cura todas las heridas, y el tiempo me ayudo a sobrellevar la muerte de mi madre, pero el tiempo también sirve para madurar las cosas, y conforme los años pasaban, lo que todos creerían que era un sentimiento nacido de mi admiración se hizo más fuerte, más claro. Lo que no entendía se hizo evidente, lo que no tenía nombre, lo que no sabía que existía empezó a quemarme por dentro. A ahogarme, a hacerme sentir incapaz de estar a tu lado sin temor a hacer algo que sabía destrozaría nuestra amistad.

Helena recargó la frente en el cristal de la ventana, no soportaba ver su reflejo, ni ver la silueta de Bárbara tras de sí.

»Entonces me fui, me mudé, una parte de mi deseaba que me pidieras que no lo hiciera, pero tu nunca dijiste nada, me sonreíste y dijiste ¡claro! ¡Lo que tu quieras!, Lo que yo quiera, ¡lo que yo quiero es a ti! —Rugió— ¡Maldita sea!, no soy una niña, lo fui cuando te conocí, pero eso no me impidió sentir lo que siento ahora. Lo que siempre he sentido; Dinah llegó a nuestras vidas y todo parecía perfecto, aunque siempre estuviera refunfuñando por su presencia, me sentía feliz y a gusto con ella, sabía que así no habría alguien a tu lado cuando yo no estaba. Pero una vez más la vida me recordó que no eras para mí. Wade llegó a tu vida y lo que antes hacía para intentar controlar el deseo que me quemaba por dentro se convirtió en mí único escape, todas esas conquistas de las cuales alardeaba, cada mujer, cada noche que pase en brazos de otra, cuando solo eras tu lo que yo soñaba. Podían ser otros cuerpos pero era a ti a quien amaba—confesó suavemente.

»Pero un ser humano tiene un límite, podía imaginar, podía soportar verte con el, podía tener la esperanza que el sería como esos otros que solo parecían ser una diversión, una forma de distraerte. Y me anunciaste que te casarías con el, Perdóname Bárbara, por abandonarte, pero no podía más. ¿Lastimarte? No. Y si me quedaba lo haría, incapaz de verte con el, sabiendo que te había perdido para siempre—declaró.

» ¿Dolor, Bárbara? Dolor es amarte como lo hago sin esperanzas. Eso es dolor —dijo con finalidad y sin mirar a la pelirroja que seguía petrificada en el medio, salio de la habitación sin detenerse, ya estaba dicho, la había perdido, no había manera de que Bárbara pudiera perdonarla o aceptar lo que esta le confesará.

 

 En el momento en que empezó a hablar, las palabras salieron de su boca como una hemorragia incapaz de ser contenida, todos esos años de silencio, de sentimientos reprimidos y deseos sofocados salieron a la luz como una avalancha, Helena no dejo nada sin decir. Y perdió...

 

Bárbara no sólo no emitió una sola palabra, sino que se quedo ahí, horrorizada. Sin mirar por donde iba corrió a la ventana que daba a la salida de emergencia subiendo al techo sin mirar atrás, tenía los ojos arrasados de lágrimas, solo quería acurrucarse en su lugar favorito y olvidar, quizá al abrirlos descubriría que todo fue un sueño, que Bárbara nunca estuvo ahí y nunca la escuchó desnudar su corazón frente a ella. Confesarle su más grande secreto y sentir a su corazón latir moribundo a sus pies.

 

Helena tenía una tumbona y una carpa en el techo, gustaba tanto de pasar noches enteras mirando el cielo y recordar esas noches en New Gotham, maldita sea, maldita sea se hizo un ovillo, abrazando sus piernas mientras lloraba desconsolada, sintiendo que su corazón se partía en mil pedazos en tanto violentos sollozos sacudían su cuerpo.

 

 

Bárbara se quedó petrificada en el medio de la habitación, sin poder reaccionar, sin siquiera darse cuenta que Helena había huido de su presencia por resultarle demasiado doloroso estar frente a ella pensando que sus palabras la habían dejado horrorizada. Su mente era un caos, no alcanzaba a reaccionar o comprender en su totalidad lo que acababa de confesarle Helena con la voz teñida de dolor; de repente su memoria eidética era su más atroz enemiga. Escenas de Helena frente a ella, su voz, sus acciones, sus actitudes, sus miradas, todo se mezclaba sin orden en su mente, como un collage de imágenes que veloces pasaban por su cabeza, todas y cada una de ellas asaltando su razón.

 

Súbitamente cada mirada que Helena le dedicará cobro un nuevo significado, cuantas veces, no podía contarlas, Bárbara sorprendió a la joven mirándola; cuantas veces creyó que era simple curiosidad o molestia; cuantas veces confundió esa mirada de tristeza con frustración por el trabajo que realizaban; cuantas veces más pelearon por cosas que parecían irrelevantes, y ahora tenían otro sentido, Helena deseando únicamente verla desplegar una pasión que deseaba de otra forma pero que satisfacía buscando peleas con la pelirroja, deseando que esa pasión que esta desplegara contra ella por un trabajo o desacuerdos fuera dedicada a ella por algo más que lo que era.

Cuantas veces Helena llegó a la torre para pasar tiempo con Bárbara ante la sorpresa de esta y no lo vio. Cuando hacía todo lo posible por hacerla reír y relajarse, la manera tan dulce y atenta que siempre mostraba únicamente por ella. Esas sonrisas de lado que siempre habían sido un enigma para Bárbara ahora eran claras como el agua, era Helena mirándola con adoración, sonriéndole solo a ella con un significado que sólo entendía hasta ahora.

 

Helena vivía por ella, Helena la amaba, ¡Helena estaba enamorada de ella! —la mente de Bárbara gritó y en ese momento todo tuvo sentido, cada gesto, cada sonrisa, cada enojo, cada pelea, cada detalle. ¡Helena me ama!

 

Bárbara despertó de su marasmo y miró hacia la ventana donde se suponía estaba Helena, pero en su lugar no había nadie. Bárbara volteó para todos lados, dando un giro y vio con preocupación que estaba sola.

 

— ¡Helena! —jadeo para sí asustada y salio corriendo de la habitación llamándola. Recorrió cada una de las habitaciones viendo con creciente pánico que Helena no parecía estar en ningún lado, corrió hacia la puerta y solo al ver las llaves de la joven y la puerta cerrada comprendió que ella no había salido por la puerta. Una brisa fría entro por la ventana y Bárbara se dio la vuelta brusca, ¡claro, la ventana! como no lo pensé antes, se regaño, obviamente Helena huiría por la ventana, era su costumbre. Pero ella no la dejaría ir, tenía mucho que decirle, confesarle, pedirle perdón.

 

Bárbara salió por la ventana y vio que era una escalera de incendios, no sabía cuanto tiempo había pasado desde que Helena le confesará sus sentimientos y cuanto tiempo perdió en reaccionar, pero algo le decía que encontraría a la joven en el techo, que otro lugar podría tener la joven, sino las alturas, no conocía la ciudad, pero por lo que esta había dejado entrever, Helena ya no hacía rondas ni paseaba por los techos como gustaba de hacer en New Gotham.

 

Subió con decisión la escalera y cuando iba llegando al techo escuchó claramente los sollozos de la joven, su corazón se partió al escuchar el dolor claramente reflejando en el llanto de Helena. No más lágrimas, Hel, no más. Se dijo a si misma, apresurándose a ir a lado de esta.

 

Helena debió escucharla, porque con voz ronca por las lágrimas, suplicó a Bárbara que la dejara en paz.

 

—Por favor, déjame. No necesito tu compasión, por favor —dijo con la voz rota.

 

Bárbara hizo caso omiso de sus palabras y se acercó lentamente a ella, pensando que Helena saldría huyendo de ella, pero en cambio Helena se acurrucó más contra si misma y abrazó con más fuerza sus piernas como si quisiera de esa manera protegerse de la presencia de Bárbara.

 

—Hel, escúchame, por favor. —suplicó Bárbara tentativa

 

—No, déjame, Bárbara no puedo más, ya no —murmuró entre sollozos.

 

—Hel—puso su mano en la espalda de la joven y sintió como esta se tensaba y estaba a punto de saltar lejos de ella, Bárbara reaccionó rápidamente y la atrapó, abrazándola contra si —No Helena, ya te escuché yo a ti, ahora ¡me escucharas a mí! —Exclamó con decisión —Por Dios, Hel, eres la mujer más terca y necia que conozco —agregó con exasperación.

 

Helena se debatió contra los brazos que la sostenían, era más fuerte que Bárbara por su condición meta humana, pero Bárbara tenía gran fuerza en su torso debido a años en silla de ruedas.

 

—Maldición Hel, escúchame, —gritó Bárbara luchando por sostener a una reticente Helena.

 

—No, no, no quiero tu compasión —jadeó Helena contra ella, sacudiendo su cuerpo intentando zafarse del fiero abrazo de la mujer pelirroja.

 

Bárbara la miró a los ojos y antes de que Helena pudiera escapar, capturó su cara con sus manos y la sostuvo, — ¡tonta! —exclamó y la besó, sus labios se encontraron, Bárbara tomó por asalto la boca de Helena, saboreando cada resquicio y cada palmo de su boca. La beso con determinación, con fuerza y extrema delicadeza. Helena suspiro entrecortada, perdida en las sensaciones que asaltaron sus sentidos, ¡Estoy soñando! Fue todo lo que Helena alcanzo a pensar antes de olvidar todo perdida en los labios de Bárbara, Dios, era celestial.

 

Bárbara, Bárbara, Bárbara—era lo único que su mente podía pensar.

 

Bárbara estaba intoxicada por los labios de Helena, luego del asalto casi frenético a la boca de Helena, sus besos se tornaron suaves y juguetones, saboreando sus labios, acariciando su labio inferior con la lengua, mordiéndolo suavemente, Helena se negaba a dejarla ir, cada vez que Bárbara intento separarse, esta capturaba sus labios una vez más bebiendo de su boca como sedienta en el desierto y Bárbara la única fuente que podría saciar su sed. Pronto las manos de Helena atraparon a la pelirroja, halándola hacia si, acariciando su espalda, buscando delirante la piel de Bárbara, necesitando más.

 

Fue la necesidad de respirar lo que obligó a Helena a abandonar la boca de Bárbara, con un jadeo de frustración, de repente lo que acaba de pasar le golpeo en el medio de los ojos. Sus ojos en modo feroz, ojos dorados que se tornaron azules, un azorado azul violáceo, mirando a Bárbara incrédula sin poder creer lo que acaba de pasar, pese a la respiración entrecortada de ambas. Bárbara le sonrió encantada, riendo suavemente. Sus ojos verdes brillaban llenos de amor y pasión.

 

— ¿Bárbara? —preguntó tentativa Helena, buscando las respuestas que su cerebro no alcanzaban a comprender, entre extasiada por lo que acababa de pasar y desorientada por lo mismo.

 

—Hel—sonrió Bárbara, acariciando su rostro, sus labios.

 

—Yo...—las palabras le faltaban—yo... ¿Por qué me has besado? —preguntó temblorosa mirando a Bárbara, con una sonrisa incierta, casi tímida, bajó la vista, ocultando su rostro con su cabello.

 

—Ja, ja —rió Bárbara gutural—Porque era lo único que podía hacer, porque he querido besarte desde hace tanto tiempo que no logró recordar cuando fue la primera vez que lo hice.

 

—Pero... —sacudió su cabeza, como intentando aclarar su mente—Red, tu nunca... yo—no alcanzaba a pensar con coherencia, su cerebro hizo corto circuito en el momento en que Bárbara la beso y sus manos estaban haciendo imposible que pudiera concentrase.

 

Bárbara acuno el rostro de Helena con sus manos, obligándola a mirarla, lo que Helena vio en los ojos de Bárbara la dejo sin aliento, —Te amo, Helena Kyle, estoy enamorada de ti, siempre lo he estado, simplemente fui muy estúpida y necia como para darme cuenta. Basto solo un minuto desde el momento en que supe que te habías ido para saber que no podía vivir sin ti. Estos dos años sin ti Hel—Bárbara sintió como un nudo en la garganta se apoderaba de sus cuerdas vocales, y sus ojos se llenaron de lágrimas—respirar era una agonía Helena, saber que cada día al despertar era uno más sin ti a mi lado. Me estaba muriendo Hel.

 

Helena se echó para atrás como si hubiera recibido un golpe, la sola idea de perder a Bárbara y por su culpa era demasiado, sin pensarlo se abalanzo contra ella, abrazándola ferozmente, —nunca más Red, Te amo. Te amo, te amo—repitió una y otra vez contra su cuello, Bárbara la separo y busco sus labios, esta vez fue un beso dulce, lleno de amor y promesas de un futuro juntas. Fue un encuentro de almas y dos corazones destinados a estar juntos.

 

Cuando se separaron, Helena recargó su frente en la de Bárbara, aspirando su aroma.

 

—Perdóname Bárbara, por haberte abandonado—suplicó.

 

—Hel, tu no tienes que pedirme perdón, al contrario—negó Bárbara incrédula de que Helena lo insinuara siquiera—fui yo la ciega que fue incapaz de ver lo que sentías por mí, que se negó a ver porque me sentía culpable. Dentro de mí sabía que lo que sentía por ti era algo más que amor fraternal, pero me negaba a verlo porque me sentía culpable.

 

—No Babs, que no vez, es eso exactamente por lo que tengo que pedirte perdón. —interrumpió Helena—nunca te permití ver lo que yo sentía, intuirlo siquiera, tan aterrorizada por tu posible reacción si acaso te hubieras dado cuenta de mis verdaderos sentimientos por ti, que me empeñe en ocultártelos. Tú no podías saberlo Red.

 

—En eso te equivocas Hel, —le puso un dedo en los labios cuando Helena quiso protestar—cada acción, cada gesto, cada mirada me decían lo que sentías por mí, pero yo me empeñe en cerrar los ojos y no ver la verdad.

 

—Pero...—Helena sacudió la cabeza incrédula, no podía ser como decía Bárbara, ella siempre se mantuvo con un perfil bajo, ocultando celosamente sus verdaderos sentimientos ¿Cómo podía decir Bárbara que lo sabía?

 

—Hel, te conozco desde siempre—dijo con ternura, adivinando sus pensamientos —debí darme cuenta antes, pero la razón por la que estuve ciega a tu amor por mí fue porqué no lo quería ver, mi subconsciente lo sabía, era es la razón por la que siempre necesitaba de tu presencia en mi vida, era tu amor por mí lo que me hacía ser feliz y florecer emocionalmente, sin embargo, esa parte racional de mí, que no me deja ni a sol ni a sombra, que no me permite actuar sin analizar concienzudamente cada paso que doy, me impidió ver con claridad lo que mi corazón sabía pero se negaba a aceptar.

 

— ¿Por qué no lo querías aceptar Babs? —preguntó con voz trémula, temiendo la respuesta, quizá sus tendencias violentas y salvajes la hacían temer de ella. Quizá Bárbara tenía miedo de lo que podía hacer o lastimarla.

 

—Pues porqué fui tu guardián durante dos años Hel, y no sólo eso, desde que eras una niña fui una presencia constante en tu vida, tenía miedo de estar sobrepasando una línea invisible entre lo socialmente correcto y estar tomando ventaja de mi situación sobre ti. Hel, te llevó casi 9 años. Eso es suficiente como para...—buscó la palabra adecuada—no sé, ¡ser acusada de asaltar cunas!

 

—Red, —dijo con una sonrisa Helena—esas preocupaciones debo admitir que son válidas, si hubieras tomado ventaja de mi siendo yo una adolescente, o cuando ya vivía bajo tu techo siendo menor de edad, algo que debo admitir me hubiera encantado, —lo cual le gano una ceja alzada por parte de Bárbara y una sonrisa traviesa de Hel— pero en esos momentos estaba llena de ira y confusión, ni siquiera yo estaba en condiciones de pensar claramente, sin embargo, pese a que mi amor por ti ha sido desde siempre, yo misma estaba conciente de que mientras fuera una niña para ti tu nunca me podrías ver con otros ojos. No podía evitar sentir celos de Dick o cualquier otro hombre en tu vida, y cuando me dijiste que te casarías con Wade Brixton yo... se me rompió el corazón y la esperanza mínima que aún albergaba de que tu algún día te dieras cuenta de que te amaba y pudieras corresponderme.

 

—Y te fuiste, lo sé. Dios, no me alegro de que te hubieses ido. Odie cada minuto lejos de ti, —aún lo hago agregó para si— pero si no lo hubieras hecho quizá terminaría casada con el y siendo miserable sin ti de igual forma. —esbozó una sonrisa triste—no quiero ni pensarlo. Ya ha sido un infierno el vivir sin ti, pero vivir sabiendo que estabas ahí pero fuera de mi alcance y sabiendo que era mi culpa...

 

— ¿Te confieso algo? —dijo Helena sonrojada.

 

—Dime —acarició su rostro.

 

—Se que los hubieras no existen, a la mierda con eso!, No existen punto, pero creo que no te hubiera dejado casarte con el, no se que podría haber hecho la noche antes, pero imagino que me emborracharía hasta embrutecerme y en ese estado seguramente te hubiera ido a buscar y gritarte en mi ebriedad lo que no podía decirte sobria. Quizá tu entonces... no se...—se sonrojó aún mas—creo que hubiera besado Red.

 

Bárbara se rió deleitada, incrédula al mismo tiempo.

 

—Hel, no se que hubiera hecho, no tacha eso, lo más seguro es que te hubiera mirado desconcertada, incrédula, apabullada y más que todo sobrecogida de emoción, pero de igual manera no hubiera sabido como reaccionar. 

 

—Hm., y ¿ahora? —le pregunto Helena acercándose a sus labios a tan solo milímetros de distancia pero sin tocarla , mirándola a los ojos hipnotizada, perdida en esos profundos ojos verdes que siempre lograban dejarla sin aliento.

 

—Ahora—puntualizo cada palabra con un beso—estoy feliz—beso—extasiada—beso—delirante—en el para...—su voz se perdió en un sensual beso cuando los labios de Helena se apoderaron de su boca con hambrienta pasión.

 

Helena sentía que su corazón se le iba a salir del pecho, las sensaciones que Bárbara evocaba en ella sobrepasaban cada sueño erótico y fantasía que soñara desde que supo lo que era el deseo, cada terminal nerviosa, cada poro de su piel clamaba por la pelirroja, sentía que se ahogaba de tan poderosas que eran las sensaciones que asaltaban sus sentidos, sin dejar de besarla, Helena busco con sus manos la piel de Bárbara, con movimientos frenéticos casi arranco su blusa buscando desesperada el contacto de la sedosa piel de Bárbara, sintiendo como su deseo recorrer como lava hirviente, quemando su interior.

 

Bárbara se perdió en las sensaciones, sin detenerse a pensar en donde estaban, se dejo llevar, años de deseos reprimidos, de sentirse inadecuada, media mujer, de pasiones prohibidas amenazaban con apoderarse de ella, apretando a Helena contra si, besando y mordiendo, sus jadeos se entremezclaban con los de la joven que seguía forcejeando con la blusa de Bárbara en su ardiente necesidad de mayor contacto. Siseo de placer cuando por fin sus manos encontraron los senos de Bárbara, se sentían pesados, deseosos de sus caricias, Helena se separo de los labios de la pelirroja que con un gemido impaciente, hundió su cara en el cuello de Hel, mordisqueándolo y trazando un camino ardiente hacia su oreja.

 

¡¡¡¡CLANG!!!!

 

Las dos saltaron ante el estruendo, Helena con reflejos nunca olvidados, salto de su asiento y se puso frente a Bárbara, mirando con ojos feroces a todos lados, escudriñando, buscando cualquier peligro que pudiera dañar a la mujer que amaba. A su derecha, un gato salió caminando lánguidamente sin prisa.

 

Miau  se oyó un maullido de un gato gris que las miraba curioso. Helena lo miro como si quisiera matarlo, que el gato debió sentirlo porque salió corriendo con un maullido aterrorizado.

 

Bárbara se soltó a reír nerviosa, mientras se abrochaba los botones de la camisa que Hel abriera, aún con la respiración entrecortada y su corazón latiendo desbocado. Helena se volvió lentamente, el momento se había roto. Se llevó una mano a los cabellos dejándolos aún más revueltos si cabe, las manos de Bárbara se habían encargado de lo demás.

 

—Vamos Red, este no es el lugar en que quisiera hacerte el amor por primera vez como si fuéramos dos adolescentes como hormonas desbocadas buscando un rincón oscuro. Tú mereces más que eso, además ¡ni siquiera hemos tenido una primera cita!—le sonrió de lado, mirándola con adoración, extendió su mano que Bárbara tomó sin dilación, poniéndose de pie.

 

Bárbara sentía sus piernas agotadas, cuando intento incorporarse por un momento casi no lo logra, Helena con reflejos gatunos se apresuró a sostenerla.

 

— ¿Estas bien? —Preguntó aterrorizada—yo... Oh, Dios, olvide que...—empezó a balbucear asustada, temiendo lo peor.

 

—Calma—, Bárbara se abrazó a ella—es solo que estoy cansada, no suelo estar tanto tiempo de pie, recuerda que debo tomármelo con calma, los nanos hacen maravillas pero no milagros—le dijo tranquilizándola.

 

—Si, vamos a dentro, viajaste todo el día, en que estaba pensando—se regaño Helena— ¡como pude olvidarlo! —Helena abrazo con delicadeza como si se tratará de una delicada pieza de porcelana fina, buscando sus ojos para asegurarse de que Bárbara estaba bien.

 

Bárbara noto la mirada ansiosa de Hel, no podía evitar sentir como su corazón se henchía de felicidad ante la clara muestra de amor que la joven el profesaba, ¡Cómo podía haber sido tan ciega como para no verlo! —se volvió a repetir incrédula, cuantas veces Helena no había actuado de la misma forma, siempre poniendo su bienestar antes que el suyo propio —Estoy bien Hel, solo un poco cansada.

 

Helena asintió y echó a andar hacia la escalera de emergencia—vamos abajo, quieres tomar un té, tengo un jacuzzi, ¿un baño caliente? —ofreció solicita.

 

—Un baño caliente me sentará bien—accedió—eso y descansar un poco.

 

—Claro, claro, por supuesto, vamos—aceptó de inmediato.

 

Helena ofreció bajar primero para asegurarse de que Bárbara bajara sin problemas, no era un trayecto muy largo, apenas unos cinco metros, pero igual la joven no quería arriesgarse a nada, ella conocía la escalera y distancia de memoria, así que casi sin quitarle la vista de encima a la pelirroja descendieron con cuidado. Una vez en la ventana del departamento de Helena, esta cargó a Bárbara los últimos escalones y la ayudo a entrar.

 

— ¿Quisieras un té Red? —Ofreció de nueva cuenta Helena, ella sabía que a Bárbara le gustaba tomar té por las noches, además—se regaño, estúpida, trae el horario de la costa este, ¡deben ser casi las 3 de la mañana para ella! —Red, ¡debes estar muerta!, olvide que tenemos horarios diferentes, además viajaste la mitad del día—la miró apenada.

 

—Hel—dijo Bárbara con suavidad, su mirada buscando los ojos de Helena que tenía la cabeza gacha, como si esperara ser regañada—Hel, mírame—pidió Bárbara acunando su rostro entre sus manos.

 

Helena alzó la cara y tratando de ocultar sus ojos con su cabello.

 

—Lo siento Red, olvide que viajaste todo el día para llegar aquí, y te he traído de un lado para otro—se disculpo una vez más exasperando a Bárbara.

 

—Helena por Dios, ¡no tienes porque disculparte de nada! Hel, estas horas han sido las más maravillosas de mi vida, desde el momento en que pude volverte a estar frente a ti, a tu lado, todo el cansancio, la angustia de pensar que quizá no me recibirías, todo Hel, todo eso valió la pena si significaba estar contigo. Te amo Helena Kyle, no lo dudes ni por un momento.

 

Helena sonrió y se abrazo a Bárbara, escondiendo su rostro en su cuello, aspirando su aroma, saboreando el poder por primera vez abrazarse a esa mujer que amaba más que a la vida misma sin sentirse culpable o torturada por la cercanía. —Yo también te amo Red, más de lo que las palabras pueden expresar.

 

Se quedaron así abrazadas por un momento, disfrutando su calor y cercanía, escuchando sus respiraciones y por primera vez en dos años, se sentían en paz y completas. Ambas sin darse cuenta dejaron escapar un suspiro de felicidad. Helena se separo primero, dándole un suave beso a Bárbara en los labios.

 

—Ven, —dijo Helena y estaba al echar a andar cuando se detuvo, dándose la media vuelta mirando a Bárbara con una mirada traviesa— ¿Hel? —inquirió Bárbara.

 

—Se que no te gusta ser cargada pero...—y antes de que Bárbara pudiera reaccionar la tomó entre sus brazos cargándola y apretándola contra si, la mujer mayor luego de la sorpresa inicial le echó los brazos al cuello, riendo mientras Helena echaba a andar rumbo a su habitación.

 

—Es cierto Hel, pero olvidas una cosa—le recordó.

 

— ¿Mmm? —dijo mirándola por un segundo antes de ver por donde iba.

 

—La única persona a quien le permitía cargarme era a ti, sólo a ti. —suspiró contra su cuello, recargando su rostro en el hombro de Helena.

 

—Lo sé—susurró Helena—era una tortura y una delicia poder hacerlo...las pocas veces que pude...sentirte apretada contra mí. Dios, varias veces tuve que irme a dar una ducha de agua fría o...—iba a decir o buscar alivio en otros brazos pero se contuvo a tiempo.

 

—Helena, lo sé. No te voy a negar que odie pensar o recordar que estuviste en otros brazos, pero debo aceptarlo como parte de mi purgatorio, fui yo quien sin saberlo te empujo en esa dirección—comentó con cierta amargura—es el pasado.

 

Helena asintió sin decir nada, justo en el pasillo se detuvo y miró a Bárbara indecisa—Red...

 

— ¿Mmm? —sin levantar la cabeza del hombro de Helena.

 

— ¿Quieres que te lleve al cuarto de invitados o prefieres que te lleve al mío? —preguntó tímida.

 

     ¿Qué es lo que quieres tú Hel? —preguntó a su vez Bárbara.

 

     A ti, conmigo. —respondió Helena de inmediato.

 

     Entonces, Helena vamos a tu habitación.

 

Helena sonrió y fue directamente a su habitación, una vez en el baño depositó a Bárbara en el suelo, no sin antes darle un suave beso en los labios, suspirando cuando por fin se separaron.

 

—Voy por tu maleta, tengo de todo por si necesitas algo, las toallas están ahí—señalo un gabinete a un lado de la ducha.

 

Helena salió del baño  y corriendo fue a buscar la maleta de Bárbara que había colocado en el cuarto de huéspedes, regresó dos minutos después y sin pensarlo abrió la puerta del baño, deteniéndose en seco cuando vio la perfecta visión que tenía frente a ella. Bárbara desnuda.

 

—Oh, Dios—gimió para si al verla, casi derritiéndose ahí mismo.

 

Bárbara sonrió al ver la reacción de Helena. Podía sentir su mirada recorrer su cuerpo, por un momento estuvo a punto de cubrirse, olvidando que si alguien la conocía a la perfección era ella y que si alguien conocía de sus cicatrices era Helena.

 

— ¿Vez algo que te guste? —preguntó con voz sedosa, acercándose lentamente a la joven que seguía petrificada frente a ella.

 

Helena asintió sin palabras, bebiendo la imagen de la mujer que amaba con absoluto abandono. Bárbara se acercó, apretándose al cuerpo de la joven, quien dejó caer con un tud la bolsa de la pelirroja, tomándola por la cintura, con un gemido se apoderó de los labios de Bárbara, besándola con apasionada reverencia.

 

Bárbara le pasó los brazos por el cuello, sin dejar de besarla, por varios segundos, ambas se abandonaron a sus deseos, solo separándose cuando la necesidad de aire se hizo imperiosa, ambas respiraban agitadas.

 

—Aunque nada desearía más que hacer el amor contigo ahora mismo Hel—confesó Bárbara con voz enronquecida por el deseo—creo que ambas estamos demasiado cansadas física y emocionalmente como para ir más lejos—dijo con cierta pena.

 

—Lo sé, —suspiró Helena, tragando con dificultad, intentando por todos los medios tranquilizar su agitado corazón—además como ya dije antes ni siquiera hemos tenido una cita propiamente Red, y tu no eres una conquista más, quiero tratarte como lo que eres, la mujer que amo.

 

Bárbara le sonrió enternecida por sus palabras, Helena Kyle definitivamente era una joven dulce y encantadora, aunque la Helena que recordaba primero muerta que admitirlo.

 

—Me encantaría salir en una cita contigo Hel—le dedicó esa sonrisa que ahora sabía solo le dedicaba a ella. 

 

—Mañana, —prometió Helena—te dejo para que tomes tu ducha, voy a prepararte un té. —le dio un breve beso antes de salir cerrando la puerta tras de sí, sabía que si no lo hacía así, no sería capaz de contenerse. ¡Dios, es hermosa! —pensó sintiendo que el corazón se le iba a salir del pecho, tenía las manos sudorosas y el cuerpo le temblaba, tan empeñada en olvidar a Bárbara que había olvidado lo bella que era. Para ella sus cicatrices solo eran una muestra más de valentía y enaltecían su belleza física, pero más que eso, le hacían una mujer llena de fuerza interior.

 

Con un suspiro, Helena fue a la cocina y preparó el té favorito de Bárbara,  la joven un día que fue a hacer sus compras vio la marca del té que bebía Bárbara y en un impulso casi inconsciente lo compro, de eso hacía más de un año, el aroma y sabor le hacían recordar a la pelirroja, quien iba a pensar que en ese momento estaría en su departamento preparando un té para ella.

 

Quince minutos después Helena entró en la habitación, Bárbara salía enfundada en la bata de baño de la joven, al verla le sonrió.

 

—Mmm, huele a té verde—comentó la pelirroja— no sabía que te gustaba.

 

—Hmm, —Helena se sonrojó ligeramente ladeando su cabeza—no exactamente.

 

Se acercó y le entregó la humeante taza. Bárbara colocó la toalla con la que se estaba secando el cabello sobre una silla antes de tomarla.

 

— ¿Cómo exactamente? —preguntó intrigada.

 

—Me recuerda a ti—confesó Hel—el aroma.

 

—Oh, —sonrió enternecida Bárbara acercándose a Helena y dándole un suave beso en los labios, besar a Helena era como una droga, no había labios más suaves y dulces, eran adictivos.

 

—Voy a darme una ducha, estas en tu casa, —indicó con la mano—no me tardó.

 

Bárbara asintió y se volvió hacia la cama, donde Helena había colocado su maleta, con cuidado la abrió y extrajo su ropa para dormir consistente en una camiseta y un pantalón de algodón. Luego de vestirse, y colocar la maleta en el suelo, a un lado de la puerta del baño, se recostó, tomando su té tranquilamente, podía escuchar el agua correr, cerró sus ojos disfrutando la tranquilidad de saberse con Helena... por fin.

 

Cuantas noches—se preguntó Bárbara—cuantas pensando en dónde estaría, que estaría haciendo, sufriendo por su ausencia, necesitando su presencia, parecía algo irreal estar ahí, en su casa, sabiendo que en tan solo unos minutos Helena se recostaría a su lado y que al despertar estaría entre sus brazos. Una sonrisa trémula se asomó en su rostro, Dios, no podía creerlo. Sentía tal felicidad que amenazaba con salírsele el corazón de pecho. Abrió los ojos y se encontró de frente con Helena, casi salta, había olvidado por un momento lo silenciosa que era la joven, que se movía con el sigilo de un gato.

 

— ¿Por qué sonreías? —preguntó suavemente Helena, acostándose junto a ella, sin dejar de mirarla a los ojos.

 

—Por ti—le acarició el rostro, con mano temblorosa, —en lo feliz que soy ahora, en lo mucho que te extrañaba y lo increíble que es poder por fin estar a tu lado, así.

 

Helena dejo escapar un suspiro de satisfacción, sonriéndole dulcemente, en sus ojos se mostraba todo el amor que sentía por Bárbara—Te amo, —susurró—te amo tanto Bárbara.

 

—Y yo te amo a ti Helena, más de lo que las palabras pueden expresar.

 

Sin prisas, Helena se acercó lentamente, sin dejar de mirar a los ojos a Bárbara, quien justo cuando sintió los labios de la joven acariciar los suyos, cerró los ojos en puro reflejo dejando escapar un suspiro trémulo, se besaron con delicadeza, saboreando el momento, no era un beso lleno de apasionada urgencia, era un beso lleno de amor y promesas, sus labios se entrelazaron suavemente, ninguna de las dos buscando dominar a la otra, solo ese roce de labios, suaves, buscando sus labios con pequeños besos, en algún momento, Bárbara se apodero de la boca de Helena con mayor firmeza, acariciando los contornos de sus labios con la lengua, pidiéndole entrada, Hel gruño ligeramente, antes de perderse en las sensaciones, se apretó al cuerpo de la pelirroja, amoldándose perfectamente a las curvas de esta, cuando por fin se separaron ambas respiraban ligeramente agitadas, había cierto deseo en sus miradas, pero al mismo tiempo un gran amor.

 

Helena y Bárbara se sonrieron felices, con un último beso, Helena se acomodó contra el cuerpo de la pelirroja, recostando su cabeza en el pecho de esta y pasándole un brazo por el estomago, cuando apenas empezaban a vivir juntas, y ambas estaban atormentadas por las pesadillas, más veces de las que no, Helena se refugiaba en los brazos de Bárbara, dándose consuelo mutuamente, dada la condición de Bárbara y su forzada inmovilidad, Helena siempre terminaba acurrucada contra la pelirroja, ambas soltaron un suspiro cuando sus cuerpos se amoldaron perfectamente, como si estuvieran destinadas a ser.

 

—Gracias por darme la oportunidad de estar a tu lado Red—susurró Helena contra el cuello de esta.

 

—Oh, Hel, soy yo quien tiene que agradecerte, —Bárbara acariciaba su cabeza pasándole los dedos entre su aún húmedo cabello—te amo—le dio un beso en la frente.

 

—Te amo—murmuró casi dormida Helena, las caricias de Bárbara eran relajantes, su aroma tan intoxicante como tranquilizador, la joven aspiro feliz el aroma de la pelirroja, tan distintivo de ella, su Bárbara, fue lo último que pensó antes de quedarse profundamente dormida.

 

Bárbara pese a estar totalmente exhausta no podía dormirse, su mente no dejaba de pensar, no quería perder un solo detalle de lo que estaba sucediendo, estaba en la cama de Helena, con esta abrazada a si, lo que hacia solo 24 horas parecía imposible, lo que no tenía ni idea que podía ocurrir, Helena diciéndole que ella también la amaba, que era por ese amor que esta había dejado New Gotham, creyendo que de esa manera podía garantizarle su felicidad.

 

Oh Hel, que estúpidas fuimos, tanto tiempo perdido por el temor de perdernos la una a la otra, bien dicen que el amor es ciego, reflexionó Bárbara con una sonrisa incrédula, cerró los ojos disfrutando de la calidez del cuerpo de Helena, sabiendo que era ahí donde debía estar, que su lugar era y siempre estaría al lado de la temeraria, terca e increíblemente dulce Helena Kyle.

 

Bárbara estaba casi dormida cuando sintió una extraña vibración contra su pecho, abrió los ojos desconcertada, de repente se dio cuenta que era, provenía de Helena.

 

— ¿Ronroneando? —pensó sorprendida—Helena esta ronroneando como un gatito feliz—Bárbara probó a seguir acariciando la espalda de la joven y el ronroneo se incremento— ¿Cómo es que nunca lo escuche antes? —se preguntó incrédula, Helena había dormido con ella casi por meses durante el primer año luego de la muerte de su madre y su accidente, pero nunca antes la había escuchado o sentido ronronear. Si bien era cierto que después de ese año, Helena dejo de dormir con ella, ¿debía haberlo sentido no? Mañana le preguntaré—se prometió Bárbara, la verdad era que el ronroneo de Helena era como un arrulló, sus ojos caían pesados y por fin se quedó dormida, sin dejar por eso de acariciar la espalda de Helena, quien a su vez se arrebujó más contra el cuerpo de Bárbara, pasándole una pierna sobre la suya, sin dejar de ronronear como un feliz gato casero.

 

 

Continuara Parte 7




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