~ Adiós, nunca es para siempre ~
by V

Descargos: Parte 1

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Parte 13

 

*****

Lo primero que sintió Helena al despertar fue un cuerpo cálido junto a ella, por un momento se quedo estática, un poco desconcertada, abrió la boca ligeramente aspirando los aromas por la boca para poder saborearlos, reconocerlos. Una sonrisa se asomó a sus labios cuando lo hizo, respiró profundamente embriagándose con un aroma que creía no volvería a oler. Helena suspiro para sí, se sentía completa y absolutamente extasiada de felicidad por el simple hecho de estar abrazada a la pelirroja, sabiendo que la mujer que estaba a su lado la amaba tanto como ella lo hacía. Era una sensación sobrecogedora, nunca se había sentido tan llena de vida como en ese momento, deseaba despertar cada mañana así, con los cuerpos entrelazados y sabiendo que ese era el lugar al que pertenecía, que Bárbara era suya y lo sería para siempre.

 

Se quedó un rato más así, sin moverse, simplemente disfrutando de la cercanía de Bárbara, escuchando su respiración y sus latidos acompasados, se sentía en paz, verdaderamente en paz, sin ese dejo de dolor permanente y ese vació en su corazón que amenazaba con ahogarla día a día. Por fin eso que tanto había anhelado era suyo, Bárbara era suya.

 

Su fino oído captó el sonido de su celular, con extremo cuidado de no despertar a Bárbara se desenredo del cálido cuerpo al que estaba abrazada y con el sigilo que le caracterizaba salió de la habitación para responder la llamada.

 

—Kyle—contestó sin fijarse en el número.

 

—Helena—le respondió la voz de Leah— ¿Olvidaste nuestra cita para desayunar?

 

—Oh, diablos,  Lo siento Leah, si se me paso—se lamentó Helena—lo siento.

 

—Bueno, es temprano, solo han pasado 15 minutos, te espero—dijo Leah comprensiva.

 

—Oh, Lee, no puedo—se disculpo—tuve una visita anoche—al recordar la razón por la cual había olvidado su acostumbrada cita para desayunar con Leah una sonrisa enorme iluminó el rostro de Helena.

 

— ¿Visita? —Intrigada— ¿Qué visita Hel?

 

—No lo creerías si te lo dijera—confesó emocionada Helena.

 

Leah contuvo el aliento por un momento y soltó un gritito— ¡Bárbara! , es ella ¿verdad?

 

— ¡Si! —respondió Helena feliz—no podía creerlo Lee, cuando abrí la puerta y la vi frente a mi por un momento pensé que estaba soñando.

 

—Por la felicidad que puedo escuchar en tu voz me parece que todo está bien ¿no es así Hel?

 

—Si, ella me ama Lee, ¡me ama! —le confió Helena con el amor que sentía por Bárbara claramente visible en su voz.

 

—Wow, ¡lo sabía! —exclamó Leah feliz por su amiga.

 

—Uh? —Se desconcertó Helena— ¿Cómo es que...?

 

Leah la interrumpió con una risa divertida—Oh, Por Dios Helena, si era obvio, no conoceré a Bárbara pero por todo lo que tu me dijiste de ella y su vida juntas no era difícil de imaginarlo; el problema era que las dos estaban tan preocupadas por no perderse la una a la otra que eran incapaces de verlo por si mismas.

 

Aunque Leah no podía ver a Helena, estaba segura que su expresión en eso momento sería de confusa incredulidad.

 

—Bueno, si algo así—aceptó a regañadientes Hel—nunca lo imagine y ella tampoco.

 

—Eso supongo y dime que tal si vienen a cenar conmigo ¿esta noche?, Me muero por conocerla y felicitarla por ser más valiente que tu y venir a buscarte para sacudirte un poco de sentido común. —ofreció Leah.

 

—Mmm, no creo que sea posible, al menos no hoy, pero le preguntaré y te dejo saber ¿OK Lee?

 

—Seguro Hel, y estoy muy feliz por ti, realmente mereces esta oportunidad, no la desaproveches ¿Ok?

 

—Lo prometo Lee, nos vemos, disculpa por dejarte plantada, es que...

 

—No tienes porque disculparte Hel, por Dios, ¡el amor de tu vida se presentó tocando a tu puerta! Claro que tienes todo el derecho a estar con ella.

 

—Gracias Leah, por todo. —dijo Helena sincera, realmente Leah le había ayudado a ver las cosas desde una perspectiva diferente, una que ella nunca había sido capaz de ver y ahora que por fin todo estaba aclarado, que tenía el amor de Bárbara, no podía menos que agradecerle a su amiga el que le ayudara a abrir los ojos. La visita de Red hubiera sido diferente si no hubiera hablado antes con Leah, quizá si terminarían confesándose su amor mutuo, pero quizá y sólo quizá hubiera sido más explosivo de lo que fue.

 

—De nada Hel, estamos en contacto. Salúdame a Bárbara, dile que es realmente una mujer muy afortunada por tener tu amor.

 

—Al contrario Lee, soy yo la afortunada, ella es única.

 

—Me alegra escucharte tan feliz Hel, cuídate.

 

—Bye Lee.

 

—Bye.

 

Helena cerró su sep y suspiro, se dio la media vuelta y casi se cae en el sofá cuando se encontró de frente con Bárbara, no la había escuchado venir.

 

—Hey—sonrió feliz.

 

—Buenos días—sonrió a su vez Bárbara acercándose a la joven, colocando sus manos en su cintura, atrayéndola hacia ella— ¿Quieres saber que me despertó? —preguntó con voz sedosa.

 

— ¿Hmm? —Helena la miraba perdida en sus ojos.

 

—Tú no estabas, me di la vuelta y no estabas, por un momento creí que todo había sido un sueño cuando no te encontré a mi lado. —Confesó con un dejo de tristeza en sus ojos—me negaba a abrir los ojos creyendo que al hacerlo me encontraría de nuevo sola en mi cama, sin ti.

 

—Oh, lo siento—se miró contrita—es que sonó mi celular y vine a contestarlo, no quería despertarte, estabas cansada...—los dedos de Bárbara en sus labios la silenciaron.

 

—Cuando por fin lo hice, me di cuenta que no lo había soñado, que efectivamente estaba contigo, la pregunta era ¿Dónde estabas? así que salí a buscarte.

 

—Y me encontraste—respondió Hel, sus ojos brillaban.

 

—Te encontré—aceptó Bárbara con sus labios a milímetros de los de Hel, capturando su boca con sensual abandono, poseyéndola, no era un beso de buenos días, era un beso que reafirmaba lo que la pelirroja sentía por Helena, esta apretó a la joven contra sí, con una mano mientras con la otra apresaba su cabeza y la acercaba contra sí, su boca devorando los labios de la joven, su lengua trazando los contornos del interior de Hel, quien respondió con igual pasión, sus lenguas pelearon por dominar a la otra, suaves gemidos de placer escaparon de sus bocas, sin soltarse, Helena acariciando la piel de la espalda de Bárbara, hundiendo sus dedos en la suave piel, atrayéndola hacia si.

 

—Te amo—dijo Bárbara contra los labios de Hel—te amo, Helena.

 

Cuando Bárbara salió en busca de Hel, no pudo evitar escuchar el final de la conversación de esta con Leah, no sabía que le decía, pero el solo hecho de escuchar a Helena hablando con su amiga la había hecho estremecerse de celos, algo totalmente estúpido pues sabía que Helena la amaba a ella, pero también sabía que Leah había sido aunque muy brevemente amante de la joven. Sin embargo, todas sus dudas se desvanecieron cuando Helena la miró con auténtica alegría y adoración al descubrirla frente a ella.

 

—Y yo a ti Red, —Helena se abrazó a Bárbara recargando su cabeza en su hombro— ¿tienes hambre?, puedo preparar algo o si lo prefieres podemos ir a desayunar a algún lado—ofreció la joven.

 

—Mmm, un café es lo que necesito en este momento, y podemos desayunar aquí, tengo algunas cosas que revisar y atender antes de hacer cualquier otra cosa—comentó Bárbara dándole un beso en la frente.

 

—Claro, voy a preparar el café y el desayuno, ahí esta mi computadora, puedes usarla si lo deseas o no, tengo conexión de alta velocidad inalámbrica, así que ponte cómoda.

 

—Quien lo hubiera visto, tu con una computadora y conexión de alta velocidad, estoy sorprendida Hel—la embromó.

 

—Mmm, es para jugar mi Box en línea—confesó Hel.

 

—Jajajaja, ¡lo sabía! —se rió con ganas Bárbara.

 

—Ok, OK —le dio otro beso y se separó—voy a hacerte tu café.

 

Bárbara la dejo ir, antes de decidir que después de todo no tenía otro lugar en el que quisiera estar más que cerca de la joven. Con una sonrisa echó a andar hacia la cocina.

 

Helena se volvió al oír llegar y sonrío a su vez — ¿impaciente por tu café Red? —preguntó de buena gana.

 

—No, solo quiero estar junto a ti —respondió sencillamente Bárbara mirándola a los ojos.

 

Helena sintió que se quedaba sin aliento ante la simple declaración de la pelirroja, una sonrisa que podía iluminar fácilmente toda New Gotham asomó a sus rostro, ladeo su cabeza escondiendo su cara en ella, Diablos, siempre desee escucharla decir algo así, pero ¡Wow! —oh, ¿en serio? —dijo algo tímida, aún sentía un ligero rubor por las palabras de Bárbara.

 

—En serio Hel, —respondió Bárbara suavemente acercándose a ella, colocando una mano sobre su rostro, acariciándolo—he pasado dos años sin ti, y ahora que estas aquí, aún no puedo creerlo y pienso en todas esas veces en que tu estabas ahí, a mi lado, sin decir nada, solo porque querías estar conmigo ¿cierto?

 

—Si—respondió trémula—yo te he amado desde siempre y si era la única manera de tenerte. Pasaba horas observándote sin que te dieras cuenta—confesó.

 

—Hel, siempre supe que estabas ahí—le recordó—te siento, siento tu presencia, tu mirada, entonces no tenía sentido para mí porque yo no quería darle sentido, pero estaba acostumbrada a tu presencia, la necesitaba, ahora lo se. Cuando dejaste de pasar tiempo en la torre te extrañaba, me decía que era stress o trabajo, pero en realidad me hacías falta.

 

—Pero igual te observaba, me paraba en el otro edificio y te veía desde ahí—confesó—no podía estar junto a ti luego de que empezaste a salir con Wade, era... dolía mucho—una lágrima traicionera escapó de sus ojos, y Bárbara se apresuró a besarlas—yo...

 

—Hel, perdóname—suplicó Bárbara—perdóname por haber sido tan ciega, por haberte causado tanto dolor. Moriría primero antes que permitirme a mi misma lastimarte así otra vez.

 

—Red, no hay garantías de que no nos lastimemos alguna vez, somos humanas, no somos perfectas, pero lo importante es que no olvidemos lo que sentimos. Podremos pelear, Dios, siempre lo hacemos, no creo que eso cambie, pero ahora es diferente, antes era muy temperamental contigo por mis propios sentimientos reprimidos, a veces peleaba contigo por ver esa pasión en ti dirigida a mí, si era la única manera de que fueras así conmigo peleando, pues...

 

—Jajaja, —rió—oh Hel, creo que mi pasión por ti esta garantizada—dijo y capturó sus labios en un apasionado beso que las dejo con la respiración entrecortada y deseando mas.

 

—Ok, OK, esto se esta saliendo de las manos—masculló Helena con falso enojo—vamos a desayunar y luego podemos ir a pasear un poco, aún tenemos muchas cosas que hablar.

 

— ¿Te he dicho lo buena que eres besando? —enarcó una ceja sugestiva, Helena la miró con una mezcla de incredulidad y deseo, con un gruñido se abalanzó sobre la pelirroja quien reía deleitada.

 

Cuando Helena la soltó sus ojos lucía feroces y su pecho bajaba y subía con la respiración agitada. —Eres una mujer muy, muy peligrosa—le pego con un dedo juguetón en la nariz.

 

— ¿Yo? —Puso cara inocente, pero sus ojos la delataban, brillaban maliciosos—creía que tu eras el “arma peligrosa” Hel.

 

—Tu... tu—Helena sacudió la cabeza y se volvió hacía la cafetera, ya vería Bárbara lo peligrosa que era. ¡Oh, si, Red! Eso te lo prometo—juró para sí, escuchando la risa divertida de Bárbara tras de ella.

 

El día de repente se torno más largo de lo que esperaba Helena, demonios Babs va a ser mi tumba, una sonrisa deleitada se asomó a sus labios, hmm, pero que manera de morir.

 

Le sirvió el café a Bárbara y otra para ella, cuando Bárbara vio el decorado de la taza, enarcó una ceja interrogante—interesante frase Hel, ¿Quién te la regalo?

 

Helena bajo la vista y miró su taza sonrojándose, era su favorita así que ya no le prestaba atención, olvido lo que decía “Soy pintora, se como usar mis manos” —Uhmm, este—se sonrojó aún mas si ya era posible, Bárbara la veía directamente a los ojos, con la ceja enarcada, retándola a mentirle—Leah, me la dio Leah, pero fue mucho antes de que hubiera algo entre nosotras—confesó por fin—fue un chiste—ante el silencio de Bárbara invitándola a seguir con la explicación—Teníamos un par de meses de coincidir en la misma cafetería para desayunar y un mes de hacerlo juntas, una mañana me habló para cancelar porque estaba esperando a que algún plomero fuera a arreglar su fregadero de la cocina que estaba roto, le dije que lo cancelara y que yo lo haría si me hacía de desayunar a cambio. Así que fui con mis herramientas y lo arreglé. Cuando termine me dijo que era toda una cajita de sorpresas, a lo cual yo le conteste, que era muy buena con las manos. Al otro día me regalo la taza.

 

Bárbara le dio un trago a su café antes de hacer algún comentario—Hel, no voy a pretender que no siento ciertos celos al pensar que tu y ella tuvieron algo que ver, Dios, Hel, se que no debería pero lo siento, sin embargo, es el pasado. No quiere decir con esto que me interesa saber de tus antiguas conquistas o lo que hiciste o dejaste de hacer, pero si algún día sale a la luz alguna cosa OK, sólo te pido que no me lo ocultes, prefiero saber la verdad a dejar que mi imaginación corra desbocada. ¿Me lo prometes? —dijo con cierto temblor en la voz, la verdad es que la idea de alguien más acariciando a Helena no era algo que gustara de pensar, pero las cosas eran como eran y no podían cambiar el pasado por mucho que quisieran.

 

La joven deposito suavemente la taza en la mesa y se acercó a Bárbara hincándose frente a ella como hiciera en innumerables ocasiones cuando esta aún estaba en la silla de ruedas, era una posición no de sumisión, sino más bien de lealtad y amor incondicional hacia la pelirroja— Red, te lo dije antes y te lo digo ahora, nunca, nadie pudo ni ocupara tu lugar, eres mi vida, el aire que respiro, la otra mitad de mi alma—¡Oh, podía ser Helena más romántica! Bárbara sintió como todo su ser se derretía—mi amor por ti es para siempre Bárbara Gordon. Te lo prometo.

 

Bárbara se inclinó ligeramente y beso a Helena, pasaron varios segundos así hasta que una vez más Helena se separó—Si seguimos así no solo no desayunaremos Babs, sino que nunca podré llevarte a una cita—dijo medio en serio y medio en broma.

 

—Esta bien, que vamos a desayunar—concedió Bárbara, después de todo tenían una vida por delante—debo admitir que me muero de hambre.

 

— ¿Qué dices de unos waffles a la Alfred? —alzó una ceja traviesa.

 

— ¿A la Alfred? —Sorprendida— ¿Cómo es que sabes hacer Waffles a la Alfred?

 

—Oh, le pedí a Dinah que me consiguiera la receta, me la mando por email, ella sabía lo mucho que extrañaba comerlos —se encogió de hombros.

 

 Helena siempre había tenido debilidad por todo lo dulce, prueba de ello era su adicción por las Pop tarts, de fresa en particular, en la torre Alfred siempre mantenía al día su dotación de esas. “Por si algún día la srita. Helena regresa” le dijo el mayordomo cuando Bárbara le pregunto porque las seguía comprando. El dolor casi la hizo doblarse al pensar que quizá nunca lo haría. Desde ese día Alfred se cuido mucho de que Bárbara viera que las compraba, a Dinah también le gustaban y siempre las estaba comiendo, pero al igual que Alfred cuando las compraba, Dinah se cuidaba de no comerlas a la vista de la pelirroja.

 

—Me encantaría Hel—acepto.

 

—Grandioso— Helena se incorporó y fue directo al refrigerador para sacar las cosas necesarias para prepararlos.

 

Mientras Helena cocinaba los waffles, entretuvo a Bárbara con vívidas descripciones de sus viajes por México y parte de Centroamérica.

 

—Estoy segura que lo sabes, pero igual te lo cuento Babs, ahí me tienes encantada con la muestra de comida exótica oaxaqueña cuando una señorita de un stand de comida me ofrece unas figuritas de chocolate, parecían grillitos, cuando vi que eran de chocolate, los tomé con gusto y me los metí a la boca, pensé que era algún tipo de semilla tostada pues crujieron cuando los masticaba, así como almendrado, estaban ricos dicho sea de paso, entonces la srita. En cuestión me pregunto si me habían gustado. Y yo dije, si claro están ricos y que me dice, son grillos cubiertos de chocolate, tenemos también hormigas y gusanos de maguey confitados—puso cara de oh, dios—te imaginas lo que sentí cuando me dijo ¡que me acababa de comer grillos!, me puse verde y salí corriendo a tomar agua.

 

Bárbara para entonces estaba muerta de la risa, cuando Helena le empezó a contar sobre platillos exóticos oaxaqueños inmediatamente asoció la historia con la costumbre que se tenía de comer insectos por esos lugares. La sola idea de imaginar la cara de Helena no tenia precio.

 

—Si, si ríete, yo casi adorno el stand con mi desayuno y tu te ríes—dijo de buena gana Helena, la verdad es que había sido divertido, y en realidad no estaban tan mal los grillitos, después del shock inicial, luego de pensarlo bien, decidió que después de todo no estaban tan mal y compro una bolsita—tengo unos por ahí por si quieres—ofreció Hel.

 

—No gracias Hel, pasó de eso, no quiero privarte de tan delicioso manjar.

 

—Lo creas o no Red, no están tan mal, si es cierto que al principio te impacta un poco, pero después te das cuenta que no saben mal. Probé también las hormigas y los gusanos, estos no me gustaron tanto.

 

—Ugh, Hel, ni se te ocurra besarme si has comido tus grillitos OK? —le advirtió.

 

—Mmm—los ojos de Helena brillaron traviesos, no había nada más tentador que un reto—Ok.

 

—Helena—la miró seria.

 

—Ok, OK. Bueno, ya terminamos de desayunar, que dices si vas a hacer lo que tengas que hacer mientras recojo la cocina y después nos vamos a pasear por ahí. Me gustaría llevarte a un lugar que es especial para mí. Ahí podremos hablar.

 

—Bien, voy a estar en la sala por si me necesitas—se puso de pie.

 

—Siempre Red, siempre te necesitaré—declaró Helena.

 

Bárbara sonrió y asintió, aceptando de manera tácita la promesa de la joven—Igual yo Hel.

 

Helena se puso a recoger la cocina en tanto Bárbara se iba a la sala a revisar las cosas en New Gotham y hacer unas llamadas telefónicas, aún no estaba segura como le pediría a Dick que se quedará un par de días más con las chicas, tenía que inventar algo, la verdad era que aún no quería compartir con nadie su reencuentro con Helena. No sin antes haber hablado con ella para saber a donde las dejaba el haber confesado sus verdades y aceptado su amor mutuo. Una parte de ella aún se mostraba reacia a pedirle a Helena que regresará con ella a New Gotham, sentía que no era justo pedirle a la chica que dejara su nueva vida si era feliz con ella.

 

Helena, sin que lo supiera Bárbara, o quizá demasiado acostumbrada a sentir la mirada de la chica que no se dio cuenta que esta la observaba desde la cocina, preguntándose que sería lo que estaba pensando que la tenía con el ceño fruncido y perdida en sus pensamientos. Le entro la duda por un instante ¿Acaso Bárbara estaba dudando? No, negó para si con vehemencia, Bárbara la amaba, se lo había confesado. Antes de que la inseguridad se apoderara de ella de manera tonta, salió de la cocina y fue a sentarse junto a ella.

 

— ¿Todo bien? —pregunto.

 

—Si, revisaba lo que paso anoche en la ciudad, al parecer fue una noche como todas sin grandes problemas, un par de robos y unas cuantas peleas callejeras—comentó sin levantar la mirada de su lap.

 

—Ok, son pasadas las 12, quieres que salgamos de una vez o aún tienes cosas que hacer—inquirió Helena.

 

—Mmm, ya casi acabe, dame unos 15 minutos y voy a cambiarme—ofreció Bárbara con una sonrisa.

 

—En ese caso me voy a arreglar, para que estemos listas para salir—se levanto del sofá y luego se volvió hacia Bárbara, inclinándose para darle un suave beso—no te entretengas demasiado, conozco tu obsesión de perderte en el trabajo y olvidar tus alrededores—le pidió medio en serio medio en broma.

 

—Si que lo sabes eh? —meneo la cabeza—teóricamente estoy de vacaciones, así que no Hel, no me voy a tardar más que eso—prometió.

 

—Ok—estaba al irse cuando se detuvo— ¿Le vas a decir a Dinah que estas aquí? —preguntó con interés, por lo que le dijera la pelirroja la noche anterior, nadie sabía que estaba en SF.

 

—De momento no Hel, —la miró a los ojos pidiéndole que confiara en ella.

 

—Por mi no hay problema—aceptó y siguió su camino hacia la habitación.

 

Bárbara la vio irse y desaparecer en el interior de su cuarto antes de sacar su celular y llamarle a Dick, luego de contestar a sus preguntas y pedirle de favor que se quedará unos días más en NG pues ella quería aprovechar su viaje para visitar algunos lugares, Bárbara colgó, le mando un email a Dinah y otro a Aiko, checo de nueva cuenta el status de Delphi y cerró la lap, la puso en la mesa y se levantó, yendo a la habitación sin pensar ya en New Gotham, el crimen o su trabajo, nada era más importante en ese momento que estar con Helena.

 

Cuando entro a la habitación Helena estaba acostada viendo tranquilamente la televisión, al verla entrar le sonrió—Wow, en serio no te tardaste más de 20 minutos.

 

— ¿Lo dudabas? —enarcó una ceja.

 

—Bueno Babs, debes admitir que tengo razón—enarcó su ceja a su vez.

 

—Es cierto Hel, pero en este momento solo quiero estar contigo, lo demás por ahora es irrelevante—declaró Bárbara seria.

 

Helena se quedó por un momento sin palabras, Bárbara nunca había dicho que su deber como vigilante o su trabajo fueran irrelevantes, cualquier duda que pudiera haber albergado se disipó como humo. Una sonrisa inmensa iluminó su rostro—Gracias—fue lo único que atino a decir.

 

Bárbara conocía perfectamente a Helena y esta vez no fue la excepción, comprendiendo perfectamente la sorpresa que sintió la joven cuando ella admitiera la irrelevancia de sus otrora prioridades, sin embargo dos años sin Hel le habían enseñado que a veces y ciertas circunstancias especiales valían más que ser vigilante o cualquier otra cosa. Se acercó lentamente a la cama, sentándose a un lado de Helena, le tomó de la mano y le dio un beso en los nudillos —Hel, quiero que sepas una cosa, que te quede bien claro que lo que siento por ti, lo que hay o...—agrego—pueda existir entre nosotras siempre será más importante. He cambiado mucho estos dos años, así como tu Hel y una de las cosas que aprendí es que el tiempo es muy valioso como para perderlo. Es cierto, habrá momentos en que mi deber como vigilante ocupe toda mi atención, pero no por eso significa que me olvide de ti o te coloque en segundo plano, nada es más importante que tu Hel. Nada.

 

Helena asintió conmovida, siempre supo lo importante que era para la pelirroja su deber y vocación en la lucha contra el crimen y la salvaguarda de los ciudadanos de New Gotham, incluso a veces por encima de su propia salud o seguridad, sin embargo el oírla decir que la consideraba más importante que todo eso, le hacía darse cuenta que Bárbara realmente estaba comprometida con ella, que la amaba verdaderamente y en todo sentido.

 

Una idea empezó a formarse en su mente en ese momento, una que estaba decidida a llevar a cabo antes de que regresaran a New Gotham, porque definitivamente Helena Kyle iba a regresar con Bárbara cuando esta lo hiciera, no pensaba pasar ni un día más lejos de ella. Ahora sólo faltaba convencerla de que era una buena idea.

 

—Vamos, arréglate para que podamos salir de aquí. Voy a hacer reservaciones para cenar esta noche, ¿te parece? —se incorporó de la cama cuando la pelirroja lo hizo.

 

—Si, Hel—dijo encantada mientras revisaba su pequeña maleta sacando una muda de ropa para ponerse.

 

—Ok, voy a la galería por un momento, tengo que ir a pedirle a Kate que mueva sus influencias para conseguirnos una mesa. Baja por la puerta interior que veras a tu derecha del pasillo, quiero presentarte a Kate.

 

—Oh...—levantó la vista sorprendida, pero ya Helena había salido.

 

Kate estaba ocupada revisando unos papeles cuando Helena entro por la puerta interior, alzó la vista y le sonrió, parpadeo un par de veces antes de mirar a la joven fijamente, Hel lucía radiante, nunca antes la había visto tan feliz, Hel literalmente parecía flotar al caminar, el aire melancólico que siempre parecía rodearla había desaparecido y en su lugar había un aura de felicidad. —Hola Hel, ¿paso algo anoche? Nunca te había visto tan feliz.

 

Helena sonrió deleitada y se acercó a Kate de dos zancadas y le abrazó dándole vueltas por los aires —soy la mujer más feliz del mundo Kate—declaro riendo.

 

—Hel, bájame—le regaño Kate—me estoy mareando.

 

—Ok, OK, Kate necesito un favor—pidió ya más seria mientras veía a Kate recargarse contra el escritorio.

 

—Claro dime—intrigada por las palabras de la chica—lo que sea ya sabes.

 

—Necesito que me consigas una reservación para Albona esta noche, para dos.

 

Albona...—abrió los ojos sorprendida, era uno de los mejores restaurantes  italianos de la ciudad—Wow, Hel, ¿Quién es la afortunada?

 

—Yo Kate, yo soy—dijo con una gran sonrisa y en ese momento Kate vio que Hel no la estaba mirando a ella, sino a algo atrás de ella, se volteó y caminando hacia ellas venia la mujer que había visto antes en una pintura, jadeo sorprendida y miró a Hel interrogante.

 

—Kate, quiero presentarte a Bárbara Gordon, la razón de mi felicidad—Helena estiró la mano y tomó la de Bárbara, quien se sonrojó ligeramente ante la declaración tan abierta de la joven.

 

Kate tardo en reaccionar un momento, la sorpresa era demasiado inesperada, cuando vio que Bárbara extendía su mano para saludarla despertó—Mucho gusto Bárbara Gordon, soy Kate Spencer.

 

—El gusto es mío Sra. Spencer, Helena me ha hablado mucho de usted—respondió Bárbara con educada cortesía.

 

—Oh, por favor dime Kate, nunca había visto a Hel tan feliz y saber que tu eres la razón para que esta pequeña lo sea, es más que suficiente para mi—dijo encantada Kate, aun asombrada por la visión que tenía frente a sí, verdaderamente Hel había capturado su belleza en la pintura, pero tenerla en carne y hueso frente a ella era aún más impactante.

 

—Sólo si me dices Bárbara—aceptó esta—le estoy profundamente agradecida por hacer de Hel una gran pintora.

 

—No, por Dios hija, Hel lo hizo sola sin necesidad de mi, yo solo le di un empujoncito ella no pensaba exponer sus pinturas, decía que eran solo un pasatiempo—negó cualquier crédito en la fama de Hel como pintora.

 

—De igual manera le estoy agradecida, si no fuera por eso quizá no estaríamos hablando ahora, le estaré eternamente en deuda, fue esa pintura la que me tiene hoy a su lado y no tengo manera de agradecerle—insistió Bárbara mirando a Hel con una sonrisa.

 

—Viéndolo así—aceptó Kate—y dime Hel, ¿tienen planes aparte de los que ya mencionaste?

 

—Oh, si justo la voy a llevar a pasear un poco por la ciudad, regresaremos como a las 6—comentó Helena con entusiasmo.

 

—Perfecto, te dejaré los datos en una nota, ¿te parece?

 

—Grandioso—asintió Helena.

 

—Una vez más un placer conocerte Bárbara, estoy segura que nos veremos en otra ocasión—se dirigió a la pelirroja.

 

—Estoy segura Kate, —sonrió Bárbara.

 

—Bueno, nos vamos, nos vemos luego Kate—se despidió Helena llevando consigo a Bárbara, ante la mirada enternecida de la dueña de la galería, el entusiasmo de Helena era casi infantil, sus ojos brillaban como si fuera una niña que hubiera recibido su soñado regalo de navidad. ¡Y que regalo!

 

Kate sonrió para si, ella sabía lo que era tener entre tus brazos al amor de tu vida y era obvio para ella, no solo por todo lo que le había contado Hel de su pasado, sino porque, no necesito saberlo para verlo con sus ojos, cuando antes Hel siempre parecía llevar una sombra de profunda tristeza, ahora sus ojos brillaban y ella parecía estar cubierta por un halo deslumbrante, la felicidad que irradiaba de la joven era innegable. Y si acaso se podía tener una duda de la razón, solo bastaba una mirada a esas dos y cualquier resquicio de duda se disipaba. Hel simple y sencillamente estaba profundamente enamorada y la mujer que la hacía sentir así al parecer correspondía sus sentimientos si lo que vio frente a sus ojos era indicativo de lo que había entre esas dos.

 

Ay, Hel, me hace tan feliz saber que por fin tu lo eres—pensó Kate—aunque eso signifique verte salir de mi vida, porque se que no hay manera de que te quedes. No ahora que haz recuperado lo que siempre fue tuyo.

 

Con una sonrisa mezcla melancolía y felicidad Kate se puso a mover influencias para lograr la reservación que la chica le pidiera, era obvia su intención de romancear a la mujer de sus sueños y ella se encargaría de que así fuera.

 

 

Helena siguió a Bárbara hasta el establecimiento de Hertz más cercano para devolver el auto, una vez hechas las formalidades, ambas subieron a la Liberty de la joven.

 

— ¿Qué quieres hacer primero Babs? —preguntó Hel mirándola de reojo mientras conducía por las calles de SF.

 

—Bueno Hel, tu eres la experta, además no se cuales sean tus planes para más tarde, por lo que desconozco de cuanto tiempo contamos para hacer de turistas antes de tener que regresar al departamento—dijo Bárbara.

 

—Ya es casi medio día, una visita al barrio chino esta descartada eso podríamos hacerlo mañana si gustas, por el momento podemos pasear por The Castro, hay mucho que ver y podemos pasearnos por algunos de los barrios más representativos de la ciudad. En realidad no me importa Red, lo único que quiero es estar contigo.

 

Bárbara busco su mano y la apretó—The Castro me parece excelente, podemos caminar y luego buscar un lugar tranquilo para conversar ¿no crees? Aún tenemos muchas cosas que aclarar.

 

—Lo sé, The Castro entonces—y enfiló hacia el barrio distintivo de la meca gay de San Francisco.

 

Luego de encontrar un estacionamiento público, Helena tomó de la mano a Bárbara y se fueron a recorrer las calles, la pelirroja no pudo menos que sorprenderse del ambiente que la rodeaba, si bien New Gotham no era precisamente una ciudad conservadora también era cierto que no se veían parejas homosexuales de la mano o de manera tan pública.

 

Mientras caminaban Helena le iba explicando la historia detrás del barrio.

 

—Castro, o mejor conocido como The Castro es en realidad una calle que va desde Castro Street de Market Street a 19th street, se extiende hacia debajo de Market Street hacia Church Street y en ambos lados de esta hasta Eureka.

Es conocido como la meca gay de San Francisco, de ser un vecindario entre los 60 a70’s de gente trabajadora de clase media paso a ser un símbolo de la comunidad lésbica, gay, bisexual y transexual, aquí se llevan acabo muchos actos en pro de la vida alternativa.

 

— ¿Sabes todo esto por que Hel? —pregunto curiosa Bárbara, la Helena que recordara no solía tomarse demasiadas molestias sabiendo la historia de lugares específicos.

 

—Bueno—se encogió de hombros—dado que vivo aquí era imposible no saber Red, además cuando estuve terminando mi Lic. En arte tuve que hacer un reporte sobre la historia de la zona y su background artístico. Me enfoque a la historia de la vida alternativa cuando lo escribí.

—Ya veo—asintió contemplativa—sigue por favor, es muy interesante.

 

—Ok, bueno, en realidad la comunidad LGTB de San Francisco esta concentrada principalmente en el distrito comercial que va desde Castro Street hasta Market y aunque la mayoría de la comunidad LGTB esta asentada en The Castro, precisamente por el crecimiento de la comunidad esta se ha ido expandiendo a los barrios residenciales que bordean Corona Heigths, el distrito de Misión, Noe Valley, Twin Peaks y Haigth-Ashbury. Hay quienes incluyen Duboce Triangle y Dolores Heigths por la fuerte presencia de la comunidad LGTB.

 

—Totalmente la meca gay de San Francisco—comentó Bárbara sorprendida.

 

—Y que lo digas, no obstante aunque se tan abierto y aceptado aún te puedes encontrar con actitudes homofóbicas o linchamientos ocasionales; es triste pero la verdad es que los seres humanos no somos muy tolerantes a gente que consideramos diferentes—apuntó Hel con cierta amargura, su propia condición meta-humana era clara muestra de eso.

 

—Lo sé Hel—, Bárbara apretó su mano en señal de apoyo, comprendiendo lo que realmente decía Helena— es algo que ni con todo el desarrollo que ha tenido la humanidad a lo largo de los años se ha podido superar.

 

—Si, bien, que te parece si visitamos tiendas y caminamos sin rumbo fijo, si algo te llama la atención me avisas.

 

Caminaron por las calles sin prisas, Helena no paraba de contarle anécdotas de su vida en San Francisco, siempre buscando hacer sonreír a Bárbara, plenamente conciente de que aunque riera no podía menos que sentir también un dejo de dolor al escucharla hablar de lo que había sido su vida en su exilio.

 

Cuando llegaron a Duboce Triangle, Helena se detuvo en Noe Street y miró a Bárbara con una sonrisa, le dio un suave beso y la llevó de la mano a Jumpin’Java a tomar algo ante la mirada algo sorprendida de Bárbara ante la muestra pública de afecto, algo a lo que Helena no era precisamente afecta.

 

—Esta es una de mis cafeterías favoritas a esta hora, es tranquilo y puedes disfrutar de un sin número de bebidas basadas en café, desde calientes a fríos, con alcohol o no. También tienen una buena variedad de Te’s. —explicó Helena, al entrar se fue directo hacia una de las mesas al fondo, pero con vista a la calle.

 

Luego de sentarse y ordenar, Hel miró a Bárbara seria.

 

—Bárbara, ¿Cuáles son tus planes? —preguntó mirándola algo incierta.

 

—Planes... ¿A qué te refieres exactamente Hel? —ladeo la cabeza interrogante, aunque tenía idea de a que se refería quería estar segura.

 

—Bien, se que nadie sabe que estas aquí, se que te creen en Washington,DC pero cuando piensas volver, por lo harás ¿no es así?

 

—Oh, si Hel, sabes que debo regresar, tengo obligaciones que cumplir—se sintió algo nerviosa, ese era un tema que seguía sin saber como abordar, una parte de ella, bueno a decir verdad todo su ser clamaba porque se pusiera a los pies de la joven suplicándole que regresara con ella, pero no quería ser egoísta. Lo fue y le costo dos años sin Helena—pero eso no quiere decir que no nos veamos, puedo volar una vez al mes a SF si lo deseas y tu puedes ir a New Gotham cada vez que puedas—apuntó con falso entusiasmo, intentando inyectarle a su voz una ligereza que no sentía y esbozar una sonrisa tranquilizadora.

 

Helena bajo la vista y asintió grave, por un momento se quedó callada como si evaluara lo que iba a decir, Bárbara la miró con creciente pánico y desconcierto, su Helena, la joven que recordaba era explosiva, temperamental, esa Helena hubiera brincado y gritado en cambio esta que tenía frente así era más mesurada... madura... le asustaba, hubo un tiempo que podía leer a la joven como la palma de su mano, ahora no estaba tan segura.

 

Antes de que pudiera responder la mesera llego con sus bebidas, luego de preguntarles si no se les ofrecía nada más se retiro. Helena saboreo su Java Expresso Frappuchino sin aparente prisa, Bárbara le dio un trago a su Iced Berry Chai con los nervios crispados, el silencio de la joven la estaba preocupando.

 

—Hel...—empezó tentativa, su voz algo aguda, temerosa de haber dicho o hecho algo que... no se atrevía siquiera a pensarlo, la sola idea era aterrorizante.

 

— ¿Eso es lo que quieres? —La voz de Helena era seria con un dejo de incredulidad, cuando alzo la vista el dolor en los ojos azules de la joven casi hizo jadear a Bárbara— ¿Quieres que vivamos en lados opuestos del país y que nos veamos de vez en cuando? —Se detuvo, apretó la mandíbula antes de continuar— Lo que tú quieras Bárbara, si eso es lo que deseas esta bien. Si sientes que es demasiado y necesitas tu propio espacio Ok, no quiero que sientas que te presiono. Te amo demasiado como para...—se detuvo bajo la vista y aspiro profundo—yo...

 

—No, Hel no—se apresuró Bárbara a negar y busco su mano apretándola contra la suya casi con dolorosa fuerza, su propia mano temblaba — ¡No! —Repitió con fuerza— te quiero conmigo ¡Siempre! Hel, es solo que...—su voz se le atragantó en la garganta, como explicarle, como decirle lo que sentía, lo culpable, lo egoísta—te amo Hel.

—Y yo a ti Red—declaró Hel con apasionada vehemencia—te amo tanto que no se que haría si te perdiera ahora. No puedo—sacudió la cabeza— no después de tenerte entre mis brazos... volver a estar sin ti, Maldición, desde el momento en que te vi frente a mi puerta lo supe, sabía que era cuestión de tiempo antes de que volviera a ti.

 

—Oh, Hel—suspiró Bárbara—yo también quiero estar contigo, tenerte a mi lado, pero tengo miedo...

 

— ¿Miedo? —Levantó la cabeza brusca interrumpiéndola, en sus ojos había temor y desconcierto— ¿de mi? —su voz era la de una niña asustada—Bárbara yo nunca te haría daño. NO —rugió— ¡prefiero morir antes de hacerte daño! ¡Maldición! —maldijo cuando se dio cuenta de la verdad—¡Pero lo hice! Te lastime cuando me fui. Oh, estúpida, estúpida —Helena se soltó de la mano de Bárbara y apretó las manos contra su cara en ademán desolado— ¡Soy una estúpida!

 

— ¡Helena Kyle! —Exclamó Bárbara con fuerza— ¡escúchame! —Helena se calló, mantuvo su cabeza gacha y los puños apretados frente así —Hel, nunca, escúchame bien, NUNCA he sentido miedo de ti, por ti si, siempre, por tu seguridad, por muchas cosas, pero jamás miedo de ti. Hel, tengo miedo porque tú aquí tienes una vida nueva, una vida distinta, eres feliz, haz alcanzado el éxito por ti sola, tienes una carrera universitaria, eres una pintora de renombre aunque la gente no sepa quien es HK. Tengo miedo y al mismo tiempo me siento egoísta por desearte a mi lado, por necesitarte junto a mí. Conmigo Helena. Si mi vida fuera distinta, si nada de lo que fui o soy existiera, no me importaría ir al fin del mundo con tal de estar a tu lado Helena. Te amo —afirmó las lágrimas corrían por sus mejillas.

 

Helena alzó la cabeza lentamente, en sus ojos brillaban feroces, llenos de pasión, con extrema ternura limpio las lágrimas de Bárbara y se acercó a ella abrazándola—Red, ¿no te das cuenta? Esta vida la construí para sobrevivirte, todo lo que tengo, todo lo que he logrado ha sido únicamente para no morirme por no tenerte a mi lado. Necesitaba algo en que ocupar mi vida sin ti. Nada de lo que tengo aquí se compara a ti, absolutamente nada me importa si no tu no estas —finalizó y capturó sus labios en un beso lleno de amor y pasión. De promesas de un futuro juntas.

 

Bárbara suspiró contra la boca de Helena, besándola con fervorosa ansiedad, con apasionada necesidad, dándole en ese beso todo su amor, sus deseos y esperanzas. Cuando por fin se separaron, Helena se acurrucó contra su cuello susurrando en su oído—desde que te vi supe que regresaría a tu lado Red, no puede ser de otra manera. Te amo, además puedo pintar en cualquier lugar, pero vivir sin ti imposible. Nunca más.

 

Bárbara le acarició el rostro enterrando su mano en sus cabellos, acariciándola, Helena empezó a ronronear de placer al sentir los dedos de Bárbara acariciar su nuca, la pelirroja rió al escucharlo— ¿Cómo es que nunca me di cuenta que ronroneas Hel? —preguntó deleitada, había descubierto que el ronroneo de la joven era intoxicante, afrodisíaco y al mismo tiempo generaba una sensación de paz y absoluta felicidad.

 

—Supongo que porque nunca estuve tan relajada y feliz a tu lado como lo soy ahora—explicó Hel sin abandonar el cuello de Bárbara, su aroma la embriagaba, podría pasarse toda su vida abrazada a la pelirroja, aspirando su aroma y saboreando su piel, para probarlo le dio pequeños besos en el cuello, sonriendo para si cuando sintió a Bárbara contener la respiración y estremecerse ante el contacto.

 

— ¿Por qué Hel? —Inquirió desconcertada y con cierta desazón—creía que eras si no feliz, al menos estabas contenta de vivir conmigo. Se que fue una época terriblemente difícil pero tengo años de conocerte y no lo sabía.

 

—Bueno Babs, nunca dormiste conmigo de niña y cuando pase a vivir contigo y a dormir en tu cama, siempre estaba alerta o demasiado nerviosa o tensa como para dejarme ir realmente, para relajarme total y absolutamente. Y después pues mi amor por ti hacia imposible que yo pudiera bajar la guardia a tu lado. Siempre temiendo que te dieras cuenta de lo que sentía y sintieras pena por mí o...

 

—Entiendo—le dio un beso en la frente. Si que lo entendía, en cierta forma la mentaba que fuera así pero ahora era diferente. Muy diferente.

 

Por fin se terminaron su bebida y Helena decidió que era hora de regresar. Cuando iban caminando por una boutique, la joven se detuvo un momento—Red, disculpa que lo pregunte pero a donde iremos hoy es algo formal ¿tienes que ponerte?

 

—Ahora que lo dices Hel, no. No empaque nada formal—concedió—creo que necesitaré comprar algo. ¿Tenemos tiempo?

 

—Seguro, esta tienda parece un buen lugar. ¿Quieres entrar y ver si acaso hay algo que te quede? —le sonrió.

 

—Si pero—le sonrió a su vez enigmática— ¿te ofenderías si te pidiera que me dejarás sola por una hora? —enarcó una ceja coqueta.

 

—Uh—Helena sintió que su temperatura corporal se elevaba unos grados ante la mirada sugestiva de la pelirroja—No, para nada—la boca se le secó de repente—claro que no Babs, Adelante. —le indicó con la mano que entrará.

 

—Perfecto, nos vemos en una hora ¿OK? —le dio un suave beso y con un guiño dejo a Helena petrificada en la acera con la sonrisa tonta más encantadora del mundo.

 

—Oh demonios, ¡estoy en problemas! —murmuró Hel, se frotó la nuca antes de mirar para ambos lados de la acera y decidió caminar un poco para relajarse. Se sentía algo “nerviosa”.

 

Se alejo caminando calle abajo cuando al alzar la vista distraída vio un letrero, una sonrisa misteriosa iluminó su rostro, sin dudarlo entró. La campanita electrónica señalando la entrada de un cliente hizo que el encargado de la tienda levantará la vista de lo que hacía y una sonrisa de bienvenida acudió a sus labios.

 

—Buenas tardes Srita, busca algo en especial—preguntó educado—¿Algo delicado para su persona especial? —en ese barrio no era inteligente darle un género específico a sus preguntas.

 

—Oh, si—sonrió Helena nerviosa, nunca imagino que estaría ahí, que en su vida podría atreverse a soñar siquiera con este momento—, definitivamente algo especial, muy especial, miró al encargado y se acercó al mostrador.

 

El resto de la hora Helena paso volando, cuando la joven salió para encontrarse con Bárbara una sonrisa secreta iluminaba su rostro. Bárbara la amaba, a ella, a Helena Kyle, Wow, me ama mamá, ¡me ama!

 

Parte 14

 

****

Cuando Helena se reunió con Bárbara esta ya la estaba esperando fuera de la tienda con una sonrisa misteriosa que acució la innata curiosidad de la joven, sin poder contenerse Helena le dio un beso a la pelirroja que dejaba en claro no solo lo mucho que la amaba, sino todo el deseo que sentía por ella.

 

—Wow—fue lo alcanzó a decir Bárbara cuando por fin la dejo ir Hel, quien portaba una sonrisa satisfecha, después de todos esos besos que la habían dejado en estado casi catatónico, este era solo una sopa de su propio chocolate.

 

— ¿Nos vamos Red?, aún tengo que ponerme bella para llevarte a cenar esta noche—le dijo con una sonrisa de medio lado que le robo un latido a Bárbara Dios, alguna vez creí saber lo que era estar enamorada, para ser tan inteligente Babs ¡no tenías idea! Pensó la pelirroja aún extasiada por el beso de la morena.

 

—Seguro Hel, además quiero descansar un poco antes de salir—sonrió Bárbara.

 

—Oh, cierto—se mostró contrita—tiendo a olvidarlo, perdóname Red, si quieres esperarme aquí, voy corriendo por la Liberty, no quiero agotarte de más—y agregó con una sonrisa lasciva—necesitarás toda tu energía esta noche.

 

Y dicho esto salió corriendo rumbo al estacionamiento donde dejaran la Liberty, sin ver el sonrojo que cubría la cara de Bárbara que hacía honor a su mote de Red.

 

—Oh, de eso estoy segura Hel—murmuró Bárbara para sí sintiendo su sangre hervir de tan solo imaginarlo. Siempre había sabido que Hel era una mujer de feroces apetitos, no solo por la comida; si la contenida pasión que la joven mostrará tan solo con sus besos era una pequeña prueba de lo que vendría estaba segura que no sólo sería consumida por la ardiente pasión de la joven, sino que además sería una activa participante. Hacía tanto que sintiera los latigazos del deseo recorrer su cuerpo, nunca nadie había logrado despertar en ella tal pasión. Ni siquiera en sus buenos momentos como Batgirl, antes de que el Joker la dejará postrada en una silla de rueda por 7 años.

 

—Nunca lo hubiera creído, nunca hubiera podido imaginar que esa niña a quien conociera desde que esta tenía 12 años, no sólo se convertiría en una hermosa mujer capaz de capturar su corazón de manera total y absoluta, sino que además inspirara en ella una pasión y deseos tan poderosos que la hicieran desear restregarse contra ella como gata en celo.

 

Oh, Hel—sonrió feliz—en lugar de sentir vergüenza u horror por estos pensamientos y deseos se sentía liberada. Completamente en paz consigo misma. Ahora más que nunca entendía que fue un error intentar negarse a si misma la felicidad y el amor que Helena le profesara siempre aun sin darse cuenta que era por amor. Era cierto que nunca hubiera actuado a favor de ellos cuando Hel apenas era una adolescente, pero el negarse a si misma la verdad de su corazón solo había traído dolor y tristeza a su vida y a la de la propia Helena. Como pude ser tan estúpida—se volvió a regañar—de pensar que podría conformarme con una vida de comodidad y compañía al lado de Wade —cada vez que recordaba el gran error que estuvo a punto de cometer no podía menos que desear darse de topes contra la pared.

 

Un claxon llamó su atención, cuando vio que Helena se acercaba lentamente calle abajo se apresuró a recoger sus paquetes y corrió a colocarse a un lado de la acera para subir inmediatamente a la SUV.

 

— ¿En que pensabas Red? —preguntó Helena tan pronto se subió.

 

—En lo mucho que te amo Hel—sincera, desde que la joven volviera a su vida, una de las cosas que Bárbara se prometiera a si misma era ser honesta con ella en lo que a sus sentimientos por la joven se refería, había sido ese secretismo y miedo a externar lo que había en sus corazones que las separo y Bárbara estaba decidida a no dejar que pasara eso nunca más, ya sabía lo que era vivir sin ella y no quería volver a experimentar ese dolor desgarrador—y lo tonta que fui al permitir que mis miedos y prejuicios impidieran que te lo demostrará antes. Ahora que lo veo con nuevos ojos me doy cuenta de lo estúpida y cobarde que fui por no aceptarlo antes.

 

Helena aprovechó una luz roja para buscar la mano de Bárbara y llevársela a los labios, besándola con reverente amor—Si de eso se trata Red, no solo tú llevas culpa, yo también debí ser sincera contigo, aunque me gritaras o me dijeras que era una tonta por pensarlo. Pero no solo no lo hice, sino que huí de ti y de mis sentimientos intentando en vano olvidarte.

 

—Gracias por amarme Hel, no se que hubiera sido de mi si al buscarte me hubieras dicho que si me habías amado, tiempo pasado—el solo hecho de pensarlo era doloroso, una sombra de tristeza nubló sus ojos.

 

—Nunca Bárbara, Nunca—declaró con vehemencia—podía engañarme a mi misma, pero nunca hubiera podido olvidarte. Eres el aire que respiro, la razón misma de mi existencia.

 

Bárbara le dedicó una sonrisa que hizo que el corazón de Hel se acelerara, si no fuera porque un auto le toco el claxon, haciéndola despertar de su ensoñación, se habría abalanzado sobre la pelirroja.

 

—Oops, creo que ya esta en verde—dijo Hel y acelero.

 

—De hecho Hel—rió Bárbara sin soltar la mano de la joven.

 

Pronto estuvieron de regreso en el departamento, Bárbara se sentó en la sala mientras Helena revisaba el sobre que Kate le dejara con los datos de la cena y algo más que ella añadiera. Una sonrisa pícara se asomó a sus labios cuando leyó lo que Kate preparó para esa noche especial. Sabía que Kate era una romántica de corazón y no solo consiguió las reservaciones para esa noche, sino que además incluyó un par de sorpresas. Fue a su cuarto y saco las cosas que necesitaría para arreglarse esa noche, maquillaje, vestido, zapatos y los dejo en la habitación de huéspedes.

 

Bárbara tenía la vista fija en la lap, revisando su correo electrónico cuando de repente una sombra se coloco sobre ella, alzó la vista interrogante y vio a Helena mirándola con una sonrisa pícara.

 

—Dime Hel—preguntó ladeando el rostro, sus ojos verdes brillaban felices.

 

—Se que ya no usas la silla, al menos—hizo una pausa—al menos supongo que no la usas en casa. ¿No es así?

 

—Bueno, aún la uso en el trabajo y me siento cómoda en ella para trabajar en Delphi por su movilidad, estoy acostumbrada a ella, pero al menos ya no estoy atada la silla, puedo levantarme si lo deseo —contesto, alzando una ceja como preguntándose a que venía la pregunta.

 

Helena asintió pensativa, sus ojos azules brillaban traviesos, haciendo que Bárbara se preguntara que se traía entre manos Hel.

 

— ¿Sabes Red? —dijo Hel casual—, muchas veces, que digas muchas, yo creo que todo el tiempo—se sonrojó ligeramente, incrementando la curiosidad de la pelirroja que seguía sin entender el curso de la conversación— te observaba en tu silla y me preguntaba si acaso podría alguna vez...—se detuvo y sus ojos se entornaron como saboreando una imagen que solo ella podía visualizar.

 

— ¿Si alguna vez que Hel? —se impaciento un poco.

 

—Podría sentarme en tu regazo—dijo al tiempo que hacía a un lado la lap y con un movimiento fluido se sentaba sobre ella, colocando sus muslos a cada lado de los de Bárbara—y hacer esto...—Helena se inclinó sobre ella y empezó a darle besitos a una sorprendida Bárbara pero no por ellos menos participante de la acción, un gemido de placer se escapo de sus boca cuando la lengua de Hel encontró la suya sin dilación, saboreando los contornos y  dulces rincones de la boca de Helena.

 

Pasaron unos minutos en los que la joven se perdió en los deliciosos labios de Bárbara, jugando con la lengua de Bárbara entrando y saliendo, en un duelo de dominación que hizo hervir su sangre y acumularse en cierta zona al sur de su anatomía, necesito toda su fuerza de voluntad para separarse con un gemido de protesta. Bárbara tardó unos segundos en abrir los ojos, demasiado excitada y buscando por todos los medios tratar de controlar su desbocado libido.

 

—Hel—, dijo con voz entrecortada—la próxima vez que quieras mostrarme algo de lo que imaginabas que desearías hacer conmigo, por favor, hazlo cuando no tengamos que salir y pueda amarte sin prisas.

 

—Es un trato Red—sonrió Helena acariciando su rostro y acunándolo antes de darle otro suave beso—es sólo que estabas tan irresistible que no puede evitarlo.

 

— ¿Me consideras irresistible? —Alzó la vista, buscando los ojos de Helena— ¿Aún en silla de ruedas? —preguntó con cierto recelo, no podía evitarlo, aún con la tecnología de los nanos, estos podían fallar eventualmente y entonces ella volvería a estar insensible de la cadera para abajo e imposibilitada para caminar de nueva cuenta.

 

— ¡Por supuesto! —Afirmó Helena con una cabezadita—Te he amado desde que era una niña Babs, y te ame aún con tu incapacidad y te amo ahora más que nunca. No dudes eso por favor. Te amo a ti Bárbara, sólo a ti, el que puedas caminar no cambia mis sentimientos por ti, eso es sólo un plus. De hecho—un ligero rubor se asomo a su bronceada piel, haciendo que Bárbara enarcará una ceja interrogante, acariciando a la vez el cabello de Helena para apartar unas mechas rebeldes de su rostro, Hel sonrió tímida y bajo la vista intentando ocultar sus ojos de la pelirroja pero Bárbara no se lo permitió.

 

— ¿De hecho que, Hel? —preguntó Bárbara con voz suave, obligándola a mirarla, Helena se veía realmente sonrojada y la pelirroja no podía menos que preguntarse que podría causar tal reacción en su arrogante y segura de sí misma Hel— ¿Hel? —insistió cuando la joven simplemente se limitó a mirarla con un poco normal sonrojo en Helena y una sonrisa tímida.

 

—Bueno, yo... guardé en mi cuarto algunas cosas que nunca quise que... bueno, es que no sabía pero...— ¿de donde diablo me salió esta doble personalidad? Se preguntó Helena encabronada, por Dios, o sea ¡soy Helena Kyle! Yo tartamudeando como una tonta descubierta con la mano debajo de la falda de la novia —Cuando...—se aclaró la garganta y empezó de nuevo con voz firme—cuando recién empezamos a vivir juntas yo deseaba ser de ayuda, en todo lo posible y no solo una carga, así que empecé a buscar y comprar libros que hablarán de lesiones de la espina dorsal, artículos médicos y todo lo que había que saber... para ya sabes, quería poder ayudarte, entender...saber.

 

Una sonrisa llena de amor y comprensión ilumino los ojos de Bárbara, al tiempo que lágrimas se formaban en sus ojos verdes sin que pudiera hacer nada por evitarlo.

 

—No, no—se apresuró Helena a limpiarlas—no llores. Tu eres la persona más importante en mi vida, lo único que realmente tengo, se que esta D, pero tu eres realmente mi faro de luz. Sin ti Babs, estoy perdida.

 

—Oh, Hel. Nunca dejas de sorprenderme—dijo Bárbara con cierto temblor en la voz, cuando creía que ya no podría amar a Helena más de lo que ya lo hacía se sorprendía a si misma dándose cuenta que no era así, su amor crecería cada vez más y mas fuerte.

 

—Entre las cosas que leí, yo nunca perdí la esperanza entonces —no lo dijo pero era claro que el antes de Wade quedaba implícito—de que alguna vez me dieras la oportunidad de amarte, de que supieras que estaba enamorada de ti. Así que también leí todo lo que pude encontrar sobre el sexo y la discapacidad. Quería saber como darte placer, como complacerte—se volvió a sonrojar—te amo Bárbara Gordon y sólo quiero hacerte feliz y con o sin sillas de ruedas siempre te amaré. 

 

Bárbara sin palabras solo atino a halar a Helena hacia ella y capturar sus labios en un beso dulce y lleno de promesas. De su amor y un futuro juntas.

Cuando por fin se separaron, Helena recargo su frente en la de Bárbara, y con los ojos cerrados le dio un besito en la nariz.

 

—Creo que sería bueno que empezáramos a arreglarnos para la cena o perderemos la reservación—puntualizo Hel con un suspiro satisfecho.

—Verdad, y por nada del mundo quiero perder esta reservación. Escogí un vestido pensando exclusivamente en ti—le sonrió misteriosa.

 

—Ohh, ¿en serio Gordon? —la miro traviesa y se levantó del regazo de Bárbara—no me digas.

 

—Si, es un vestido para conquistar el corazón de la joven más sexy de SF, ¿sabes?

 

—Oh, entonces no será algo fácil, digo si es la más sexy de SF tendrás que espantar muchas moscas—le siguió el juego encantada.

 

—No hay problema Hel, yo cuido muy bien de lo que es mío. Y ella es mía. Me dijo que me amaba —la miró a los ojos, sus labios sonreían con toda la confianza que sentía al saber que efectivamente la joven la amaba incondicionalmente.

 

—Si, te ama—aceptó Helena con una sonrisa llena de amor.

 

—Lo se—se puso de pie Bárbara y le acaricio la mejilla—yo también te amo. —afirmó y hecho a andar pasillo abajo rumbo a la habitación de Helena.

 

Una vez que Hel estuvo segura que Bárbara estaba en el interior de su habitación, salió corriendo a la de invitados y se apresuró a vestirse, en un record para ella en media hora estaba lista. Salió con cuidado para no toparse con Bárbara en caso de que esta estuviera fuera. Cuando vio que no era el caso fue a la cocina y saco del cuarto de lavado un arreglo floral que Kate le dejará listo. Tomo la tarjeta y le escribió unas líneas, luego se fue con el jarrón a la sala y deposito el mismo en el centro a todas vistas y la tarjeta sobre ella para que Bárbara lo viera. Una vez que estuvo segura que la pelirroja no lo pasaría por alto, tomó su bolso que puso sobre la mesa, y dejo sus llaves en la mesita con una nota para Bárbara y salió con sigilo del departamento. Bajo las escaleras y tomó un taxi que ya la esperaba tal y como le indicará Kate, le dio la dirección al conductor y pronto iba rumbo al restaurante.

 

Bárbara salió de la habitación algo nerviosa, se aliso el vestido por enésima ocasión y respiro profundo.

 

— ¿Helena?, ya estoy lista—habló en voz alta buscando a la joven con la mirada, notando la puerta de la habitación de invitados abierta se dirigió hacia ella, pero al entrar la vio vacía — ¿Helena? —volvió a decir pero solo le respondió el silencio, extrañada fue hacia la sala y se quedo estática cuando vio el arreglo de flores exóticas en la mesa de centro.

 

En el centro del arreglo se podía ver una tarjeta. Con mano temblorosa Bárbara tomó la tarjeta y la abrió.

 

            Querida Bárbara,

Estas flores no hacen justicia a tu belleza, pero espero que te hagan sonreír. Por favor, baja a la entrada, tu transporte te estará esperando.

 

          Tuya siempre,

 

          Helena.

 

Bárbara sonrió ante las románticas palabras de la joven, nunca imagino que Hel fuera de flores, se acercó para aspirar el aroma y con una última mirada al espejo que estaba junto a la puerta, Bárbara salió del departamento cerrando como le indicará Helena, guardó las llaves en su pequeño bolso y bajo las escaleras.

 

Tal y como le indicará la joven, tan pronto puso un pie en la acera, que un chofer se acercó a ella.

 

—Buenas noches, señorita. Estoy encargado de escoltarla—saludo cortés el chofer.

 

—Buenas noches—contesto Bárbara abriendo los ojos ligeramente al ver la limusina estacionada en la acera.

 

El chofer le abrió la puerta y Bárbara se acomodo en el asiento, por un momento pensó que Helena estaría ahí pero no fue el caso. Sin embargó encontró una cajita con una hermosa orquídea japonesa dentro.

 

—Oh, Hel—suspiró encantada—con cuidado abrió la caja y acarició los pétalos sedosos de la orquídea.

 

El trayecto fue relativamente cortó, Bárbara sentía mariposas en el estomago, nunca antes se había sentido así. Ni siquiera en su primera cita y recordaba claramente cada detalle de ella. Bárbara Gordon se sentía como una adolescente, todo su interior temblaba de emoción y cada terminal nerviosa de su cuerpo estaba en alerta. Era como si estuviera conectada a un generador de energía. Mezcla de excitación y ansiedad. Helena la estaría esperando cuando la limusina se detuviera y la idea de ver a la joven era sobrecogedora. Esa noche sería su noche, por fin.

 

Bárbara tomó su bolso y se checo una vez más en su pequeño espejito, se retoco los labios y con tomando varias respiraciones profundas se obligo a si misma a tranquilizarse.

 

—Estas hiperventilando Gordon, ¡te vas a desmayar si no te calmas! Por Dios, es Helena, tu Helena—se regaño.

 

Si pero su Helena también era la mujer que amaba, la mujer por la que casi muere de tristeza cuando la creyó perdida. Mi Helena—Bárbara saboreo la posesividad con la que lo decía, le gustaba como sonaba. Nunca en su vida había sido posesiva o celosa, al menos no con la intensidad con la que sentía ahora. Era intoxicante y a la vez aterrador sentir de esa manera, tan total y absoluta. Estar en la misma sintonía con alguien, el sentir su presencia incluso antes de verla, el reconocer su aroma y que su corazón se disparara a mil por hora. El control del que tanto se jactaba se esfumaba antes la mera presencia de Helena, tan solo escuchar su nombre, oír su voz eran suficientes para crear en ella una oleada de sensaciones que la dejaban sin aliento y al mismo tiempo la energizaban. Nunca nadie la hacía sentir tan fuera de control pero irónicamente también tan a salvo. Cuando estaba con Helena se sentía sencillamente en casa. En el lugar en que siempre debió estar y quería estar.

 

La limusina se detuvo y el corazón de Bárbara dio un salto. Ya estaban ahí.

Bárbara tomo su bolso, al mismo tiempo que la puerta se abría y una mano delicada se asomaba.

 

Bárbara tomó la mano e inmediatamente sintió una descarga eléctrica recorrer todo su cuerpo —Helena—exhalo para si.

 

Bárbara salio con cuidado de la limusina y estuvo frente a la joven que la miraba con absoluta adoración y una sonrisa que alcanzaría para iluminar la ciudad entera.

 

—Bárbara— jadeo Helena sin aliento ante la visión que era la pelirroja.

 

—Helena—respondió Bárbara con la misma sensación de quedarse sin aire—Dios, estás hermosa.

 

Y el tiempo pareció detenerse, y todo a su alrededor pareció desaparecer, sólo tenían ojos para ellas, admirando sin aliento a la mujer que tenían frente a sí. No había palabras para describir, solo podían sentir.

 

Continued.




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